ஜ 𝓟𝓻𝓮𝓯𝓪𝓬𝓲𝓸 ஜ

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Su sonrisa campante la perseguía mientras corría entre los matorrales muertos del bosque, su cabello blanco y corto brillaba a pesar de la oscuridad, la hacía ver como lo que era: una niña, pequeña, que no debía estar pasando por esa clase de circ...

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Su sonrisa campante la perseguía mientras corría entre los matorrales muertos del bosque, su cabello blanco y corto brillaba a pesar de la oscuridad, la hacía ver como lo que era: una niña, pequeña, que no debía estar pasando por esa clase de circunstancia monstruosa.

Él la seguía, por pertenecer a la misma raza llegaban a considerarse parientes, aunque la necesidad de estar unidos por una única repulsa era su mayor y más magnánima conexión, estaba revestida dolorosamente de adversidades contemporáneas.

Ella aceleró el paso y Mikael le copió, juntos corrían a toda velocidad entre el frío confortante del conticinio.

Las ramas rozaban sus pieles pálidas y las rasguñaban un par de veces, sus pies descalzos ya acostumbrados a las piedras se resbalaban en el fango; la respiración se hacía rápida y la adrenalina rebasaba el presente, sin embargo, no esa a la que estaban adaptados, no esa fogosidad del temor a ser aprehendido que les instruía a sobrevivir, sino una vibrante y aventurista.

Porque así es como ella trataba de ver el mundo, como una hazaña y no una masacre.

A pesar de que lo era.

Su delgado cuerpo se acercó al acantilado donde solían pasar, el pasto raspaba sus rodillas con sutileza, los pequeños insectos del lugar revolotearon cuando atropelló sus hogares. Ella extendió los brazos en signo de libertad y se rió al dar un salto al vacío, dejándose caer como pluma al suelo.

Él desternilló con ella, abriendo sus alas cuando se acercó al final del sendero e imitando su alharaca excéntrica.

La brisa chocó sus pómulos, sintió un cosquilleo en el estómago mientras estiraba sus extremidades, a punto de alcanzar a la párvula.

─¡Dan! ─Exclamó Mikael, volteándose hacia la mencionada carialegre.

Tomó impulso con sus alas hasta llegar a rozar su mano con la de ella, sus dedos pasaban entre los suyos pero...

No la recibió.

─¡Mikey! ─gritó la peliblanca al ver los ojos del chico perder su luz.

Su sonrisa permanecía, intacta.

─¡Mikael, toma mi mano! ─suplicaba aterrorizada sin poder hacerlo─. ¡Mikael!

Ahí, todo cobró sentido.

El entorno cambió y regresó al verdadero lugar en el que estuvo por última vez: el prado. La felicidad se escapó como un ave en cautiverio, aquella aura viva se tornó en un lazo negro enlutado.

─¿D-Danielle? ─balbuceó con un hilo de voz agonizante.

Ella estaba ahí, llegando a la escena hasta toparse con su figura, esa escena que había visto millones de veces y seguía sin poder evitarla.

Danielle: Reina Perdida.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora