Maratón 1/3
Keyla ha estado tratando de maquillar mi rostro gran parte de la mañana. Stanley ha declarado un día de silencio por el accidente que tuvo Catherine. Y también para, según ellos, no entorpecer la investigación de Dalila, que no ha dado señales de vida aún. Mientras me miro al espejo, mi compañera ha estado contándome un montón de relatos sobre su familia.
Creo que lo hace por compasión, pero han sido las horas más excitantes de mis últimas semanas.
—... Por eso se inventan todos eso rumores sobre que mi madre tiene un montón de amantes —dice, al tiempo que me hace una coleta. Está por terminar de ayudarme, ya que tengo el brazo dolorido por el forcejeo del sábado—. Se ha dedicado a las asesorías financieras desde entonces.
—Tiene una reputación monstruosa.
—Por eso estoy estudiando ciencias políticas —suspira Key—. Quiero que mi madre se sienta orgullosa de su hija, que pierda el miedo de que algo malo me vaya a pasar. Ya tiene suficiente con lidiar a mi padre, que no hace más que entristecerla, pese a que nosotros sabemos que la ama. Jesús, a veces no entiendo a la gente vieja. Dicen que en sus tiempos los matrimonios eran más valiosos, pero yo creo que duran porque ambas partes se conforman con vivir una existencia así de triste. —Ella suspira y observa el resultado, mirándome a los ojos después—. Si en una realidad alterna te hubieras casado con Benjamin, supongo que te habría pasado lo mismo que a mi madre. Estarías enamorada de un pusilánime.
Sonrío ante la perspectiva de ese evento; tras el accidente de Catherine, nos enteramos por Bryant de algo tan tórrido como increíble. En un inicio, cuando lo supe ayer, me quedé pasmada y sin aliento, pensando que en cualquier instante me desmayaría. Por suerte tuve mucha vergüenza al verme rodeada por tantas personas y me limité a bajar la mirada.
Catherine estaba embarazada de un par de semanas.
Lo dijo Bryant y ahora todo el campus lo sabe. Supongo que, en parte, Benjamin no me ha buscado por ese motivo; tal vez piensa que se lo voy a recriminar, que le diré cosas hirientes y que terminaré odiándolo, pero es verdad lo que Keyla dijo cuando le pregunté si odiaba a su padre.
Dijo que no se puede odiar a una persona con capacidades limitadas, ya que este mundo —jungla— es para valientes.
—Sigo insistiendo en que no deberíamos ir —comenta Key cuando al fin me levanto y ella observa su obra—. Todavía se nota el golpe, pero al menos disminuyó la hinchazón y está bien disimulado.
—Espero que —digo mientras me coloco el abrigo largo con el escudo de Stanley en un costado— el fin de semana puedas hacerlo otra vez. Mi padre me llamó a Vanderbilt y luego lo comunicaron aquí. —Resoplo aire—. Está enojado porque cree que están ocurriendo cosas y ellos no saben nada. Así que iré a visitarlos si no quiero que vengan.
—Lo entiendo. En fin, será mejor que nos vayamos. Hay que caminar.
La Parroquia de San Cristóbal queda a cinco kilómetros de distancia, pero Keyla nunca va en su coche como cabría esperar de una muchacha en su posición. Ambas portamos abrigos largos y bufandas. En Buckley el frío cala más profundo durante algunos lapsos, como si el invierno nos echara furtivas señales de que está cerca. Así que cuando tomamos el camino más corto a través del parque de Stock Ord, división entre los campus y la zona residencial donde se encuentra La Casa de Dorothy, nos guardamos las manos en los bolsos y, acicaladas, volvemos a la charla de antes. En esta ocasión hay muchas personas viniendo detrás de nosotras, también dejando de lado sus autos.
![](https://img.wattpad.com/cover/207239029-288-k55032.jpg)
ESTÁS LEYENDO
Donde habitan los demonios
Mistério / SuspenseAnnie vivió un romance de cuento de hadas. Hasta que la carroza se convirtió en calabaza. Y el príncipe en sapo.