Epílogo.

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Ocho meses después.

-¿Dónde guardo esto?

Erik se acerca y me enseña un álbum viejo que tenía en casa y que nunca llegó a llenarse.

-Guardalo en la caja de arreglos -asiente y se aleja hacia la caja.

-Ya está todo listo para que las cajas lleguen a su destino.

Aplaude al termino de sus palabras.

-Genial, gracias Maka -rueda los ojos y me abraza.

Un mes después de haber vuelto de Brasil, ella me esperaba en la puerta de casa. No la habia recordado en tanto tiempo, que eso me hizo sentir mal, sin embargo, hablamos todo lo que se tenía que decir; ambas nos disculpamos por haber confiado en la persona incorrecta y por no haber visto las señales.

Lo mismo pasó con Connor, él me había dado una reprimenda por mis malas y apresuradas decisiones.

Ambos fueron de mucho apoyo cuando visitaba a la psicóloga y en ocasiones llegaba a casa en llanto desconsolado.

-Lo que sea por mi mejor amiga -sonrío-. Sólo no te olvides que seguiré existiendo aunque te vayas a España ¡Olé! -ambas reímos.

-Nunca me olvidaría de ti -bufo y me alejo.

Maka se ríe a mis espladas.

-¿Tienes los síntomas de menstruación? -ruedo los ojos, aunque ella no me vea.

-Hace cuatro meses que olvidé los días que debía estar menstruando.

-Entonces debo darme por vencida y aceptar que tienes un humor de perros -me volteo a verla con los ojos entre-cerrados... el flash de la cámara me distorsiona la vista por unos segundos en los que escucho sus risas.

-Soís unos críos -gruño antes de alejarme de ellos, quienes revisan la imagen y vuelven a reírse.

-¡Va para el álbum, hermanita! -escucho claramente el grito de Erik, después de haber cerrado la puerta que da al patio trasero.

-Hola papá y mamá... -suspiro y sin importarme manchar mis jeans, me siento sobre la poca yerba que ha crecido en estos meses.

El teniente Brito había sido el indicado para decirme sobre la, brutal, muerte de mi madre.

Tres meses después encontraron el resto de su cuerpo, lo cremaron y me entregaron las cenizas, cuales me había encargado de esparcir junto a mi padre. Ellos, a pesar de las circunstancias, se habían amado, yo era consciente de ello; hasta antes de sus desesperadas decisiones, fueron unos padres amorosos y una pareja llena de amor mutuo.

Merecían estar juntos.

-Después de ocho meses de haber estado luchando contra mis miedos e inseguridades... me voy a empezar una nueva vida -suspiro y me limpio las lágrimas que ya había derramado-. Lejos de esta ciudad que me deja buenos y malos recuerdos -sonrío con nostalgia-. Esta vez haré las cosas correctamente... -sollozo-. No los voy a defraudar, sólo pido que estén con nosotros en todo momento.

-Siempre lo estarán -pego un pequeño brinco cuando Erik se sienta a mi lado sin previo aviso.

-No vuelvas a hacer eso -gruño dándole un puño en el hombro.

Exagera que le ha dolido, luego ríe.

-Guardé todas sus cartas en esta caja -me entrega una caja metálica de galletas que a los diez años había decorado con hojas de colores y una pintura dorada con brillos.

-¿Dónde estaba esta caja? -pregunto con el seño fruncido-. Recuerdo no haberla visto desde los doce.

Recuerdo que fue la última vez que guardé una carta para santa.

Una vida diferente |Editando|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora