25. Molinos de Viento

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Hernán se retorcía las manos mirando al suelo, sentado al borde de su cama igual como lo encontró aquel día que entró por primera vez a través de su ventana, había pasado poco tiempo desde aquel día y a la vez parecía que todo aquello sucedió en otra vida, pero ahí estaba él de nuevo, ahora siendo su pololo pero con los mismos ojitos negros tristes y perdidos.

Se apoyó en la mesa de su escritorio, mordiéndose el labio esperando en ese silencio exasperante que invadía su dormitorio, Hernán tenía la capacidad de ser el hombre más tierno y sensual del mundo en momentos y luego pasar a cerrarse y ser como un avestruz que esconde la cabeza bajo tierra.

Y el silencio empezaba a molestar demasiado.

Hernán suspiró bajito mirando aún el suelo y Andrei supo que mil cosas pasaban por su cabeza que no le estaba diciendo, comenzó a invadirle el miedo, el miedo a perderlo, el miedo a esa conversación que comienza con un "tenemos que hablar", el miedo a que sus temores se hicieran realidad y por mucho que Hernán lo amara no fuese suficiente para enfrentar a todo y a todos por él.

Miedo, miedo real y avasallante comenzando a apoderarse de él.

Su pololo alzó la cabeza para mirarlo por primera vez y en cuanto lo vio una carcajada salió de su boca.

-¿De qué te ríes?- preguntó confundido.

-De ti- contestó Hernán- ¿y esa cara?

-No sé, dime tú- se excusó Andrei- vienes a mi casa sin avisar con esos ojitos tristes, todo serio y me dices que quieres hablar conmigo en mi pieza...

Hernán volvió a sonreír y eso era casi peor.

-¿Creíste que íbamos a terminar?

-Chucha no sé, después de que tu papá nos pillara besándonos.

-Ven acá.

Hernán alzó los brazos haciendo gestos con las manos para que Andrei se acercara a él, el menor se colocó entre sus piernas y su pololo rodeo su cintura con los brazos, besando su vientre apoyando su cabeza en él, Andrei suspiró aliviado ante el gesto, hundiendo sus dedos en los rulos del mayor escuchando como éste respiraba tranquilo.

-Entonces... ¿no quieres terminar conmigo?

-Pero... serás tontito.

Sintió cosquillas al notar como Hernán dejaba otro besito en su vientre bajo y lo miraba desde abajo, realmente era lo más bonito de este mundo.

Entonces la expresión en la cara de Hernán cambió y volvieron a él esos ojos tristes y torturados que lo perseguían desde que las puertas de aquel ascensor se abrieron.

-Mi hermano lo sabe.

-¿Qué? ¿Camilo? ¿Cómo sabes eso?

-Me mandó un mensaje diciendo que habló con mi papá y que quería verme- explicó Hernán.

-Quizá...

-Lo sabe- negó Hernán con la cabeza- estoy seguro.

-¿Quieres que te acompañe? ¿Qué vaya contigo?- propuso Andrei

-¿Lo harías?

-Haría todo por ti, mi amor.

Sintió como los hombros de Hernán se relajaban entre sus brazos y sus ojos se cerraban con fuerza volviendo a respirar.

-A veces siento que todo esto no es real, que todo es un mal sueño- admitió Hernán con voz bajita aferrándose a su cintura.

-¿Y yo?

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