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Mars siempre llevaba cosas dulces para comer y Mikoto estaba seguro de que, si seguía así, subiría de peso pronto, pero no de la manera saludable en la que le gustaría

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Mars siempre llevaba cosas dulces para comer y Mikoto estaba seguro de que, si seguía así, subiría de peso pronto, pero no de la manera saludable en la que le gustaría.

Después de recibirlo un par de días en su casa para desayunar ya no le parecía tan raro verlo por ahí y tampoco encontraba problemático que estuvieran solos. La personalidad de Mars todavía le parecía muy extraña y le costaba trabajo de vez en cuando seguirle el paso, pero también pensaba que era alguien muy amable.

A Mikoto le habría gustado ser alguien tan amable como Mars, siempre que estaba a su lado se sentía envuelto por un capullo de dulzura. Estaba seguro de que esto solo le había pasado cuando hablaba con Nara.

—Así que vas a acompañarlo a donar cosas a la iglesia —Nara sonaba divertida y relajada. Hacía mucho tiempo que no sonaba tan libre de preocupaciones, por lo que de inmediato se sintió mal por estresarla tanto con sus cosas—. Pero tú eres ateo —comentó, soltando una risita que sonó igual que un manantial de aguas cristalinas.

—Eso no tiene nada que ver —aseguró, recostando la cabeza en la fría superficie de la mesa—. El siempre es bueno conmigo, quiero ser bueno con él, quiero ser bueno con el mundo —dijo, aunque su voz sonó muy insegura. Sabía que Nara no era el tipo de persona que se burlaría de él, pero de todas formas le dio la sensación de que alguien aparecería de repente para decirle que estaba actuando como un niño.

—Entonces ¿Por qué no llevas algo tú también? —había cierta insinuación en su voz cuando dijo aquello—. Puedes aprovechar para sacar algunas de las cosas que has estado acumulando últimamente.

Por supuesto, Mikoto no era una persona que se llenara de basura de forma voluntaria, pero era muy dado a conservar recuerdos y supo de inmediato a que se estaba refiriendo su amiga cuando habló de cosas acumuladas. Mikoto apretó los labios y un largo silencio se instauró entre los dos, consiguiendo que la tensión subiera en el ambiente. Con miedo se giró un poco, echando un vistazo a las cosas que tenía en aquella caja.

No quería deshacerse de ellas, se aferraba con fuerza a todos esos lindos momentos que vivió al lado de Harry y el amor que compartieron.

—Lo pensaré —dijo, pero no estaba seguro de poder tomar una decisión. Aquellas cajas eran demasiado valiosas todavía, aún las atesoraba como si estuvieran llenas de oro y joyas, aunque en realidad solo guardaran los resquicios de una relación que ya se encontraba en el pasado.

Mikoto sintió ganas de llorar, pero ya no le quedaban muchas fuerzas para hacerlo, así que se contuvo y desvío la conversación con Nara hasta que Mars llegó.

Mikoto le sonrió al verlo, él llevaba una pequeña caja que olía delicioso en las manos.

—¿Qué es eso? —preguntó, asomándose para poder mirar el contenido.

—Son donas recién hechas —su sonrisa mostró una fila de dientes blancos y parejos. Algo que le parecía gracioso era que la sonrisa de Mars iluminaba todo su rostro, sus ojos se volvían pequeños y sus mejillas ya no parecían tan rectas, era como ver a un lobo transformarse en un cachorro en cuestión de segundos.

El instante más hermoso de la vidaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora