Traición, venganza y vergüenza

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Sicilia, Palermo dieciocho horas antes de los eventos actuales.

—¡Niccoló, imbécil, vas a hacer que nos maten! —Rafael se había unido a la batalla recientemente, los integrantes de la mafia Siciliana desde siempre habían sido sus mayores enemigos. El poder aplastante que tenían en sus líneas aunado a la sed de sangre de todos sus miembros los hacía ser la organización italiana que más atemorizaba a la nación.

No obstante, a  Niccolò aquello no le importaba si podía salvar a su querido Alessandro.

—Nadie te pidió que vinieras, idiota —Niccolò estaba jugándose la vida mientras golpeaba a puñetazos a tres de los que parecían ser los mejores pistoleros de la mafia, previamente les había hecho soltar sus metralletas con una sola patada, ahora solo era cuestión de dejarlos fuera de combate.

—Mi eterna lealtad está con Alessandro —informó con cierto tono sarcástico, era claro que se había despeinado en aquél combate pero no por eso perdía la gracia—, en tu caso es diferente, tú no estuviste presente en el rito de sangre que hacemos en la mafia, ¡no tienes ningún motivo válido para estar aquí! 

—Mi situación con Alessandro es más personal y lo sabes —la forma tan relajada en la que sobrellevaban una gran crisis mientras conversaban de trivialidades le parecía ilógico al peli-verde, aunque ese ameno momento no lograría desconcentrarlo de su misión. Con maestría tomó una de las pistolas que había robado de aquellos mafiosos y usando las balas de ésta, disparó en las rodillas de cuatro hombres que parecían querer acorralar a Rafael.

—Te debo una viejo amigo —suspiró aliviado el pelinegro mientras regresaba al campo de batalla, en esta ocasión usando su pistola personal disparó con la precisión de un francotirador en la cabeza de otros dos hombres que iban a dispararle a Niccolò desde la distancia, acto seguido usó de escudo humano al tipo con el que estaba peleando cuerpo a cuerpo para poder llegar hasta su compañero, apenas lo hizo, le tomó del cuello de la camisa para obligarlo a refugiarse tras una estructura de metal; apenas estuvieron refugiados una lluvia de balas cayó encima de ellos. Rafael tuvo la necesidad de cubrirse los oídos por lo ruidosas que eran las ráfagas de las metralletas, cuando los sicilianos pararon para recargar sus armas, el pelinegro revisó el cartucho de su pistola mirándola con decepción—. Solo me quedan tres balas, ¿a ti cuántas te quedan?

—Ni una porque no traje mi pistola—se sinceró Niccolò dándole poca importancia a la situación para después ser golpeado por Rafael.

—¡Eres un imbécil! ¡Ellos son mafiosos como nosotros! ¡No puedes venir a un tiroteo y no tener pistola! —acto seguido Rafael se golpeó la cara con la palma de la mano y después fulminó al de pelo verde con mirada asesina—. ¡Nos van a matar Niccolò!

—No me interesa Rafael —le restó importancia el mencionado, justo en ese momento el pelinegro se percató de que estaba usando su celular para mandar mensajes.

Al mencionado eso le parecía estúpido pero no esperaba que nadie en la organización hiciera cosas lógicas, mucho menos su adorado amigo que parecía haber perdido varios tornillos después de su ruptura con Alessandro.

—Entiendo —Rafael guardó su pistola en la espalda y miró a Niccolò con decisión, entendió perfectamente su plan con solo intercambiar miradas—. Los altos mandos de la mafia Siciliana son muy precavidos, la mayoría de hombres que nos están atacando son pistoleros sin experiencia, es por eso que sus armas solo tienen un cartucho el cual vaciaron cuando nos atacaron, de esta manera evitan gastar municiones y se aseguran de no proveernos de armas para defendernos, y si tomamos en cuenta que nuestros refuerzos no vienen... Odio admitirlo pero esos bastardos nos tienen acorralados Niccolò —señaló con bastante obviedad, el tono de voz con el que estaba hablando parecía desmotivado pero en realidad solo estaba meditando lo divertido que era el reto de salir vivos de ahí y proteger a su jefe—, ¿ya enviaste el mensaje de texto a Alessandro?

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