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Namjoon se sintió de nuevo como un niño mientras se comía un algodón de azúcar. Desde hacía más de diez años que no probaba algo tan delicioso como eso.
Jin era un buen hombre que estaba dispuesto a relajarlo y brindarle la mejor atención. Amaba eso, amaba ser el centro de atención de alguien.
—Oí que hay un cachorrito —dijo el mayor, refiriéndose a una leona que estaba sobre una piedra. Su cuerpo se había inclinado un poco para buscarlo—, pero no creo que esté listo para salir.
Namjoon se rio, recordando la película de Madagascar al instante. Le dio una palmada en el hombro y luego se inclinó.
—Quizás no le gusten las fotografías, o no quiera subirse a una piedra para rugir como bebé.
—Mhm... Quizás tengas razón.
Jin le había sonreído de una manera tan cálida que Namjoon quiso que eso permaneciera para siempre.
—¡Namjoon!
El aludido se volteó rápidamente, mirando entre las personas como un rostro tan familiar se mostraba ante él con una sonrisa.
—Taehyung, ¿qué haces aquí?
Jin se rascó la parte de atrás del cuello, girándose para fingir ver la leona, aunque en realidad veía un punto ciego mientras prestaba atención a la conversación.
—Joy insistió en venir desde esta mañana, no quería porque sabía que tu... Bueno, ya sabes, pero siguió insistiendo y vino con su madre, su hermana e incluso su sobrina.
Taehyung echó un vistazo a Jin y luego alzó las cejas, Namjoon entendió su indirecta.
—Jin — llamó y el aludido se giró, fingiendo sorpresa en su rostro—, él es Taehyung, mi amigo.
«Y tú amante» había pensado Seokjin.
Estiró la mano y le sonrió.
—Es un placer.
«No dañes mi noche».
Taehyung aceptó su mano, apretándola sutilmente sin exagerar, luego se soltaron mirándose entre ellos en un silencio incómodo.
Namjoon enredó su brazo en el de Jin y sonrió.
—Iremos a cenar —avisó, dándole a entender al mayor que debían de irse.
Taehyung sonrió de lado y asintió, echándole una última mirada a Jin antes de despedirse y marcharse.
El menor se sintió intranquilo, pero sin duda victorioso.
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