La marsigliese

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Al día siguiente de lo ocurrido, Alessandro se encontraba en la sede principal de la Marsellesa junto a Giorgio Faletti, su maestro y actual líder para relatarle los hechos que habían sucedido en su vida de adulto joven ayer por la noche. Estaban sentados sobre una mesa de mármol. Alessandro tenía un cuadernillo y un lapicero negro mientras anotaba todo lo que su maestro le decía y ponía bastante empeño en memorizar las cosas como forma de corresponder las lecciones.

—La importancia de una excelente dicción durante los monólogos motivadores son la base de todo buen lid... —De pronto la voz de su maestro empezó a perderse entre sus pensamientos y Alessandro se encontró más concentrado en juguetear con el cuerpo del lapicero negro entre sus dedos que en prestar atención, lo giraba de un lado a otro como bastón de desfile al mismo tiempo que recordaba todo lo que había vivido durante el día de ayer al lado de... ¿Su novio, prometido o su ex? La verdad es que todo había sucedido tan rápido que ni siquiera dejó claras las cosas con el peli-verde—. ¡ALESSANDRO FRANCESCO TOMMASO MANZONI!*¹ —Giorgio azotó la pipa que estaba fumando en la mesa de mármol provocando un estruendo que sacó de sus pensamientos al nombrado y por lo ruidoso que fue, provocó que se sobresaltara—. ¿Puedo saber desde qué momento dejaste de ponerme atención?

—¡S-superior Giorgio en serio lo siento! —Dijo entre tartamudeos mientras resolvía su cabello azul por el nerviosismo y provocaba una sonrisa estúpida en las comisuras de sus labios.

—Descuida... No hay problema —Aunque dijese aquello, Faletti estaba tan agotado al igual que su discípulo como para seguir aleccionándolo—. Hablamos de una buena dicción y lo primero que haces es tartamudear, supongo que es mi culpa por tratar de enseñarte cuando claramente no tienes cabeza para estas cosas, llegué a pensar que tal vez pasar tiempo conmigo haría que distrajeras la mente y dejaras de sobrepensar, pero tal parece que solo estoy estresándote, así que asumo toda la responsabilidad —finalizó Giorgio soltando un suspiro.

El más joven de la sala se quedó con la mirada enfocada a un punto específico pensando en las recientes palabras de su maestro. Tenía razón, solo quería estar en casa tirado en la cama hasta que llegase el anochecer, pero eso no sería nada productivo.

—Si dejo que mis problemas personales intervengan en mi día a día entonces ni siquiera debería llamarme aprendiz de jefe —dijo con seriedad, un adjetivo que casi no gobernaba en la carismática y risueña personalidad de Manzoni.

Sin embargo fue una oración lo suficientemente poderosa como para llamar la atención de Giorgio.

—Eso es verdad, así que veamos... Me gustaría saber porqué decidiste contarle el efecto que tiene tu habilidad a Niccolò, entiendo que es tu amada pareja, sin embargo fue muy arriesgado y...

—Superior Giorgio —llamó la atención del mayor con su tono de voz en alto y su recta postura sobre la silla en la que estaba sentado—, sé a qué se refiere pero lo consideré necesario, un buen líder jamás debe revelar el efecto de su habilidad a nadie más que a su predecesor —empezó a relatar una parte de las primeras lecciones que había recibido—, pero usted y yo sabemos que el efecto que provoca mi habilidad es más especial que la de nuestros predecesores, Niccolò debía saberlo para estar consiente de ello.

El hombre mayor cerró los ojos luego de darle una calada a la pipa que estaba fumando, mantuvo el humo durante cortos tres segundos y después los abrió al mismo tiempo que liberaba el humo y dejaba que éste se perdiera en la habitación de aquella sede. Acto seguido se sentó junto a su discípulo procurando que un gesto apaciguador sustituyera la sería expresión que tenía siempre en su rostro.

—Estás en lo correcto Ale —reflexionó un poco para después pasar una de sus gruesas manos por el cabello azul tan peculiar del nombrado—, tu habilidad especial, los novios, te permite conceder un deseo a tu único ser amado por imposible que éste sea —hizo una pausa antes de seguir hablando—,  ¿Te das cuenta de lo peligroso que es eso? Y lo peor de todo es que lo que esa persona pida ni siquiera está en tus manos, no puedes controlarlo y si mi influencia no te protegiera, el Gobierno de Organizaciones Unidas*² te tendría encarcelado en una prisión peor que Merseault, bajo vigilancia constante cumpliendo una condena que ni siquiera mereces.

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