¿A dónde vamos?

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A la mañana siguiente, nos levantamos tarde, tras una noche de confidencias y emociones. Clau desayunó y se fue a su casa. Yo me quedé un rato en casa de mi hermana para pasar un rato con mis sobris y compensarles, después me volví al piso que compartía con otros estudiantes.

Mis padres y mis hermanos más pequeños vivían en un pueblo en la sierra y habíamos decidido que yo me trasladara a Madrid capital por cercanía a la Universidad. Y tenía más libertad que conviviendo cada día con mi hermana mayor.

Tenía que terminar un trabajo y repasar los apuntes de la semana y en eso invertí lo que quedaba de mañana, con intervalos continuos de mirar el móvil por si Villa me escribía.

No había tenido noticias suyas desde anoche. No esperaba un mensaje de buenos días, me hubiera parecido empalagoso, pero la ausencia de palabras me mataba. Quizás, Clau estaba equivocada y el alcohol había sido el causante de todo y...

"Buenos días, Afri", me llegó de pronto el primer mensaje de Villa.

No contesté inmediatamente para ver si ponía algo más. Estuvo "escribiendo..." varias veces, pero finalmente no me mandó nada.

"Hola!! ¿Cómo has dormido?"
"Casi no he podido, pensando en todo lo que podríamos hacer esta tarde... Si sigues queriendo salir conmigo"
"La verdad que pensaba que ayer el alcohol actúo y habló por nosotros. Pero si la propuesta sigue en pie: acepto. Puede estar bien."
"¿Quedamos a comer o es muy precipitado?"
"Yo estoy lista. Nos vemos en el local donde comimos el otro día. Cerca hay muchos sitios buenos."
- "Estaré allí en una hora"

Contesté rápidamente con un ok y una carita sonriente y corrí a echarle un vistazo a mi armario. Nunca me había interesado tanto la ropa que iba a ponerme.

Villa me esperaba apoyado en la pared. No podía creer que hubiera quedado con él. La vida me brindaba el regalo de compartir tiempo al lado de ese chico tan especial y quería disfrutarlo al máximo. Me permití observarle desde la distancia. Miraba en dirección contraria y no dejaba de mover una de las piernas con un tic nervioso. De pronto, giró y me vio. Se puso recto y sonrió, caminando hasta encontrarnos. Me dio un beso en la mejilla.

- ¿Llevas esperando mucho?
- Acabo de llegar.
- ¿Tienes hambre? He pensado en un lugar que creo que te gustará.
- Me muero de hambre. Te sigo.

La primera vez que comimos con los chicos, habían bromeado sobre que Villa era el más glotón de todos ellos. Lo que más le gustaban eran los asados. Yo había optado por una dieta vegetariana como opción para mí, no porque no me gustara la carne, así que por una vez, hice un sacrificio y lo llevé a un restaurante especialista en asados. El dueño era argentino y tenía fama.

- Creía que eras vegetariana- me dijo al mirar la carta.
Se acordaba... Qué ilusión...
- Sí, pero recuerdo que tu comida favorita es la carne asada o a la brasa.- levanté la vista de la carta y le sonreí con los ojos - Además, estoy viendo que tienen ensaladas estupendas.

Me gustaba verle comer. Sé que suena poco... ¿fino? Pero disfrutaba, le gustaba probarlo todo, saborearlo, preguntaba al camarero cómo estaba hecho...

Durante la comida, le conté sobre mis sueños de futuro. Ya le había hablado sobre mi familia, mi nueva vida en Madrid, la carrera... Pero siempre faltaba algo por decir.

- Se nota que le gusta lo que estudia- comentó, dándome un respiro- Le pone pasión.
- Y tú, ¿qué hubieras sido si no llegas a intentar esto de la música?
- Mi vida tendría que estar relacionada con la música, el arte. Empecé Bellas Artes e Ingeniería. Ahora mismo están paradas, pero les prometimos a nuestros papás que saliera esta experiencia bien o mal, no dejaríamos la universidad. Tengo previsto retomar cuando pueda.

Cuando terminamos de comer, sacó su cartera.
- Guarda eso. Invito yo.
- No, ni hablar.
- Mira Juan Pablo, espero que un día me invites a Bogotá y me convides a los manjares colombianos, pero mientras estés en Madrid y yo pueda, tienes la obligación de aceptar que pague yo- le expliqué intentando parecer seria- Y si te vas a poner en plan macho alfa, hasta aquí hemos llegado usted y yo.
- Ay no, no se ponga así. Usted gana, pero yo le invito al helado de después.
- Trato hecho.

Salimos del restaurante y dimos un paseo por el centro de Madrid. El tiempo a su lado volaba y me sentía muy bien, con una confianza plena. Era como si nos conociéramos de otra vida, como si él fuera ese amigo invisible que todos tenemos en algún momento de nuestra infancia y nos empeñamos en olvidar.

- Y ahora, ¿a dónde vamos?- pregunté como si no fuese yo la anfitriona.
- Al Retiro. Me fascina ese lugar- dictaminó Villamil.

Al otro lado del banjoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora