El tira chuncho y el pendejo grafitero (extra)

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Tuvo que armarse de toda la fuerza de voluntad para no quedarse dormido apoyado contra el espejo del ascensor mientras duraba el pequeño viaje hasta su departamento. Esa cuarentena que asolaba el país y el mundo entero le estaba volviendo loco. Las guardias en la comisaria se le hacían eternas, patrullar las calles para ver si todo se estaba cumpliendo, servir de apoyo en lugares donde hay que desinfectar o arrestar gente por el incumplimiento de las normas...

Hernán abrió los ojos al escuchar cómo se abría la puerta del ascensor y bostezó cansado empezando a caminar hacia su casa.

Se fue al baño nada más entrar en el departamento y se desvistió para entrar a la ducha y sacarse el cansancio de todas las horas de trabajo, pero también como manera de evitar contagiar a su pendejo, ya que por su trabajo se veía expuesto al contagio. La ropa que llevaba puesta quedó en el canasto de ropa para lavar. Sabía que tenía que tomar todas las precauciones posibles para evitar contagiarse. Además de la ducha que tomaba apenas llegaba de los turnos, el lavado de mano se había vuelto imprescindible en su rutina diaria.

Los músculos le dolían con cada paso que daba hasta llegar a la habitación. La abrió y allí estaba Andrei, durmiendo en un lado de la cama, con su pelito castaño revuelto sobre la almohada y la boca entreabierta dejando salir aire entre pequeños ronquidos mudos.

Y no importaba nada más, solo esa imagen de Andrei, profundamente dormido en la cama que compartían cada noche esperando por él.

Se metió bajo las sábanas y se acurrucó junto a él, abrazándole por la espalda y disfrutando del agradable calorcito que desprendía todo su cuerpo. Por fin estaba en casa, pudo sentir como Andrei pegaba su espalda todavía más a él y lo buscaba en un abrazo a oscuras. Hernán sonrió y cerró los ojos dejando un beso rápido en ese hueso de la nuca de su novio que era el inicio de la columna vertebral.

-Hola, shasho-. Lo saludó con la voz adormilada y los ojitos sin abrir.

-Hola, pendejo.

Andrei se movió a su lado y Hernán entrelazó todo lo que pudo sus piernas, acompasando su respiración a la del chico que estaba todavía medio dormido a su lado.

-Tienes los pies fríos-. Se quejó Andrei bajito.

-Perdóname

Sintió como negaba con la cabeza y lo atraía más a él en vez de dejarlo marchar.

-No importa.

Andrei terminó de acomodarse entre sus brazos y Hernán por fin sintió que descansaba, por fin podría disfrutar de esa agradable sensación que era sentir la suavidad de sus sábanas, la comodidad de su cama y ese olorcito tan especial que desprendía el cuerpo de Andrei a su lado. Tomó aire despacio y lo dejó salir en un suspiro placentero.

-¿Mucho trabajo?- preguntó Andrei con voz todavía adormilada.

-Mmmmm

Su cuerpo no le seguía en sus pensamientos y solo fue capaz de responder con un murmullo ronco mientras sentía cómo sucumbía al cansancio y al sueño. Escuchó como Andrei reía bajito y sintió como le dejaba un beso cálido en sus manos entrelazadas antes de apretarse más a él si era posible.

-Dale, descansa. Mañana hablamos.

Quería responder, en su cerebro había contestado con un "buenas noches, mi amor", pero no estaba seguro de si lo había llegado a pronunciar antes de que todo se volviera plácidamente negro y sus sentidos se terminaran de apagar, dormidos, disfrutando de lo que era para él su mejor momento del día. Dormir junto a su pendejo.

Había pasado casi dos años desde aquel día que el destino quiso llevarlo en su patrulla hasta aquel grafiti que decía "Volver a Jugar" y lo había conocido. Su pendejo grafitero... y todavía dormir con él era lo que más amaba hacer. Tenerlo entre sus brazos, incluso cuando discutían y ambos se iban uno a cada lado de la cama sin hablar, despertaban abrazados después de haberse reunido en la noche, aunque después siguieran discutiendo por el motivo que fuera. Pero no había día que no despertara acurrucado junto a él.

Volver a JugarWhere stories live. Discover now