Libre

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Dejar de sentir el peso de tu ausencia en una tarde de ruta y atardeceres

rosados fue tan liberador como aquel mismo día que corrí por las veredas del

barrio que estaba dispuesta a no volver a pisar jamás. De repente, mi tiempo no

pasaba, el viento me rozaba con su brisa de verano y no me sentía atada a

nada. Dejé de sentirme triste al poco tiempo de lo que pasó. Terminar una

historia no está mal, mientras haya historias que contar, escuché alguna vez en

una canción. Y hoy por hoy, opino igual.

Gracias a gente que estuvo siempre y a una gran dosis de crecimiento

personal, entendí que no iba a dejar de vivir porque las cosas no salieran así. Y

entonces, correr se hizo más divertido. Ya no había quejas, no había llantos

desgarradores, no había mucho más que un duelo superado y una vida

completamente nueva y renovada en todos los sentidos redundantes de

aquellas palabras. Se sintió como nacer de nuevo. Como no perder nada, como

tenerlo todo sin tener nada. Es esa sonrisa que se te forma en la cara cuando

haces lo correcto, cuando la decisión fue la indicada, cuando finalmente te

sientes liberado de cualquier carga. Qué hermoso, y cuántas gracias doy de

que sucediera.

Porque de repente, te das cuenta de que todo lo que viviste nadie te lo ha

quitado y nadie te lo va a quitar. Que lo hermoso que estuvo, hermoso

permanecerá y que tuviste la suerte de elegir todo el tiempo tu camino. Que por

más que las cosas fallaron, siempre hubo alguien ahí de pie, dispuesto a

ayudarte, y que por más triste que te hayas sentido, después de la tormenta,

siempre te levantaste.

Qué placeres en la vida recorren ahora tu piel, no lo sé. Por la mía

permanece esa pequeña lucecita que me hace sentir un poco loca, que me hace

sonreír a menudo, y que con todo gusto me atrevo a mostrar. Digna,

permanente, fuerte y sin dudar, buscando lo que quiero hoy, mañana llegará. Y

cuando llegue, voy a estar lista para recibirlo. Porque cada golpe, cada lágrima

derramada, cada herida en mi piel, me hizo un poco más grande, más

inteligente, más certera. Y sola jamás me hubiese dado cuenta. Porque a veces

la terquedad nos puede más. Y muchas personas se cansan de estar

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diciéndonos lo mismo a través del tiempo. Pero sin duda, aquellas que se

quedan, esperando que te muestres, que seas, que disfrutes siendo como eres y

que te brindan el espacio para decir "toma, forma parte de esto, vívelo a tu

modo", son las personas que merecen el más grande aplauso. Son héroes

diarios. Padres, familiares, amigos, esa gente que te banca conociéndote poco

y nada. Qué gente grandiosa me presentó la vida, y cuánto tengo que aprender

de ellos. Y quién sabe, quizás, cuánto tendrán ellos que aprender de mí.

Lo que es seguro es que la vida no frenará a esperarte, que las

oportunidades no son contadas, pero hay que saber aprovecharlas. Que

arriesgarnos nos hace grandes, aunque caigamos en el intento, y que hay

quienes que, por las buenas o por las malas, nos ayudan a conocernos a

nosotros mismos, y a crecer un poquitito por dentro. Y cada tanto está bueno

recordar que no hay sensación más hermosa que ver el cielo, dedicarle una

sonrisa y darse cuenta de que estás ahí, llegaste, quién sabe cómo o por qué. Y

toda esa situación te transmite vida y felicidad, porque se requiere mucho valor

para cambiar, y muchísima voluntad para crecer. Y si tan lejos llegaste, ¿quién

te puede evitar ser tan libre como lo eres ahora? Sonreí. Que tu vida va a

quedar plasmada en el recuerdo de los otros, y nada mejor que quedarse con

una risa, una alegría, una esperanza sincera, de corazón y dedicada a aquellos

que confiaron en ti, incluso más de lo que lo hiciste tú.

Sigue adelante, por el camino que quieras, pero no te preocupes por lo

que quede atrás, nadie te va a quitar lo vivido. Te queda mucho por vivir.

¡Qué lindo se siente respirar la libertad! ¿No?

De CabezaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora