¡Vamos a ser padres!

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Esa mañana Kunikida estaba mordiéndose las uñas, yendo de allá para acá y por poco se arranca la coleta del cabello. Aunque su cuerpo permanecía en el hospital, conciencia y mente se encontraban divagando hasta lugares que jamás podríamos imaginar, ni con la fantasiosa mente de un niño pequeño. ¿La razón? Nada más casual que un dilema en debate. Dazai había dado señales obvias de enfermedad y como su superior a cargo, Kunikida tuvo que acompañarle al médico por órdenes directas de Fukuzawa, el presidente de la agencia de detectives armados, misma organización donde laboraban ambos. El castaño de cabellera ondulada fue a parar ahí, nada más y nada menos que por un par de síntomas tan temidos por las jovencitas en edad reproductiva: casuales mareos, ascos repentinos, cansancio insistente, granos en la cara y la desaparición de su... No, eso no.

—¿Dazai-san? —Preguntó para confirmar una dulce practicante de enfermería dirigiéndose al castaño—. Ya puede pasar con el médico —le sonrió aquella muchacha.

Desde el pasillo cercano, Kunikida se percató del aviso emitido por la joven y en respuesta, fue acercándose poco a poco hasta Osamu, para eso entonces la enfermera ya se había retirado a auxiliar al doctor que estaba despidiendo a su paciente anterior y le hizo un par de gestos con la mano para que se acercara. Kunikida observó a su compañero y la cara inexpresiva que éste tenía, mostrándose neutral respondió el gesto de manos con un par de ademanes indicándole al hombre de la bata blanca y estetoscopio, que pronto irían al consultorio.

—Ey, Dazai, levanta ya, hay que ir —trató de llamar su atención dándole un codazo leve al que el contrario no reaccionó—, ¿Pasa algo? —En esta ocasión Doppo hincó la cadera para intentar hacer conexión con el castaño y tratar de averiguar qué pasaba.

—¿Qué más puede pasar, eh? —Atacó el castaño levantándose de la banca de manera brusca—. He tenido ascos toda esta mañana, apenas beber un poco de mi adorado sake acabé por escupirlo y de inmediato salí corriendo al baño porque mi estómago lo rechazó, me siento más cansado de lo normal, estoy teniendo problemas para ir al baño de manera correcta, ¡y mientras te hablo siento que mis piernas van a desvanecerse en cualquier momento! —Gritando sin respeto aparente, la pareja de detective se ganó la mirada de todos los demás pacientes, mismos que intentando ocultar su curiosidad por aquella disputa de figura amorosa, agachaban la cabeza con las orejas paradas para oír mejor.

Por supuesto que el idealista a pesar de miope, no era ciego y se percató del espectáculo que podrían montar de seguir así.

Suspiró con pesadez pues ya tenía en mente su plan y ejercerlo no le iba a ser agradable. Pese a todo eso, se levantó del piso, tomó con sus dos manos la barbilla de Osamu aún cuando éste seguía gritando un montón de cosas que hace rato había dejado de escuchar y plantó un beso en sus acolchonados belfos. Sin lujuria, sin pasión, sin lenguas de por medio. Era un simple e inocente beso, con la intención de calmar al que en un par de meses se convertiría en su esposo, y quién sabe, la madre de su bebé.

Osamu bien supo corresponder, llevando sus vendados brazos a la cintura del rubio apretujando su cintura, como Doppo no estaba más dispuesto a seguir la telenovela en vivo, fue él quien bajó el telón de la obra teatral separándose de Osamu. Mirándolo con ternura y tomando su mano, indicándole que juntos caminarían hacia la clínica.

El médico también les sonrió, pues ver a una pareja dándose amor de una forma tan tierna, era capaz de darle diez años de vida más a cualquiera. Apenas entraron en el cuarto, la enfermera cerró la puerta tras de sí y les indicó a ambos, dónde podrían tomar asiento. El médico parado frente a ellos, tomó una pluma y se la pasó a Kunikida seguida de una hoja para que escribiera los datos del paciente.

—Bien, ¿podría decirme sus síntomas, Dazai-san? —Sentándose frente a ellos, el doctor colocó los codos en la mesa y recargó su barbilla por encima de las manos.

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