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( aterrizaje )
El avión aterrizó en tiempo, sin retraso alguno. El par de hermanos desbordaron y se dirigieron dentro en espera de sus maletas, para después salir y buscar a Lana quien les dijo que los estaría esperando para darles alojamiento el tiempo que quisieran permanecer en América, ya que había tomado la excelente decisión de comprar una casa bastante amplia, a pesar de que vivía sola.
En un inicio, el mayor de los hermanos había negado aquel ofrecimiento ya que debido a su trabajo, el de igual forma tenía que viajar y le conseguirían una habitación de hotel donde ambos podrían quedarse, pero al saber que su hermana se sentiría mejor en compañía de su mejor amiga, decidió acceder a quedarse con la mexicana.
—Ella dijo que nos estaría esperando afuera del aeropuerto, en un auto para irnos pronto—dijo la rubia antes de tomar con su mano libre la de su hermano arrastrándolo fuera del lugar.
Cuando divisaron el auto, ambos caminaron, rodeados de fotógrafos y fans de ambos que habían estado esperando por horas su llegada y que anhelaban una foto, un simple roce de manos o un autógrafo antes de que los hermanos llegaran al auto que les estaba esperando. Del auto que estaba afuera, bajó Lana del lugar de piloto para ayudarlos a subir las maletas al maletero,
—Yo conduzco—se ofreció Hardin con su mano extendida ya que por las interminables veces que su hermana le había llevado a fiestas en ese recinto sabía de memoria el camino, confiada en que sabía que el mayor sabía la dirección la pelinegra le dio las llaves para después subir en la parte trasera del auto con su mejor amiga.
Una vez todos estuvieron dentro, la mayor de las chicas se giró a verla y por primera vez en lo que llevaba de los últimos días la rubia no pudo aguantar más y sus ojos se cristalizaron.
—Si quieres llorar por él...—le susurró y por el retrovisor Hardin miró a su hermana, viendo como su nariz había enrojecido en señal de que ta estaba llorando.
—No—dijo con un tono más seco del que incluso ella misma esperaba—. Cuando lo perdoné la primera vez, sabía que volvería a pasar. Si estoy llorando no es porque me haya engañado, eso lo acepté tiempo atrás, si estoy llorando es porque lo dejé ocurrir de nuevo. Porque no antepuse mi dignidad por él y ahora todos los medios quieren adivinar que ocurre y sigo siendo yo la que ha quedado como una tonta.
—Pero no lo eres. En lo absoluto, solo tuviste fe en él. Y esta bien, antes de ser tú novio fue tu amigo y te hizo pensar que era diferente y esta bien que te sientas así. Lo quieres.
—¿Por qué eres tan sabia?
—Son los dos años que te llevo de diferencia—bromeó causando que ambas rieran y pronto llegaron a la casa de la pelinegra.
