Feeling

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Clau y yo salimos riendo de la sala esa noche ante el ímpetu de mi amiga.
- Vamos a ver... Qué me entere yo porque te has ofrecido tan rápido.
- Están buenos, ¿no? - se le escapó una risita nerviosa - Sobre todo Simón, no me digas que no.
Suspiré. Clau siempre tan enamoradiza, parecía una adolescente cuando conocía chicos nuevos. Sin embargo, aunque no se lo reconociera, a mí también me hacía ilusión este nuevo proyecto que nos traíamos entre manos. Como estudiantes de Publicidad nos ayudaría a sacar nuestras mejores dotes, pero es que además, Clau tenía razón: eran muy guapos. Tenían voces preciosas y ese acento que me ponía la piel de gallina.
- No están mal.- concedí- Pero te voy a pedir, POR FAVOR, que si lo hacemos no me hagas pasar vergüenza.
- ¿Perdona? Soy una profesional.- se hizo la ofendida.

De momento, ya habíamos quedado con Morat al día siguiente para enseñarles la ciudad y que conocieran otras salas donde podían crear más contactos.

Aquella mañana, quedamos con los chicos en un lugar céntrico de la ciudad. El sol lucía sobre nuestras cabezas y Madrid nos saludaba más bonita que nunca.

Los chicos fueron puntuales. A la luz del día y sin sus instrumentos se veían diferentes, como cualquier otro muchacho. Y eso me gustó.

Dedicamos la mañana a nuestro cometido. Entre risas y bromas, el tiempo se pasó volando. Les caracterizaba su buen humor y buena conversación. Se preocuparon por nuestra vida y nosotras les preguntamos por lo que habían dejado atrás, en su país. Solo Isaza habló de su novia, por lo que intuimos que el resto eran solteros.

- ¿Se vienen a comer con nosotros?-  nos preguntó Simón más allá del mediodía.
- Diga que sí y nos muestran lo típico - me susurró Villamil, apoyándose en mí y dándome un pequeño empujoncito.

Reconozco que habíamos conectado. En más de una ocasión durante el paseo, me había sorprendido dejando atrás al resto y encabezando la marcha junto a Villa.

- Tendremos que decir que sí. No vaya a ser que paréis en cualquier antro y os llevéis una mala imagen de nuestra gastronomía. - acepté la oferta con una sonrisa.

Después de la comida, les acompañamos a un par de salas donde alcanzaron algunos acuerdos para poder tocar y finalizamos. Ellos tenían concierto esa noche y debían tomarse un rato de descanso.

Les acompañamos hasta el piso que alquilaban y en la despedida, Villa me pidió mi teléfono. No sé cómo lo hacía, pero lograba que el tiempo se detuviese y que el resto del mundo desapareciera.

- ¿Vendrá a vernos esta noche? - me preguntó.
- Sería genial, pero tengo que preguntar si me toca cuidar de mis sobrinos- expliqué.
- Ojalá que no. Me gustaría verla. Me da buena suerte. - dijo dejándome en una nube de sensaciones.

Después, se despidió con un beso en la mejilla y se acercó al resto del grupo. Nos agradecieron muchísimo nuestro tiempo y nosotras les deseamos suerte y Clau no tardó en invitarles para que nos llamaran si necesitaban algo.

Villa y yo cruzamos una última mirada y mil mariposas aletearon en mi estómago. ¿Era posible el amor así, prácticamente a primera vista?

"Sé sensata", me dije y emprendimos el camino de regreso a casa.

Al otro lado del banjoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora