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Mars miró su celular, una extraña sensación lo embargó al ver el mensaje, sobre todo estando en casa de Mikoto

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Mars miró su celular, una extraña sensación lo embargó al ver el mensaje, sobre todo estando en casa de Mikoto.

"¿Pasa algo?" respondió, tratando de mantenerse tranquilo, luego hizo el celular a un lado y regresó su mirada al chico, que parecía distraído y feliz.

—Estaba pensando en cortarme el cabello —dijo, mirándose un mechón que le caía en la frente. Mars se le quedó mirando, era evidente que su corte era el resultado de un trabajo propio, algunos mechones estaban más largos que otros y además era bastante asimétrico en la parte de abajo. Recientemente había comenzado a peinarlo de otra manera porque parecía alocado y esponjoso, pero al principio el mal corte resaltaba demasiado porque lo llevaba liso.

—¿Tienes tijeras? —Dijo, ladeando el rostro—. Si quieres puedo hacerte un corte, soy bueno con eso —explicó, con una sonrisa en los labios.

—¿En serio? —Mikoto se le quedó mirando sorprendido, parecía que Mars sabía hacer muchas cosas, aunque no lo aparentara.

—Mi mamá tiene una peluquería —explicó—. Todos ayudamos alguna vez, yo fui quien más tiempo se quedó y ya tenía algunas clientas que preferían que yo les cortara el cabello —él siempre estuvo muy orgulloso de haber robado a las clientas de su madre, aunque técnicamente ella seguía haciendo todo el trabajo pesado que incluía las tintas, permanentes y todo lo que necesitara químicos.

—Debe ser porque eres guapo —aseguró con una sonrisa enorme en el rostro, que desapareció casi de inmediato, siendo sustituida por una mueca avergonzada. No quería ofender a Mars con su comentario—. Voy a buscar las tijeras —dijo y desapareció por la puerta de la cocina.

A menudo Mikoto tenía esa clase de cambios de humor. Era un chico que pensaba demasiado las cosas y cualquier acción parecía mortificarlo, aunque los últimos días su confianza parecía haber mejorado bastante. A pesar de su encuentro con su ex el fin de semana, se había controlado bastante bien.

Mars pensó que después lo ocurrido en la pista estaría inconsolable el resto de la semana, pero, aunque de vez en cuando tenía la mirada perdida, parecía bastante sereno.

Mikoto regresó con unas tijeras en las manos, cuando examinó su rostro se dio cuenta que tenía rastros de desvelo y sus ojos estaban hinchados. Probablemente había estado llorando toda la noche, a veces le pasaba, pero era un poco menos frecuente con el paso del día.

—Aquí está ¿Puedes cortarme el cabello ahora? —preguntó, como si no fuera la gran cosa. En general parecía bastante desinteresado de su apariencia física.

—¿Ahora? Me tengo que ir en quince minutos —dijo levantando las cejas, sorprendido—. Quiero decir, no sé si pueda hacer algo muy complicado.

—Está bien —Mikoto se sentó—. Córtalo como sea, mientras quede parejo, hace tiempo que no tengo el pelo parejo —parecía tan emocionado como para olvidar su habitual costumbre de impedir que Mars moviera un dedo cuando estaba de visita.

El instante más hermoso de la vidaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora