Hacer un duelo

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Cada vez que algo, o más bien alguien, se nos va, tenemos que hacer un

duelo. Es necesario y humano realizarlo, debido a que de lo contrario,

viviríamos atados a un pasado que no volverá a suceder.

Cuando alguien se aleja, se siente el vacío que esta persona deja en el

alma. A pesar de que nos mantengamos cerca, sigue sin estar. Es como si todo

lo que fue en algún momento, se rompiese en mil piezas de cristal que no

pueden volver a reensamblarse. Al rompecabezas de la vida le falta una pieza.

Podrás dibujar algo semejante, darle su forma, llenarla de recuerdos y hacer

que permanezca como algo que fue, de manera que no moleste en tu vida

cotidiana, pero sin olvidarla por completo.

Las personas que más huella dejan en nuestra vida suelen estar

efímeramente en ellas, enseñarnos algo, y luego echarse a volar. Compartir

momentos con este tipo de personas nos hace grandes, felices, enormes y con

la dicha de estar con gente con la que disfrutamos hasta del mismo silencio. Sin

embargo, cuando se van, dejan el mismo vacío de un alma en pena. Y

comprendemos que todo tiene su tiempo y su lugar. No es necesario forzar.

Por eso realizamos un duelo. Brindamos con las almas por un nuevo y

prodigioso porvenir, que nos invite a danzar en la vida como si se tratase de

una melodía divina y eterna, que cada uno escucha en sus adentros.

No pretendemos alejarnos de quienes queremos, pero muchas veces esto

sirve para comprender tantas cosas que, de otra manera, no significarían lo

mismo.

Así que... sonríe, que no en todos los duelos la gente se viste de negro.

Crisis es oportunidad, dicen los sabios.

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