Anna ya no sabía cómo hacer que Chuuya la entendiera, y Chuuya...
Él ya no sabía cómo volver en sí a Kunikida.
Detuvieron su huída por causa del detective, hasta ese punto, la sangre del mismo chorreaba a mililitros sobre la ropa de Nakahara ensuciándole y estúpidamente, dejando un rastro delator.
Junto a la perdida de sangre, el frío y la sensibilidad llegaron hasta el cuerpo de Kunikida, quien en los brazos del ejecutivo no paraba de titiritar y retorcerse, ya fuera de dolor o por la hipotermia que pronto iba a darle.
Finalmente, en el callejón que instalaron como nueva base, Nakahara se dedicó con entereza a interrogar a Anna, quien entre un montón de explicaciones elaboradas y otras mal hechas, acabó por despertar la desconfianza en Chuuya.
"No sé de qué hablas, puedo jurarlo". "Por supuesto que sabes de qué hablo pequeñaja". "¡No, es verdad! ¡No sé nada, lo juro". "¡Silecioooooo!".
Entre otro par de gritos y gobernado por la histeria, Nakahara estuvo apunto de abofetear a Anna.
Deteniendo su palma en el aire a escasos centímetros de la mejilla contraria, volvió en sí.
Mientras tanto, la italiana temblaba con miedo y ansiedad. Que a pesar de ser una asistente gubernamental jamás había estado en una situación como aquella, ni había experimentado el miedo como hasta entonces. Su tembloroso cuerpo sólo podía aferrarse a sus propios brazos, apresándose en ellos como medio de protección.
Cuando Anna cerró los ojos intentando aminorar el impacto de la bofetada que iba a recibir, volvió a abrirlos un par de segundos después tras esperar en vano. Cuando su vista se aclaró, logró ver la silueta de Nakahara a escasos pasos de ella.
Entonces, el pelirrojo la apresó en un cálido abrazo.
Por supuesto que no culpaba a los japoneses por sacar tales conjeturas. Pues había intentado servir a dos amos y como era claro, falló en el intento.
Sus brazos rodearon la cintura de Nakahara y posó su llorosa cara sobre el regazo del ejecutivo.
"¿Por qué lo has hecho, Anna?". "Es un mal entendido...". "No puede serlo". "Lo es, ¿qué pasa contigo Chuuya? Tú no eres la misma persona que conocí". "Estoy harto, eso pasa".
Sincerándose por segunda vez en su vida, el pelirrojo también buscó consuelo en aquellos brazos a la par.
Pasado el trance, Anna contempló en el piso del callejón la figura de Kunikida observándolos en un estado deplorable, aunque sus ojos no estaban completamente abiertos, se notaba como luchaba contracorriente para seguir despierto. Solo Dios sabía la cantidad exacta de sangre perdida, pero su traje de hospital sucio y desgarrado por el desgaste y la coleta de su cabello embarañada tampoco le daban buen aspecto.
De hecho, ninguno de los japoneses se veía bien.
Aunque Chuuya se había cambiado la ropa un par de veces, el traje de ejecutivo negro también se hallaba sucio, desgarrado por las batallas y arrugado por el mal trato en una tela tan delicada. Anna se separó de Chuuya para correr hasta donde él detective aguardaba.
Si bien, ella ya lo había explicado, su habilidad no curaba, entregaba fortalecimiento físico para que el cuerpo de esa persona llevara a cabo su recuperación propia.
Anna posó sus manos sobre la frente y la herida de Kunikida. Cuando Chuuya se acercó para ayudar, decidió que lo más necesario sería detener de una vez el sangrado que él mismo provocó. Quitó de sus hombros el bolero negro y lo rasgó a consiencia para hacer una venda improvisada y amarrar al rubio.
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Explosión
FanfictionLa historia se ubica según los hechos sucedidos después del arco actual de Bungo Stray Dogs, una vez que derroten al Decay, y el libro se encuentra bajo resguardo de la agencia de detectives. Misteriosamente una organización de italianos ha aparecid...