Presentaciones casuales

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Eran las ocho de la tarde de un 17 de mayo. Había pasado todo el día de aquí para allá, primero en la uni y a la tarde cuidando de mis niños favoritos, mis sobrinos. Estaba agotada, pero era viernes y mi amiga Clau no estaba dispuesta a dejarme en casa para que me fuera a dormir en horario infantil.

"Sala Honky. Conciertos en acústico. Buen ambiente, buena música y yo de compañía. Piénsalo", me envió un whatsapp.

No hizo falta que insistiera. Nunca podría decir que no a un plan que incluyera música en directo. Además, un amigo nuestro trabajaba de mantenimiento en la sala y nos conseguiría un buen lugar.

Quedé con Clau en mi barrio y de allí nos desplazamos en autobús. No había mucha gente en la sala. Era de mis favoritas porque brindaba un ambiente acogedor con su luz tenue que daba un aire íntimo, mesitas redondas, buen servicio, clientela tranquila...

- Hoy nos viene a tocar una banda recién llegada de Colombia, con un estilo nuevo que no dejará indiferentes. Un fuerte aplauso para... ¡MORAT!- los presentó el propietario del local, el señor De la Fuente.

Eran cuatro muchachos jóvenes, con un estilo diferente a todo lo que había escuchado hasta ahora. Las ganas les sobraban, estaba claro. Y destilaban talento y buena vibra. Fue imposible no ponerse de pie para bailar, igual que fue imposible que no se nos encogiera el corazón con sus baladas.

Al finalizar el concierto, creo que toda la sala comentaba la calidad de los músicos. Clau y yo nos dirigíamos a la salida, fascinadas por el nuevo descubrimiento, cuando alguien nos llamó.

- ¡Clau! ¡Afri! - se trataba de nuestro amigo Sergio, el chico de mantenimiento, no le habíamos visto para despedirnos - ¡Venid! Os quiero presentar a alguien.

Le seguimos de nuevo dentro de la sala y entramos por una puerta del servicio hacia los camerinos. Allí, entre botellas de refrescos, estaban los chicos de la banda.

- Muchachos, os presento a unas amigas. Clau y Afri.

Nos saludamos con un beso en la mejilla, tras las presentaciones. El cantante se llamaba Juan Pablo, pero como compartía nombre con el chico del banjo, le llamaba Isaza por su apellido; al segundo Juan Pablo, le llamaban Villa por Villamil, también su apellido; el otro muchacho de gafas que tocaba la guitarra era Simón y el baterista tenía por nombre Alejandro.

- ¿Y les ha gustado el concierto?- pregunto Isaza.
- ¡Nos ha encantado!- contestó Clau- Nos íbamos diciendo que ha sido nuestro mejor descubrimiento de este año.
- Muchas gracias. ¿Vienen mucho por acá? - preguntó Villa.
Nuestras miradas se cruzaron, así que respondí.
- Disfrutamos de la música en directo. Y si siguen viniendo grupos tan buenos, continuaremos acudiendo. ¿Tenéis pensado volver a tocar?
- Qué bueno. Tenemos previsto estar en varias salas por Madrid para darnos a conocer. Estamos recién llegados, pero con mucha ilusión por trabajar duro y hacer música.- explicó Simón.
- Sí, yo también os quise presentar por eso. Clau y Afri son todas unas relaciones públicas. Se conocen Madrid como la palma de su mano. Cualquier cosa que necesitéis, podéis contar con ellas.- informó Sergio.
- Bueno, claro, pero nosotras tenemos que ir a clas...- comencé a decir.
- ¡Por supuesto que sí! A partir de ahora, somos vuestras guías de la ciudad. De Madrid al cielo- me interrumpió con entusiasmo Clau.

Al otro lado del banjoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora