21. Comisaría

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La comisaría estaba llena de gente. Sus compañeros y demás personas hablaban en alto, el ruido de las computadoras trabajando y las fotocopias en marcha dejaban un murmullo en el aire difícil de ignorar. Pero Hernán sentía silencio ensordecedor en sus oídos, tenía la vista fija en la entrada, donde Guillermo acababa de entrar tirando del brazo de Andrei.

Andrei... sus ojos conectaron y eso hizo que el resto desapareciera. Solo tenía espacio y coherencia en su cabeza para mirarlo a él y a esas esposas que rodeaban sus muñecas.

Su corazón comenzó a latir fuerte, nervioso y preocupado, y sentía que cada latido taladraba sus tímpanos. Guillermo tiró de Andrei, obligándolo a alejarse por el pasillo de la entrada y sus pies se movieron solos e inconscientes hacia él.

No tenía la menor idea de qué había pasado o cómo había llegado Andrei a esa situación, pero si le pasaba algo iba a enloquecer. Y si sus compañeros se enteraban de lo que tenían también. Su pololo arrestado... su pololo gay arrestado. No quería ni imaginar la cara de su jefe al conocer esa información.

Pero en ese momento la preocupación que sentía en su estómago era más fuerte que cualquier miedo y si seguía apretando su mano en un puño se iba a dislocar la muñeca. Necesitaba saber dónde llevaban a Andrei, que había hecho y qué iba a pasar con él.

Porque, aunque estuvieran enojados siempre sería su pendejo... y no podía dejar que le pasara algo.

- Hernán.

- ¿Mmmm?

Hernán giró su cabeza solo cuando la imagen de Andrei desapareció al fondo del pasillo. Matías, con un café de máquina en la mano, miraba en su dirección.

- ¿Ese no es el pendejo que te pegó? -Hernán frunció el ceño al darse cuenta de que Matías había reconocido a Andrei de aquel día, de aquella primera vez que casi lo arrestan y se conocieron. -Sí, ese weon que nos dijo de todo antes de echar a correr.

- No, no lo sé.

Pudo notar cómo los ojos de Matías se entrecerraban mirando la lejanía, intentando recordar.

- Sí... sí era él. -confirmó asintiendo. - ¿lo habrán agarrado por fin mientras hacía grafitis?

Hernán no respondió, pero el miedo lo invadió. No sabía por qué habían arrestado a Andrei, pero si a lo que sea que haya hecho le sumaban las muchas denuncias que tenía por actos vandálicos en lugares públicos el pendejo estaba en un auténtico lio. Y si Matías contaba como tiempo atrás se había enfrentado a ellos, llegando incluso a pegarle a él mismo estando en hora de servicio, podía meterse en un lío mayor.

Tragó saliva y sintió la boca seca y rasposa. Quién iba a decir que dos meses después de aquel primer encuentro en el que Andrei le pegó para poder huir estaría tan condenadamente enamorado del pendejo. Si le pasaba algo... sacudió la cabeza queriendo sacar esa idea.

Francisco apareció acercándose a ellos.

- ¿Qué pasó? -preguntó Matías curioso.

- Nada... un mocoso se volvió loco y destrozó un auto.

- ¿Qué? - Los ojos de Hernán se abrieron grande.

- Sí, no sé, tiró un tarro de pintura y rompió el parabrisas delantero de un auto estacionado. Lo dejó hecho mierda.

- ¿En serio?

- Sí. -Francisco comenzó a buscar unos formularios en el cajón de su escritorio. -No sé qué le pasó, pero comenzó a tirar todo por el aire y a destrozar el auto.

- ¿Sin ningún motivo? -preguntó Matías.

- La dueña no conoce al chico de nada, sólo maldice haber tenido tan mala suerte de estacionar en ese preciso lugar. Voy a redactar la denuncia ahora.

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