5: El diablo también escribe cartas

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Hace hora y media que lo estoy buscando, y cuando por fin lo encuentro, me detengo en el andador del jardín a observar sus muecas de lejos; Ben y Catherine están sentados el uno junto al otro en las mesas de estudio. Josh es el primero en interceptarme cuando me aproximo, nerviosa porque no sé cómo voy a empezar a decir nada.

—Ben, necesito que hablemos —espeto sin preámbulos.

Mi novio se vuelve a mirarme; no se ha levantado y al mirar a un lado y otro de sus amigos, serio, compruebo que Devon no está mintiendo. Benjamin sabe por qué estoy aquí y sabe qué es lo que me pasa.

Me cruzo de brazos para esperar.

—Nos vemos —dice hacia Catherine, que me sonríe mientras se aleja en compañía de Josh.

En esta ocasión no logro devolver su gesto. Al ponerse de pie Ben se mete las manos en los bolsos de los pantalones de pinzas que trae puestos. Siempre viene así luego de sentirse satisfecho en el lago. Lo relaja, suele decirme. En este instante quisiera que me dijera cómo lo hace.

Ojalá yo pudiera hacer que todo me resbalase así, sin más.

El sonido de mi bofetada irrumpe en la calma del jardín. Ben ha ladeado el rostro, así que una vez que lo miro a los ojos, la máscara en su cara es de impresión. Respiro hondo dos veces y aprieto los ojos.

—¿Por qué? —pregunto.

Su mirada se pasea por el alrededor, y al último dice—: No es el lugar.

—Te he estado buscando por casi dos horas. ¡Dos horas! Y tú estabas aquí, socializando, después de haberme metido en un lío con Devon. Necesito que me digas qué demonio te poseyó para hacer tamaña estupidez.

—Por lo que veo tenía que ir a decirte —espeta con las cejas arrugadas. Hay una línea de expresión marcada en su rostro, típica de cuando se siente frustrado—. No ha tardado ni una hora en ir a ti.

Veo cómo lee la hora en su reloj. Intenta jalar mi mano por el andador, pero le arranco violentamente mi extremidad.

—¡Fue a decirme lo mucho que le iba a afectar que yo publicara un chisme como ese! ¿De verdad se te ha nublado tanto el juicio que no ves más allá de tus problemas?

Ben entorna los ojos.

—Tú dime desde cuándo te importa tanto la reputación de Devon. Hasta hace poco, si mal no recuerdo, se la había ganado a pulso.

—Ay, no puede ser.

—Annie, lo único que le dije fue que nos iba a obligar a poner una denuncia pública por los favores que les hizo a esos malditos.

Cuando trata de tocarme el rostro, doy un paso atrás de manera involuntaria. Me muerdo el labio inferior hasta que me duele y la carne se ablanda. El sabor metálico de la sangre que acabo de sacarme, ya que tengo el mal hábito de siempre morder la misma área, se torna ácido en mi paladar.

El regusto de la derrota es horrendo no importa cuál sea la contienda.

En innumerables ocasiones me encuentro a mí misma creyendo que podría haber tomado mejores elecciones que me llevaran por caminos menos fangosos; así no me hubiera hundido jamás.

—Yo te dije que no iba a poner tal demanda —digo, terminante.

—Esto nos va a destruir, Anabelle.

Donde habitan los demoniosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora