C a p í t u l o [DIECISÉIS]

483 57 12
                                    

El lunes nos despedimos y con Cristina partimos hacia nuestros hogares.
Había sido difícil darle un último abrazo al de coleta, teniendo en cuenta que no lo vería en un mes, pero me consolaba la idea de saber que podríamos hablar por mensajes.

El camino se me hizo eterno. La rubia dormía y yo me dedicaba a mirar por la ventana pensando en David.
Sus ojos, su boca, su constante altanería a la hora de sonreír. Y lo mas importante, la gran persona que ocultaba ser tras aquella dura fachada.

Al llegar, no me molesté en buscar a mí madre, sabía que hasta la noche no vendría. Entré en mí habitación, encendí la calefacción y me coloqué la camiseta que David me había prestado hacía unos días. ¿La había lavado? No, evidentemente, por más sucio que se viera, mientras su olor estuviese impregnado en ella, no la lavaría.
Me recosté sobre la cama y el recuerdo de los brazos del mayor abrazándome por la noche se hizo presente en mí cabeza. Pensé en el durante minutos, quizá más de los que me hubiese gustado contar.

Me había comentado con ilusión, que pasaría la navidad en Madrid con un amigo que no veía hace mucho tiempo. En verdad me alegraba por él. Verle sonreír y disfrutar de las cosas me llenaba de felicidad.

En los últimos meses había tenido la oportunidad de conocer un lado tan auténtico y divertido de él que, por momentos, ni yo me creía.
Aquel chico de brillantes ojos café y despampanante sonrisa, año trás año se empeñaba en conquistarme.

Me odiaba por no haberme resistido a caer en sus encantos. Pero, está vez, me había resultado imposible.
Saber que bajo todo ese rencor y competitividad, existía un chico dulce y comprensivo. Me volvía loca.

Cuando unos golpecitos en mí puerta me despertaron, supe que entre tanto pensar, me quedé dormida.

Cené con mí madre y como todos los años, se ofreció a cambiarme a un colegio más cercano. La verdad es que ambas nos extrañabamos, pero por cuestiones de trabajo, el internado me parecía lo mejor. Además, ahí estaban las cosas que yo más apreciaba y hasta cierto punto, era mí hogar.
Después de la clásica conversación anual, regresé a mí habitación.

El siguiente año trabajaría en la empresa de mí madre como directora general del área de marketing. ¿Estaba preparada? Pues, en mí opinión, los años de experiencia ayudando a mí madre y mis abundantes conocimientos me harían todo muy fácil. No era la primera vez que me veía siendo "la jefa".
Cada año, en vacaciones, mí madre me dejaba trabajar con ella para ganar mí propio dinero.

Suspiré. No había pasado un día y ya extrañaba la rutina.
¿Cómo haría para mantenerme feliz trás terminar este año escolar? Me separaría de todo.
Cristina iría a una universidad en la otra punta de Andorra para estudiar psicología.
Samuel ya estaba aceptado en la universidad de medicina, dispuesto a convertirse en el doctor que su padre siempre quiso que sea.
Y por último, David. Él tenía varias opciones, entre ellas, la misma universidad a la que yo estaba inscripta.

Rodé en la cama hasta el borde. ¿Qué era esa tristeza que abundaba mí pecho?
Debía admitirlo, los cambios no eran mío.
¿Por qué tenía que enamorarme de esta manera?
Sabía perfectamente que al castaño y a la rubia los tendría conmigo siempre. Así lo habíamos jurado una y miles de veces. Porque si, los últimos años de colegio eran difíciles, no solo didácticamente, sinó también, emocionalmente.
Recordaba como, bajo la soledad de la noche, los tres habíamos compartido horas en secreto. Y hasta hacía un año, escondernos era algo necesario. Pero todo cambia y, quizá, todo lo que estaba pasando era para bien. ¿Cómo saberlo? Si todo se analiza bajo el miedo y la cobardía de enfrentar lo que viene.
Reí ronca. Mí conciencia tenía razón.

Mí imaginación se dispersó y volví hacia el recuerdo de aquellos ojos café que me tenían devota de sí. ¿Perder a David? No, definitivamente, ahora que admitía mis sentimientos, pelearía por mantenerlo a mí lado. Recordé sus últimas palabras cuando nos despedimos.
"No me pongas esa cara. Te aseguro que no vas a extrañarme tanto como yo a ti, arpía."
Me sonrojé y solté un pequeño chillido. Abracé mí almohada empezando a rodar inquieta sobre la cama. ¿Por qué tenía que ser tan lindo? ¿No podía simplemente mantener la misma faceta que había tenido siempre conmigo?
Joder, no podía pensar eso. Amaba que me tratara de aquella de manera.

Finalmente, después de dar vueltas como loca sobre el mismo asunto, concilie el sueño. 







~°~

Holis, ¿Cómo están? Paso por aquí y actualizo aprovechando que también actualicé en "Hey, David"
Los extrañé, gente
Besis 💕💕💕💕

R I V A L I D A D E S. [xFaRgAnx]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora