El Embrujo

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El viernes desde la primera hora, las cuidadoras habían vestido a todos los niños y niñas tan elegantes que daba pena verlos correr por si ensuciaban. Era ropa sencilla, pero se notaba que la habían guardado para esa ocasión.
- Vaya, qué guapos os veo- piropeé también a Sandra y Guillermo.
- La ocasión lo merece- contestó Guillermo, ofreciéndonos sus brazos para agarrarnos a él.

Los chavales habían preparado manualidades muy guays con material de reciclaje y vestidos con papel de periódico para uno de los concursos que se había convocado.

Por la mañana, se jugaba una liguilla de fútbol y también eran los concursos.

Villa llegó con los Morat. Incluso con Simón. Corrí a saludarlos antes de que los niños los vieran y se revolucionaran.
- ¡Qué alegría veros a todos!- exclamé abrazándolos.
- No podíamos perdernos una fiesta. No hemos podido venir antes a verte. Pero ya Villaco y Alejo nos han puesto al día- contestó Isaza.

Había salido un día de sol y calor. Algunas familias habían podido llegar y pasar el día con sus hijos e hijas. Se respiraba un clima de felicidad.

El escenario de los concursos de música daban al aire libre. Sólo los menores de edad concursaban. Los adultos estábamos allí para hacerles reír y hacerles disfrutar. Primero fue el de baile. Los grupos que bailaban habían creado su propio uniforme con camisas muy coloridas y sombreros para los chicos y vistosos vestidos para las chicas. Manuel estaba entre ellos. Sonriente como nunca. Se lo señalé a Villa.

Después llegó el turno del concurso de canciones. Fue asombroso verles cantar baladas, boleros o vallenatos. Se lo tomaban muy en serio. Los últimos fuimos nosotros. Nuestro público nos aplaudió y silbó.

Villa y yo jugamos bastante, teatralizando en exceso nuestros movimientos, mientras Alejandro se ocupaba de la percusión. Isaza, Simón y Martín nos jaleaban desde el fondo.

Tras una suculenta comida, en la que casi no me senté, sirviendo y recogiendo platos; llegaron los juegos y las gynkanas, terminando con el concierto de Morat donde todo el mundo se vino arriba.

A la noche, después de acostar a los más pequeños, que estaban agotados. Celebramos una verbena con música bailable. Los jóvenes aprovecharon para sacar a bailar a las chicas que les gustaban. El primero que se animó a invitarme a mí fue Manuel.
- ¿Quiere bailar conmigo, seño?
- Será un honor.

Manuel bailaba como si hubiera nacido para ello. La cumbia, salsa... Me iba enseñando los pasos.
- Oiga, pelao, pero usted sí que está hecho todo un maestro- le felicitó Martín cuando nos encontramos en la pista- ¿Me vas a conceder el siguiente baile, Afri?

Todos los chicos de la banda quedaron ocupados inmediatamente. Hacían reír a las chicas y rabiar a los chicos.
- ¡Caaaambiooo de pareja! - gritó una voz por el micrófono a la vez que comenzaba a sonar una nueva cumbia.

"Vamos, Afri, que ya la estás dominando", me alenté, recordando las clases en la escuela de danza de Álex.

Entonces, sentí que Wendy y sus amigas me empujaban y choqué contra alguien.
- ¿Bailas?- me preguntó Villa al verse sorprendido por mi empujón
- ¿Por qué no?

Por suerte, la cumbia no era un baile de mucho contacto físico, aunque siempre era divertido a la par que sexy ver al, siempre correcto Villamil, moviendo las caderas.

En cuanto la canción terminó, Isaza se hizo con el micrófono y guitarra en mano, empezó a tocar suavemente.
- Y yo creo que, llegada esta hora de la noche. Antes de irnos a dormir... Esta canción... Que es como una nana al amor... Por esa persona que no hace falta que nos hable...- las chicas gritaron nerviosas como fans locas que eran- Y si no tienen a esa persona, la encontrarán... Y si la tienen, no la dejen escapar.

Comenzaron a sonar unos acordes preciosos y quise ir a sentarme cerca de Isaza para escucharla tranquilamente, pero Villa me detuvo por la cintura.
- Ah, no. ¿A dónde va? Baile conmigo esta también. Apenas la he visto esta noche.
- Será porque no has querido.

De repente, me había puesto muy nerviosa. El corazón me iba a mil por hora. Estábamos muy cerca. Con una mano me sostenía por la cintura y la otra, se entrelazaba con la mía. Yo no sabía muy bien cómo actuar.

"Vamos... Es Villa. Tú mejor amigo durante esta última semana. Pero que es como si lo conocieras desde siempre", me autoconvencía.

Pero él, enseguida detectó mis nervios. No se le escapaba una.
- No me digas que estás nerviosa. ¿Te pongo nerviosa?
- Claro que no. ¿De qué hablas?
- Relájate- me dijo con ese acento tan bonito, consiguiendo el efecto contrario. Colocó mis brazos sobre sus hombros y él me rodeó por la cintura.

"Unos besos salen del alma
Y otros besos del corazón
Y la magia es que yo en tu boca encontré los dos"

Me sentía como en un cuento de hadas. ¿Tan malo era que quisiera vivir ese momento? Sólo era un baile. ¿Podía permitirme ser cursi por una vez en mi vida? Sí, podía y deseaba permitírmelo.

Bajé mis manos hacia su pecho para poder mirarle a los ojos.
- No se está tan mal ¿no?- me susurró.
- No.

Me tomó con delicadeza de la mano y me hizo girar un par de veces. Eso me hizo reír. Acabamos la canción abrazados, balanceándonos tímidamente. Mi mejilla se apoyaba sobre su hombro. No quería que terminara nunca, de hecho, todavía permanecimos así después de un tiempo.

Oímos silbidos a nuestro alrededor y levante la vista. ¡Era por nosotros! La gente nos miraba...
- Córtese un poco, hermano- le dijo Isaza, dándole una chapada.

Reí. La verdad, no me importaba lo que pensara la gente. Y al finalizar la música, la realidad caía con peso sobre mí. Le agarré de la nuca, le besé la mejilla y me alejé.
- Sé que todo esto es cosa tuya- le señalé a Wendy, pasando por su lado.
- Afri, no sea así, aproveche que tiene acá a su príncipe. ¡No se vaya!- fue unos pasos tras de mí.

Necesitaba que me diese el aire de la noche. Caminé hasta una de las fuentes para refrescarme un poco y allí encontré a Simón.
- Yo también la extraño mucho. Y la amo. Hablamos mañana. Chao, chao, chao!!- se despedía de Nath, su novia, por teléfono.
- Perdón, no quería interrumpir.- me disculpé, dándo media vuelta.
- ¡Hey! ¿Adónde va? Siéntese acá conmigo. Tengamos una plática.- se hizo a un lado para que me sentara.
- ¿Sigues enfadado conmigo?- le pregunté.
- ¿Enfadado yo? ¿Con usted? ¿Qué vaina...?
- Villamil me comentó que en principio no ibas a venir a tocar. No me explicó las razones, pero supuse que estabas molesto conmigo por lo último que hablamos.

En aquella conversación, Simón me "pidió" que no hiciera sufrir a su amigo porque tenía novia y Gabriela era amiga de los cuatro.

- ¿Por qué me enfadaría yo por eso? No. Con quien estaba rabioso hasta hace unos días fue con Villaco.
- ¿Con Villa? Pero si sois amigos desde pequeños.
- Por eso. Me preocupo por él. Pero está todo arreglado.
- ¿Y conmigo?
- Obvio que sí. Siempre lo ha estado. Usted es mi amiga también. Mire, están apagando luces.
- Vamos para allá. Te aseguro que una se pierde si se queda sin luz por estos caminos- afirmé.

Al otro lado del banjoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora