~FINALE~

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Miro el crepúsculo desde mi ventana, inhalo hondo y al cruzarme con mi reflejo en el espejo del baño simplemente no me reconozco

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Miro el crepúsculo desde mi ventana, inhalo hondo y al cruzarme con mi reflejo en el espejo del baño simplemente no me reconozco. Pero un enorme sacrificio merece un cambio de su magnitud.

Mis vaqueros rotos, y mis tennis blancos me hacen verme como cualquier chico de mi edad, lo único que me reconforta es mi sudadera roja de la suerte. Es un poco llamativa, lo sé, pero también fue el regalo que me obsequió Lara en mi cumpleaños pasado.

Son las 6:30 a.m. y eso significa que todos siguen durmiendo, eso me dará oportunidad de irme antes de que se despierten.

Finn me recuerda que  debo hacer eso que tanto me inquietó durante toda la noche, al punto de impedirme dormir.

Aunque eso es normal en nosotros.
Pero el otro asunto también nos lo impidió.

Voy a la habitación de Beck, no llamo a su puerta ya que no quiero despertar a nadie y aunque mi corazón súplica que tire la puerta y le dé un último abrazo.

Simplemente no puedes.

Vuelvo sigilosamente a mi habitación, cierro la puerta está vez no pongo seguro pues no es necesario, me  paso la mochila por los hombros y bajo con sumo cuidado por el roble asesino por última vez.

Camino sin rumbo y corto una flor blanca del jardín de un vecino que nunca conoceré, al pasar frente a la casa de Arturo dejó de lado el orgullo dejando salir mi sentimentalismo y dejo la rosa junto con una nota que escribí entre una de mis tantas noches de insomnio.

Estoy a punto de tomar un autobús cuando un impulso me obliga a acudir irónicamente con quién me juré hace algunos días no ir jamás.

(...)

Estoy frente a una oficina esperando mi turno para levantar mi denuncia, juego con mis pies mientras espero para no aburrirme.

Después de más de 15 minutos una voz aparentemente estricta y fría de quien  supongo es un hombre me hace pasar.

— Vengo a levantar una denuncia al personal de la Clínica Psiquiátrica para chicos "problemáticos" del gobierno. — decreto sin poder evitar mirarlo con asco.

— ¿Por cuál motivo? — cuestiona arqueando sus enormes cejas despeinadas y pobladas.

Hombre caucásico, cuarentón, ojeras prominentes y voz de miedo. Zeid, ten cuidado con este hombre.

Daños desproporcionales, falta de empatía, poca información, falta de consentimiento y negligencia médica. — digo enunmerándolos mentalmente.

— ¿Qué pruebas tiene para demostrarlo? — indaga incrédulo.

— Yo soy la prueba, fuí paciente en esa clínica y en menos de dos meses vi morir a dos amigos y un conocido dentro. Además de que hace unos días hubo un "incidente" y gracias a éste están trasladando a los demás al Internado Szaleństwo. — le hago saber con voz ronca.

Me examina con la mirada y apuesto a que se está preguntando sobre qué  más indagar.
Lo escucho aclarar su garganta, aunque mis pensamientos comienzan a hacerme divagar.

Él no habla así que lo hago yo:

Mi demanda será específicamente contra el director Daniel's, el enfermero Henry y el paciente Charlie. El último apuñaló a tres personas de las cuales solo una sobrevivió. — declaro entre dientes.

—  Si usted admite haber sido paciente de la Clínica, ¿Cómo sé qué no miente? — demanda pasando la conversación a un interrogatorio.

No me importa lo que crea o no. Vine aquí a hacer una demanda y como un cuidado que acude a usted le exijo que me ponga atención porque no  repetiré nada. — le advierto.

Asiente automáticamente.

Charlie es culpable del homicidio de dos personas y daño colateral a otra la cual se encuentra en coma. Daniel's es culpable de negligencia tras ocultar dos homicidios y otros cuantos más, por último Henry es culpable de maltratar a sus pacientes con problemas mentales. — confieso y agrego —  Si desea profundizar en el tema avísele a la señora Sáenz. — le dedico una sonrisa ladina y salgo del lugar sin decir más.

Antes de pasar a la estación de autobuses hago mi última tarea pendiente, paso a la oficina postal más cercana y le entrego al hombre detrás del mostrador exactamente 4 cartas, 3 van a la misma casa y la otra va al hogar de la persona con el corazón más dulce que conozco.

De camino a la estación voy a la taquilla por mi boleto, una mujer de mediana edad me atiende y con un poco de dificultad y gracias a los encantos de Lucifer consigo un boleto sin tener que mostrarle mi identificación.

La cual no tenemos.
Exacto.

Al estar frente al autobús la nostalgia me inunda, imágenes de mis padres el día de su muerte se hacen presentes en mi mente y el miedo parece sobrepasarme. Pero no lo permitiré Kris y sus miedos murieron oficialmente anoche, ya no temeré a la vida después de todo solo es una.

Subo intentando no aferrarme a la baldosa metálica, me siento en uno de los últimos asientos y al fin me quito el gorro junto con mis inseguridades.
Una chica castaña con enormes anteojos, de anchas caderas y un vestido color coral muy llamativo se sienta a mi lado.

— Azul...es demasiado atrevido. Me encanta. — comenta con una risilla en referencia a mi cabello, iniciando así una conversación.

Le dedico una sonrisa.

— Soy Laia. ¿Y vos cómo te llamas? — se presenta con un característico acento argentino mientras ata su melena con una liga plástica.

— Mi nombre es Zeid.

— ¿A qué lugar vas Zeid? — curiosea.

— Después de cambiar el trágico punto final de mi historia por una coma, creo que ya puedo ir a cualquier parte.

— Después de cambiar el trágico punto final de mi historia por una coma, creo que ya puedo ir a cualquier parte

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