Su familia y el gobierno lo han recluido en un psiquiátrico tras un atroz hecho.
La llegada al lugar lo hacen reencontrarse con varios fantasmas de su pasado obligándolo a ignorar esa voz que le grita: "¡La amnesia es la mejor medicina para combatir...
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— Despierta dormilón. — dice una voz suave.
Abro los ojos y miro a mi alrededor Liz está sentada junto a mí.
— ¿Qué hora es? — preguntó al levantarme.
— Es hora de comer y si no nos damos prisa nos irá muy mal.
Se pone de pie de un salto y me arrastra con ella por un pasillo de un color azul enfermo, hasta el comedor. La verdad esperaba un lugar más pequeño, pero parece que hay muchas personas de todas las edades aquí encerradas al igual que yo, lo bueno de esto es que no soy el único que está jodido sin saber qué mierda le pasa. Vamos con nuestras bandejas de comida, rumbo a unas bancas en una esquina cuando un tipo se acerca a Liz y la mira amenazante.
— Sabes cariño aún me pregunto porque te dan de comer si todo lo vomitas, ¿no? — dice en tono burlón.
Me acerco a él sin saber qué estoy haciendo, lo tomo por el cuello de su camisa y lo empujo contra la pared.
— Vuélvela a tocar y te aseguro que el próximo en dejar de comer serás tú. — le advierto.
¿Qué haces? ¿Olvidas el pacto de anoche? ¿No podías hacerlo de una forma menos violenta? Se burló de ella, no me iba a quedar callado.
— Oye, vamos. — dice Liz alejándome de aquel imbécil.
Nos sentamos la veo jugar con su comida, mientras yo ni siquiera me atrevo a tocarla.
— Gracias, por lo de hace rato. — dice tímidamente.
— No hay de que.
— Por cierto, ¿Estás bien? — indaga un poco preocupada.
¿Confías en ella? Yo eh... La acabas de conocer. No le digas, no aún.
— Sí, estoy bien. — respondo cortante.
— Mierda, lo había olvidado. Tengo cita con la psicóloga, te veo al rato. — me avisa y se va.
¿No les llama la atención? ¿Qué? ¿Qué? Comen y vomitan por culpa. Interesante. No, ni lo pienses. ¿De qué hablan? Nada. No puedes mentirle el también nos escucha. Solo digo que, sería interesante saber lo que sienten al vomitar y eso. A mí no me mientes y ni se te ocurra matarnos de hambre.
— ¿Terminaste? — pregunta alguien sacándome de mis pensamientos.
— Eh... Sí. — contesto y me levanto.
Voy rumbo a la habitación.
¡Mierda! ¿Me perdí? ¿Es en serio? Vamos no es tú culpa, después de todo el lugar es básicamente igual por donde sea que lo veas. No me gustó el lenguaje soez, pero tienen razón. Nos perdimos. Al menos estamos de acuerdo en que el lugar parece un laberinto.
