30. Destino

250 33 18
                                    


Muchos creen que el destino es una cadena de sucesos, uno detrás de otro, que empujan a una persona a seguir un camino determinado.

Pero no.

El destino son detalles. La vida de las personas la marcan esos pequeños acontecimientos que parecen carecer de importancia. Esos gestos y momentos insignificantes que pasamos por alto.

Y si echamos vista atrás, si tuviera una vista global y panorámica de todo lo que fue nuestra vida, veríamos todos y cada uno de esos detalles y cómo estos nos llevaron a donde estamos, a nuestro destino.

Nuestro destino lo marcan los detalles de nuestras vidas.

....

Pero Hernán es muy pequeño todavía y no entiende el significado de "destino". Para él la palabra "detalle" es tan aburrida como la conversación que está teniendo su mamá en ese momento con otra mujer. Suspira cansado porque lleva quieto más de diez minutos allí junto a ellas, escuchándolas hablar de maridos, hijos y demás vecinas que la verdad le importan muy poco.

Él tiene ocho y lo único que quiere es volver a jugar.

Gruñe frustrado haciéndose notar ante su madre, pero esta le hace un gesto con la mano para que deje de hablar tranquilos a los mayores. Y él frunce el ceño y junta sus cejitas porque quisiera estar con Camilo jugando futbol y no puede. Su hermano es mayor y ya lo dejan salir a jugar solo con los amigos, pero él no, él todavía tiene que esperar a su madre para cruzar la calle.

Una risita llama su atención y gira la cabeza buscando con sus ojitos negros la fuente de ese sonido.

Y allí sentado en el pasto del parque, no muy lejos de él, hay un niño chiquito no mayor de dos años con los ojos más chinitos y pardos que había visto nunca. Tiene los cachetes gorditos y el pelo castaño muy claro, casi rubio. Se ríe frunciendo la nariz cuando lo ve agarrar un diente de león y jugar con él entre las manos. El niño estornuda y cuando vuelve a abrir los ojos la parte blanca de la flor ha volado y sólo queda el tallo verde al que se aferra como si fuera su mayor tesoro. Motitas blancas se han pegado en su nariz y en sus manitos y él intenta quitárselas sin entender cómo esa flor ha desaparecido ante sus ojos en dos segundos.

Hernán mira a su madre, que sigue enfrascada en esa aburrida conversación, y se aleja de ahí buscando lo más entretenido que ha visto en todo el día. En pocos pasos llega hasta ese niño chiquito que lo mira desde el suelo bajo unas largas y tupidas pestañas, curioso.

Se agacha junto a él y arranca otro diente de león del pasto, lo sostiene frente a la mirada profunda y atenta del niño y cuando tiene toda su atención sopla despacito la flor haciendo volar motitas blancas por todos lados.

El niño se ríe y Hernán siente que es el sonido más bonito que ha escuchado hasta ahora. Y ni siquiera entiende por qué piensa eso. Mira cómo ese niño castaño y cachetón se levanta torpemente y se acerca a él. Y no sabe por qué está petrificado y siente ese calorcito tan especial en el pecho.

El niño levanta su manito y enreda ese tallo desnudo en uno de los rizos de Hernán, haciendo que un escalofrío recorra la nuca del mayor ante las cosquillas que siente en su cabeza. Y de pronto siente la necesidad de proteger a ese pequeño de cualquier mal y de cualquier cosa que pueda lastimarlo.

- ¡Andrei! - Una mujer se acerca a ellos y agarra al niño de la mano. - No molestes al chico.

Y se van los dos de allí, dejándolo agachado en medio de aquel pasto, rodeado de dientes de león.

La mente humana es sumamente curiosa y traicionera y a veces hace que te olvides por completo de ese pequeño detalle que fue conocer al amor de tu vida mucho antes de que ninguno de los dos fuera lo suficientemente grande y consciente como para saber qué significaba estar enamorado.

Volver a JugarWhere stories live. Discover now