Capítulo 19

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Además de una extraña, parezco una zombie en mi casa.
Erik sigue sin hablarme, a excepción de ayer, que lo hizo sólo para decirme que quiere visitar a mamá. No se lo negué. Eso nos lleva al ahora, estamos en mi auto, en total silencio de camino a la clínica a ver a mamá.

Me toma quince minutos llegar a la gran casa.

Cuando entramos, la misma chica que me atendió para el trámite de ingreso, me reconoce.

-¿De visita? -asiento.

-Mis hermanos, Erik y Cat -ella les sonríe y nos deja ir al jardín.

Detrás de mi, Erik carga a Cat, mientras me sigue.

El jardín es inmenso, hay muchas mesas, un quiosco, árboles, arbustos y muchas flores.

Logro ver a mamá alejada de todos, en el quiosco. Pasamos por otras personas, hasta llegar a ella.

-Mamá -perdió de vista a la mariposa que se encontraba en el barandal del quiosco, para mirarnos.

Lucía demacrada.

-Mí bebé -pasó de mí y tomó a Cat de los brazos de Erik, a quien no saludó. Pude ver la tristeza en sus ojos.

Muchas veces se lo dije...

Suspiro y hablo.

-Erik también es tú hijo y está acá -mamá me mira con odio. Nada nuevo.

-Él también estuvo de acuerdo -gruñe.

-Él ni siquiera sabe porqué estás aquí -empieza a parpadear y mira a su hijo, mientras mese a Cat en sus brazos.

-Mi niño... -deja salir las lágrimas y eso hace que mi hermano se acerque a ella y la abrace.

Trago el nudo que empieza a formarse en la garganta y me alejo hacia las flores.
Veo lo felices que están y los ojos se me llenan de lágrimas.

Ya no pertenezco a esa pequeña familia... creo que nunca pertenecía.

Suspiro y me alejo lo suficiente para darles su espacio. Sentada en una mecedora, con los ojos cerrados, pongo la cara al cielo, dejando que el sol pegue de lleno en mi rostro.

Me siento mal, física y mentalmente para llorar. Al aprecer todo lo que hago está mal y sólo me beneficia a mí... no puedo hacer nada para que Erik deje de odiarme, menos cuando no me die cuenta de cuándo fue que cambió tanto. Ya no es paciente y comprensivo... ya no me respeta.

Trago saliva y suspiro.

Dentro de dos semanas es su cumpleaños, será mayor de edad y podrá hacer lo que quiera... incluso irse de la casa si quiere. Me duele que me ignore... extraño a mi hermano.

Mí otro problema, es que Torres me ha mandado mensaje, obligándome a asistir a la fiesta de hoy en la noche, en la mansión.

Con cansancio, abrí los ojos, entrecerrándolos por los rayos de sol.

-Ya está -me erguí quedando sentada en la silla y miré a Erik, luego alrededor del jardín. Las personas empezaban a irse.

Asentí y me puse de pie. Cat pidió que la cargara y lo hice. Los tres nos encaminamos fuera del jardín.

En el auto, Erik iba más silencioso de lo normal, ya que ni a Cat le hablaba, y no me miraba para nada.

Cuando llegamos a casa, sólo los dejé y volví a irme, Lu estaba allí así que no me preocupa mucho. Últimamente se la pasa con nosotros y hoy necesitaba que se quedara a dormir.

Llegué al banco, después de haber abonado el penúltimo pago, fui a una tienda de móviles, compré uno pequeño con botones (de esos que suelen llamar cacahuetes) regresé a la casa.

Estaban almorzando, Lu me sirvió y me senté con ellos en la mesa.
Después, Erik se encerró en el cuarto con la muñe y yo aproveché para sacar a Lu al patio trasero y hablar con ella.

-Hoy tengo que trabajar y no sé a qué hora vendré -saqué el móvil de mi bolsillo delantero y se lo mostré-. Te enseñaré a usarlo, no tiene nada de dificultad y así podrás llamarme por cualquier cosa ¿De acuerdo? -

-Mi niña, no tienes nada de qué preocuparte, tus hermanos estarán bien -sentí.

-Lo sé, Lu, sé que contigo están a salvo, pero quiero que lo aprendas a usar por cualquier emergencia, la más  mínima. Erik me está preocupando mucho y quiero que me cuentes cualquier cosa extraña que él haga mientras no estoy -ella empieza a negar, ambas sabemos que mi hermano no mataría ni a una mosca, pero la interrumpo-. Por favor, Lu, sé que no habrá necesidad, pero dame este privilegio -suspira y asiente.

No tardo en enseñarle y ella en aprender. Sin darme cuenta, ya son las siete de la noche y debo empezar a alistarme.
A la hora de despedirme, sólo lo hice con Cat y Lu, ya que Erik tenía los auriculares puestos y la vista mantenida en el móvil. Él sabía que me iría.

Manejé hasta la mansión y ya la fiesta había empezado.
Uno de los guardias me dijo que Torres ordenó que pasara a su despacho una vez haya llegado.

-Sí, señor Stuart, justo acaba de llegar -se queda callada un momento, mirándome con una gran sonrisa y escuchando a la persona del otro lado de la línea-. Por supuesto, ahora mismo se la envío -cuelga el teléfono y se levanta de su silla, sin dejar la sonrisa.

-Habla de un vez -gruño. Ella suelta una carcajada.

-¿Ansiosa? -bufo-. Es increíble cómo eres una fortuna para mí -frunzo el ceño-. No te hagas la sorprendida, sabes que eres mí mina de oro, y hoy..  -inhala profundo-, he recibido una MUY buena cantidad por ti, incluso más porque no sólo será una noche -se ríe y se recarga en el escritorio.

-¿Me has vendido? -pregunto con odio, ocultando el grado de miedo que la respuesta pueda provocar.

-Te acabo de decir que eres mí mina de oro y te piensas que voy venderte ¿Estás loca? -hace una mueca y vuelve a sonreír-. Sólo te renté por una semana -suelta una risita.

Siento mí rostro arder de rabia.

-Pero tranquila, sólo serán unos días y ya has estado con él, no te será difícil saciar sus necesidades carnales, además de que es un Adonis -el enojo no pasaba.

-¿Quién es? -que me preocupé en ocultar mi enojo.

-Pronto lo sabrás. Juan te espera para llevarte a su mansión -me dio la espalda. Dando por termianda la "conversación".

Salí de su despacho, más que enojada y cerrando de golpe la puerta.

El guardia Juan, como dijo Torres, me llevó hasta una mansión. Los espasmos de nervios, miedo, angustia y ansiedad, se apoderaron de mí cuerpo al ver la gran casa.

Bajo de la camioneta, sintiendo de todo, al verlo en la entrada de la casa. Sin reacción alguna, esperando por mí.

Recuerdo la última vez que estuve aquí y sus palabras hirientes... De pronto el pecho me punza y la imagen del rostro sonriente de Héctor aparece frente a mí. Eso me recuerda a que no he sabido de él en días y por alguna razón, siento que lo estoy engañando.

Una vida diferente |Editando|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora