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Capítulo uno: "D e s c o n o c i d o".

─¡Danielle! ¡Danielle, por favor haz algo! ─suplicaba el pequeño Aran ante la ofuscación

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─¡Danielle! ¡Danielle, por favor haz algo! ─suplicaba el pequeño Aran ante la ofuscación.

Raimbarks del refugio trataban de huir de los guardias provenientes de Lelia ¡¿por qué estaban atacando en Amexter?! Lagunas grises hedorosas a penuria envolvían todo el entorno y la fuerza de voluntad se le iba junto con sus vidas.

Sus piernas temblaban, sus manos le seguían el gesto y solo estaba ahí, paralizada, inmóvil como una cobarde ante la familia que necesitaba su apoyo.

─¡Señorita Danielle! ─le gritó la madre de los dos niños.

Aran se sacudía del agarre de un soldado; su madre era amenazada con una daga en el cuello mientras les suplicaba que dejaran a su bebé en paz; el menor de 10 meses gateaba sobre las botas de un contrario, mirando a la oji-rosada con su expresión inocente llena de centellas, sin saber el peligro.

Reaccionó como pudo, exigiéndose actuar sobre el medio y empuñó la mano izquierda.

Aunque...

¿Qué se supone que haría? ¿Qué podía hacer? ¿Y si no lograba salvarlos? Esas preguntas invadían su ansiedad como una borrasca ávida por romper los muros de su convicción.

Alguien la empujó con su pierna, su boca se tiñó lodosa al momento de desplomarme. Un peso recayó sobre su cabeza; era el pie de un guardia que ahora, le apuntaba su espada al rostro.

─Dejen de gritar y les tendremos consideración ─concretó autoritario.

El rabillo de su ojo alcanzó a ver de qué se trataba... cabellos lilas peinados hacia el lado, demostrando una fórmula verbal fría y seria a sus compañeros decisivos. Aquel hombre pertenecía la tribu de los Crativs.

─¡No le hagan nada a mi bebé! ¡Por favor! ─lloriqueaba Juliette, removiéndose.

Lágrimas amenazaban su vista, trataba de alzarse y solo conseguía que el filo del arma se le enterrara con lentitud en la mejilla. Asimismo, el llanto del bebé Max apareció por la angustia de su progenitora, daba alaridos y gateaba en su dirección, en busca de estar cerca...

─Quieta ─ordenó su agresor al ver las intenciones de la joven.

─¡Danielle!

─¡Les ordenamos que se callen! ─exclamó enojada la guardia que sostenía a Aran.

─¡Dejen a...!

La escena que siguió se plasmó en su memoria, volviéndose una sensación irremediable de desamparo.

Aran cayó inmediatamente, el sonido de un instrumento al actuar con la viscosa declaración sangrienta hizo que, a centímetros de él, se derrumbara un pequeño cuerpecito sin vigor y... descabezado con un corte despiadado y atroz.

Danielle: Reina Perdida.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora