Capítulo XIV: La Despedida.

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Al día siguiente el poeta fue a su trabajo, a recoger sus cosas pues había terminado todo y empiezan las vacaciones de fin de año. Luego de todos los trámites, subió a la azotea por última vez.

- Profe. Raro, se ve fatal. Dijo Salomé.
- Se nota mucho.
- Si festejo, ayer verdad. Dijo con una risa sarcástica.
- Eso creo, no recuerdo.
- Bueno, profe. Quizá con una chica.
- No recuerdo nada la verdad.
- Eso o no me quiere contar. Mientras sonreía.
- No recuerdo, por cierto felicidades, graduada. Que tal los regalos.
- Geniales todos. Acercándose al oído del poeta susurrando dijo, Gael, me dio el mejor, ya no soy virgen.  Y rio.

Esas palabras dieron un golpe al corazón del poeta, su respiración se hizo lenta y el dolor de la resaca fue una pellisco con el golpe a su espíritu.  Salomé sintió el cambio de semblante.

- Dije algo malo.
- No, Salomé, todo está bien.
- Su cara cambió por completo.
- No es nada.

Ella lo vio a los ojos y el correspondió la mirada. Hubo silencio, y ella sonrió.

- Lo extrañare mucho, nuestras pláticas en la azotea.
- Yo también.
- Eres mi profe. Raro favorito.
- Gracias. Lo triste es que no me dijiste si serias mi modelo.
- Si lo seré, pero no ahora.
- ¿Cuándo entonces?
- No coma ansias, ¿tanto mueres por verme si ropa?
- No, pero si por hacer el dibujo.

Ella sonrió y lo abrazo fuertemente. Tanto que sintió el contorno de sus pechos pequeños. El la abrazo con ternura colocando su mentón sobre su cabeza. Sintiendo el aroma de sus rísos.

En la mente del poeta no hubo nada más que ese momento. Y Salomé se sintió familiar.

- Ya profe. Raro o lloraré.
- Salomé llorando eso no es posible. Dijo riendo.
- Me dijo sin corazón. Mientras fruncia el seño.
- No, te dije fuerte.
- Debo irme, la próxima ves que nos veamos me dibujas, lo extrañare ¡adiós!. Mientras se iba derrochando sensualidad con la cadera.

Al bajar Gael la esperaba en las gradas.

- De nuevo con él.
- Me empiezas a cansar Gael.
- Disculpa, lo mejor es que nos liberamos del idiota ese.
- Ya, es una gran persona deja tus celos.
- No son celos, es felicidad porque ya no estará detrás de ti.
- El no estaba detrás de mí, que necio.
- Claro que si, pero ya eres mía, no.

La tomó de la mano y se fueron el poeta en la azotea tenía el número de Salomé en la mano, con el cual podría seguir hablando con su nueva amiga.

Salomé: La historia de un amor inconsciente.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora