C a p í t u l o [TRES]

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Sábado. El día más ansiado para todos, pero no para mi.
Desperté temprano y me dirige al gimnasio, donde me encontraría con Samuel para usar las diferentes máquinas. Eran buenos los momentos en los que nadie se presentaba allí. ¿Quién querría hacer ejercicio, a las 7 AM, un sábado?

Crucé la cancha, observando con disimulo las marcas que había dibujado en la madrugada. Me encontré sonriendo al recordar la ayuda de David. Sacudí mí cabeza con rabia, no iba a permitirme el tener esos sentimientos. Posicioné mí mirada hacia el frente y llené mis pulmones de la seguridad que me caracterizaba.
Analicé el lugar en busca de mí amigo. Dos hombres de espaldas, sin camiseta, flexionaban sus músculos subiendo y bajando, agarrados de una barra. Carraspeé mí garganta y ellos se voltearon haciendo comentarios como "te ha salvado la campana". Arqueé una ceja al ver a David y Samuel sin camiseta. Mí vista se disparaba sin descaro alguno, sobre sus torsos. Bonitas vistas mañaneras.

—Buen día.— habló risueño el castaño. Yo le eché una de esas miradas que hablan por si solas y él me miró nervioso.— No pude quitarmelo de encima.— contraatacó mí anterior gesto con un lindo puchero, acompañado de un leve sonrojo y yo no pude reprimir una sonrisa.
Solté un pequeño "bien" y me encaminé hacia la máquina para correr, ellos me acompañaron.

—¿No creen que es un poco temprano para que estén el gym?—cuestionó el autoinvitado.

—Aún te puedes ir, Fargan.— contestó mí fornido amigo y nosotros reírnos levemente.

Después de que David y yo entramos un poco más en confianza, gracias a Samuel, empezamos a hablar de todo tipo de temas. Resultó sorprendente saber que compartíamos tantos gustos.
Dejé lentamente el ejercicio cuando mí reloj pitó.

—Esta semana no vamos de fiesta. Si quieres puedes venir a cenar con nosotras.— sugerí hacia mí amigo mientras tomaba mis cosas.

—Lo siento, peque. Quedamos para cenar con los chavales, ya sabes, para festejar que entramos en el campeonato.— finalizó empujando a David, quien se reía por lo bajo. Los observé risueña, parecían dos imbéciles.

—Vale. Que no se diga que no te he invitado.— entre risas, me retiré del lugar.

•••

Más rápido de lo que esperaba, Cristina y yo nos encontrábamos entrando en una especie de bar, listas para cenar.
Oí un bufido por parte de ella y observé el lugar al que los ojos de la chica apuntaban. El equipo de básquet masculino, completo, en el mismo bar que nosotras. La arrastré a sentarse lejos, ya que no nos habían divisado. Entendía la estrepitosa casualidad, este bar había estado en boca de varios alumnos y a mí amiga le había picado la curiosidad conocerlo.

—¿Ya no te apetece tanto estar aquí, eh?— hablé burlona y ella rodó los ojos. 

—Iras a pedir tú, yo no me acerco a esos monos.— soltó en un tono totalmente dramático y yo no pude evitar carcajearme. Aunque la idea no me encantaba, tenía hambre y la comida valía los sacrificios.

Me encaminé hacia la barra, sintiendo algunas miradas sobre mí. Supuse que estaba imaginando cosas y me senté en una de las banquetas, relajada.
Un apuesto bartender se volteó hacia mí con una sonrisa, después de que su compañero le hiciera notar mí presencia, inmediatamente mí cerebro me informó que debía coquetearle. Tan rápida como una araña en el microsegundo en el que pestañas, le devolví la sonrisa. Sabía que estás eran uno de mis atributos más peligrosos.

—Buenas noches, ¿deseas ver la carta?— pronunció con su profunda voz. Ojos miel y cabello negro atado en una coleta, podía divisar algunos tatuajes en su brazo. Definitivamente era momento de usar mis mejores armas.

R I V A L I D A D E S. [xFaRgAnx]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora