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Capítulo. 21: "G o b e r n a n t e M a n i p u l a d o".

Lexter despierta, desconcertado de lo que pasó como un sujeto de resaca; pese que, es más que claro cualquier suceso por el ser "dormido" a unos milímetros de él

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Lexter despierta, desconcertado de lo que pasó como un sujeto de resaca; pese que, es más que claro cualquier suceso por el ser "dormido" a unos milímetros de él.

Un cuerpo que conoce o... conocía, puesto que la expresión del pálido es un poema de haber dado su último adiós al mundo.

Leonardo no se mueve.

Las ventanas impiden que la luz entre al sitio, sin embargo, el ventarrón eterno de afuera es audible como si estuviera presenciando las oleadas de aire en contra de su figura.

—¿Qué hice? —masculla, tratando de ordenar los hechos sin poder respirar en paz—. ¡Maldita sea Amelia! ¡¿Qué me hiciste hacer?!

Sus ojos rojizos recaen en más confusión al ver a su hijo aletargado en una cama de sangre seca.

—¡Leonardo! ¡Leonardo, despierta!

Por ser un rey debería ser una de las presencias más inquebrantables del mundo... no es así. Porque quien ha hecho toda clase de actos viles a sus cercanos, no fue él. Fue la mujer de ojos dorados consumiendo su cuerpo, esa mujer a la que alguna vez ha amado y que con el paso de los siglos, supo quien era de verdad...

—¿Prometes compartir tu cuerpo cuántas veces lo necesite? —indagaba sonriendo, maliciosa.

—L-lo prometo, Amelia —aceptó con una respiración profunda.

—¿Siempre?

—Siempre.

—Dame tu mano.

Y una vez, estrechándose, el trato entre reyes estaba hecho.

Amelia, gracias a una innumerable cantidad de magia lograba usar cualquier parte de Lexter las veces que deseaba, actuando como él, controlando que no tuviera piedad respecto a las leyes en contra los Raimbarks.

Justo ahora, con el cadáver de su hijo en brazos y un mar negro desenfocándole la vista, reacciona a los dislates que hizo sin saber. ¿Cuándo perdió el control? Al principio Amelia solo lo usaba para supervisar y luego comenzó a herir a sus hijos... Catalina le temía y Leonardo le odiaba.

—¡No tenías que hacer esto, Amelia! —vocifera enronqueciendo—. ¡Maldita sea! ¡Leonardo! ¡Leonardo despierta, hijo! ¡Leo!

El hombre, derrotado y airado por no haber podido detenerse, se sumerge en el cuello del ya fallecido, la frialdad es tal como la de un cuerpo sin vida, no hay dudas de la falta de pulso; le pide perdón mil veces sabiendo que ya no tiene caso; lo hecho, hecho está y al joven no le regresará el aliento por un par de lamentos tardíos.

Como se arrepiente, ¡ah! Si tan solo hubiera parado esa locura cuando podía, su querido Leonardo no se hubiera ido.

¡Si tan solo no le hubiera seguido el juego a Amelia fingiendo desprecio a sus hijos, él estuviera respirando! ¡Ah, cuanto lo siente! ¡Pero no podía permitir que la reina supiera el cariño que les tiene, sino los usaría en su contra para más extorsiones! ¡Que impura se tornó su relación!

Danielle: Reina Perdida.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora