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—¿No tenías trabajo hoy? —preguntó su madre de repente, cuando ya estaban comiendo

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—¿No tenías trabajo hoy? —preguntó su madre de repente, cuando ya estaban comiendo.

Mikoto no había tocado su plato, no tenía hambre, se sentía extraño, las náuseas le estaban impidiendo pensar con claridad. Estaba nervioso por lo que venía, porque era seguro que su madre tenía sus propios planes para aquel encuentro.

El tema del trabajo lo puso mucho más tenso, su madre no sabía que estaba trabajando en un restaurante de comida rápida, iba a ponerse furiosa si se enteraba.

La mujer estaba consiguiendo enfermarlo rápidamente.

—Me dieron el día libre —Inquirió Mikoto, su voz tembló al saber que estaba mintiéndole a su madre.

—¿Te has puesto a dieta? —Natsuki se le quedó mirando, ella parecía distante, como siempre, pero sus ojos eran bastante extraños, tenía una mirada que perturbaba a cualquiera que la viera. Desde que era un niño siempre tuvo la certeza de que nada se escapaba de su vista.

Ella el tipo de persona que sabía cuándo iba a llover por el color del cielo y que sabía exactamente cuando sus padres estaban por comenzar una pelea. Natsuki aparecía en su habitación y lo enviaba a la tienda para que fuera por un helado o le pedía al chef que le preparara postres mientras lo escondía de la pareja. Era una persona amable, aunque siempre silenciosa, su presencia era como una sombra en la casa.

—¿Que dices Nastuki? Si lo que tu hermano necesita es perder peso —comentó la mujer, haciendo una seña con las manos. Su madre dijo aquello con un gesto divertido colándose en su mueca hostil, siempre parecía disfrutar cuando hablaba de la apariencia de Mikoto.

Natsuk lo miró y siguió comiendo.

—No has probado la comida de tu plato —comentó, y su madre entorno la mirada.

—No te preocupes nena, Mikoto siempre ha sido remilgoso —ella, soltó un suspiro largo y cansado—. Como todos en la familia, no es fácil acostumbrarse a la horrenda comida occidental.

Mikoto hizo una mueca, sabía que a su madre no le gustaban las cosas del extranjero y se sintió muy mal por estar parcialmente de acuerdo con ella. Una de las cosas que más problemas le causaban era el tipo de alimentación de Inglaterra, tan dependiente del pan.

—Um —Natsuki hizo aquel ruido que era tan característico de ella. Era su forma de contestar y su madre asumía que era la manera en que la chica demostraba que estaba de acuerdo con ella, aunque a Mikoto le parecía una muletilla para rellenar el espacio cuando no tenía nada que decir.

—Entonces —La manera en que su madre pronunció aquella palabra le hizo darse cuenta de que lo peor estaba por llegar—. Me enteré de que sales con alguien nuevo —dijo, con una sonrisa fastidiada—. Que siempre está metido en tu departamento.

Mikoto no supo que decir, no había portero en el edificio que pudiera contarle a su madre lo que estaba pasando, tampoco tenía amigos cercanos que frecuentaran a la mujer. Sin poder evitarlo el rostro de Harry apareció en su cabeza y Mikoto sintió que se le formaba un nudo en el estómago.

El instante más hermoso de la vidaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora