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Jennie se desconocía los últimos días... Y es que de la nada le costaba conciliar el sueño, levantarse temprano para ir a la escuela le era un verdadero martirio, y ni hablar de tener que quedarse después de clases a las reuniones del centro estudiantil...

Hoy no era una excepción.

De mala gana, se levanta de la cama y, arrastrando los pies, va hasta su baño. Echa a correr la regadera mientras espera a que se caliente el agua y aprovecha de cepillar sus dientes.

Una vez que termina cierra la puerta, se desviste -entre tiritones debido al frío- y se mete bajo el chorro de agua.
Se queda ahí unos momentos, muy quieta para disfrutar del agradable calor que comienza a apoderarse de su cuerpo mientras decide qué productos para el baño utilizará hoy pues, si quería que sus ánimos mejoraran, al menos debía empezar bien su día.

Con ese pensamiento en mente toma su shampoo preferido, ese con esencia de leche de coco y vainilla, éste dejaba su pelo sumamente sedoso y con un aroma que perduraba todo el día.

Sí, sin duda una buena ducha ayudaría a levantarle el ánimo.

Masajea su cuero cabelludo con mesura y, cuando ya siente que éste rechina de limpio, lo enjuaga y aplica acondicionador. Y hace lo mismo con su cuerpo, asegurándose de que no quede nada de producto en él, pues lo último que necesita es que quede  algún resto y que luego su piel se irrite.

Corta el agua, se envuelve en una toalla y, una vez frente al espejo del lavado, comienza a peinarlo para, posteriormente, secarlo.

Al terminar, recoge su cabello en un moño y termina de secar su cuerpo para poder lucir el impecable uniforme de su escuela. Medias, calcetas, blusa, corbatín, falda, sweater y zapatos, deja el blazer que ocupará hoy colgado y baja por su café y emparedado matutinos, cortesía de mamá Kim.

Al volver se sienta en su escritorio a comer mientras revisa que no falte nada en su mochila.

Jennie mira su reloj: 7 A.M. Estaba a tiempo, a pesar de haberse demorado en reaccionar de su pesado sueño.

Termina su desayuno y va a lavarse los dientes pero, mientras lo hace, le es inevitable no notar las enormes ojeras que de pronto se atreven a adornar su impecable rostro. Rápidamente saca su maquillaje del cajón en donde lo guarda y aplica algo de corrector de ojeras en esas desagradables manchas opacas. Finalmente suelta su cabello y se coloca un cintillo negro.

Una vez lista vuelve a su habitación para ponerse el blazer, además de una bufanda y un par de guantes. Toma su móvil, lo guarda en su mochila y baja con ellos hasta la cocina para dejar la taza y el plato de su desayuno en el lavado.

Luego de eso va hasta donde sus perros para despedirse.

- Pórtense bien - les dice al par de canes mientras acaricia sus cabezas - Recuerden hacer pis dónde deben, no en el sofá... Sino olvídense del paseo el fin de semana - les advierte mientras camina hacia la puerta - ¡Los amo!

Toma un paraguas plegable del armario que hay junto a la salida y abandona su hogar, saludando a uno que otro vecino que va partiendo a su trabajo en lo que camina hasta la parada del autobús, el cual afortunadamente no tarda en pasar.

Jennie se sienta en los asientos cercanos a la puerta de bajada y se va pegada a la ventana para así poder disfrutar de la nevada y bella vista de la ciudad.

Saca sus audífonos, los conecta a su móvil y pone algo de música para acompañar su viaje.

Los veinte minutos hasta la parada de su escuela se hacen cortos. Ni cuenta se da cuando ya baja del autobús y cruza por el paso peatonal para entrar al edificio. Avanza por los pasillos y sube las escaleras hasta llegar a su salón pero, antes de entrar a ésta, alguien tapa sus ojos por detrás.

† 𝕷𝖆 𝖕𝖔𝖘𝖊𝖘𝖎𝖔́𝖓 † (𝖇𝖑𝖆𝖈𝖐𝖕𝖎𝖓𝖐𝖝𝖇𝖙𝖘) (𝖇𝖑𝖆𝖈𝖐𝖙𝖆𝖓)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora