Lío tras lío, polémica tras polémica, la cara de su próximo heredero invadía todas las portadas de cada revista en el país. La causa de todo aquel escándalo, para el señor Park, era Hyesun, aquella jóven que hacía dos años estaba en una relación amorosa con el mayor de sus hijos, Park Jimin.
De clase baja, escandalosa, maleducada, alcohólica, todo lo que cualquier padre decente querría evitar en la vida de un hijo. El señor Park no era una excepción. Según él, Hyesun era la razón de que aquel jóven se haya descarrilado de tal forma, y haría todo lo posible para ayudarlo. Como excusa también podría limpiar su propia imágen y la de la empresa.
Fue en ese instante cuando la solución cayó en sus manos como si de un milagro se tratase. Su reunión de las cuatro había llegado, su reunión con el señor Yoo.
La propuesta era simplemente magnífica, fusionar ambas empresas y formar un nuevo y gran imperio con una sola. Sin embargo, una idea poco usual había llegado a la cabeza del señor Park, quien no dudó en ponerla sobre la mesa.
El señor Yoo tenía dos hijas; la mayor, Seungyeon, quien ya formaba parte de la empresa de su padre, y la menor, Jeongyeon, de la misma edad de Jimin, quien estaba terminando sus últimos años en la universidad para poder trabajar de aquel mismo oficio: El diseño de modas.
El señor Park a toda costa planeaba alejar a su hijo de Hyesun, y para ello haría todo lo que fuese necesario. Si debía obligarlo a dejarla lo haría, y exactamente eso fue lo que pasó. Para fusionar ambas empresas, la condición que puso aquel hombre fue arreglar un compromiso entre su hijo mayor, Jimin, y la hija menor de los Yoo, Jeongyeon. Si las cosas debían ser como en la época victoriana, así serían.
Por otra parte, para el segundo, aquella situación fue demasiado sorpresiva, puesto que jamás se hubiese esperado una propuesta como aquella, que involucrara de tal forma a alguien de su familia. Pero él no quería estancarse allí, quería crecer, quería más reconocimiento, y su única estrategia y solución por el momento era aquella. Sin pensarlo más a fondo estrechó las manos con aquel hombre y solo esperó que su hija pudiera entender lo mucho que significaba aquello para su familia, después de todo, ellos habían venido desde muy abajo, todo lo que tenían lo habían conseguido con sangre y sudor. No iban a bajar los brazos en ese momento.