Existe un grupo selecto de gente. Un grupo no conformado, esparcido
arbitrariamente en el mundo por quién sabe qué autoridad divina. Se trata de
gente un poco oculta ante los demás. Aquel tímido de la esquina, ese otro que
se queda sentado en el bar, y esa chica distraída, recostada suavemente sobre
un sofá. Todos, sencillos, incompletos, tan comunes como los ves, son almas
perdidas.
Un alma perdida jamás dejará que la conozcas en el primer instante. Se
esconde por miedo a que esta sociedad prejuiciosa y arrogante se ría de sus
sentimientos tan profundos y fantásticos. Es que un alma perdida vive más en
su fantasía que en la realidad. Somos personas que disfrutamos de la soledad.
Nos gusta acostarnos sobre el pasto, sentir el viento, mirar las nubes. Correr
colina abajo, tocar un instrumento, cantar con el corazón o simplemente
escribir, a mano rápida, con talento o sin él, cada emoción profunda que nos
cruza, nos rompe y nos corrompe a lo largo de nuestras vidas. Ese gusto por la
soledad que compartimos a menudo nos deja un sabor amargo en la boca,
cuando nos damos cuenta de que realmente estamos solos, y no se trata de una
imaginaria visión de la vida.
Tenemos la manía casi caprichosa de pensar que sentimos más que los
otros. Que nuestras sensaciones son distintas, que un beso es un contrato, que
un abrazo nos mantiene unidos, que una carta nos hace sentir queridos.
Tenemos esa estúpida idea en la cabeza de que la vida es novela, es romance,
traición, idas y vueltas. Creemos, incluso, que seremos como Romeo y Julieta. Y
nos suena maravilloso serlo. Ser un drama exquisito y perfecto de un
dramaturgo que tenía la costumbre de asesinar a sus personajes, cada vez que
las cosas se ponían mal.
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No es raro encontrar que las almas perdidas sienten que, si amaron una
vez, no lo volverán a hacer. No del mismo modo, ni de ningún otro. Un alma
perdida es inmortal. Y se lleva consigo a todo ser que haya amado. No importa
cuánto, cómo, ni dónde, el recuerdo de ellos perdura en su mente a causa de su
aguda memoria y su audacia sensorial, que les permite ver más allá que los
demás.
A las almas perdidas, además, les gusta ayudar. La mayoría de las veces
solo un alma perdida puede ayudar a otra. Pero muy difícilmente estas se
hallen juntas por la eternidad. Como dijimos, nos gusta la soledad, y saber que
estar con el ser amado es un imposible lo hace hermoso. Perfecto y brillante. Se
desarrolla en nosotros una creatividad indemne, inaudita y efímera que se
esfuma con el primer rayo de sol en la mañana. Y vuelve a aparecer en las
continuas noches de oscuridad.
Almas perdidas, que van desapercibidas por la vida, deberíamos
tomarnos las manos y entender que nadie está solo, más aún cuando la
necesidad de estar juntos se hace evidente en nuestro caminar...
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De Cabeza
RandomDe Cabeza es un libro que llega a tus manos y no sabes muy bien de qué trata. Tiene historias de amor, de desamor, poesías para llorar, reflexiones que te invitan a tomarte un café con vos mismo y pensar un rato. No es psicología, filosofía y aún as...