Capítulo ocho: No me dejes

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Hola, antes de empezar quiero agradecer a todas esas personas que lentamente se fueron uniendo a lo que ahora es mi historia, la verdad yo lo empecé a escribir como un hobby pero terminó siendo como algo más, un trabajo del sueño se podría decir.
Sin ustedes no sería posible.

Sarada se encontraba en su apartamento, ella iría a una de las muchas búsquedas para encontrar a Boruto. Sarada desayunó sin mucho entusiasmo y con un nudo en el estómago, la tensión empezaba a hacerse notar en la cara de la azabache. Sarada salió y fue a las puertas de Konoha, esperando al equipo de búsqueda, ella esperó varias horas, pero nadie llegó, al notar la desesperación de la Uchiha uno de los guardias de las puertas le informó que las búsquedas fueron canceladas.

-¿¡Cómo?! ¿Ya no? No eso...-Sarada exclamó extremadamente confundida, un caos de pensamientos la inundaron, ella no podía creer que el mismo Hokage hubiera decidido cancelar las búsquedas, al final eran de su propio hijo. Ella sabía que no podía dejar eso así, empezó a caminar con la mente clara en relación a sus próximas palabras. Ella tendría que hacer que el Hokage volviera a buscar a Boruto, ella no se rendiría. Al llegar a la oficina del Uzumaki mayor, ella entró sin siquiera preguntarse si sería incorrecto.

-Hola Sarada, ¿Cómo estás?- Naruto pronunció esas palabras, pero al momento de ver la reacción de la Uchiha entendió que había cometido un grave error.

-¿¡Qué cómo estoy?! Primero, dejaron las malditas búsquedas, segundo ¡eso es lo único que lo podía hacer aparecer!- Gritó la Uchiha sin darse cuenta que alguien más había entrado a la habitación.

-¿Sarada? ¿Aparecer a quién? Por cierto Naruto-kun, ¿Y Boruto? Supuse que estaba contigo.- Sarada no pudo contener su furia.

-Pregúntale al Hokage, y creo que deberías saber dónde está tu alumno, digo creo. Y sí, he cambiado estos últimos años que no estuviste, ¡felicidades! Crecí- dijo la azabache enojada con ellos, haciendo el último comentario específicamente para herir a su padre, ella no quería saber nada más, así que salió de la oficina y se dirigió a su apartamento. Pero al llegar lo único que pasó fue que el que alguna vez fe un nudo en su garganta se volvió en lágrimas que Sarada dudó que alguna vez pararían. Ella se dejó caer en su cama y abrazó fuertemente a su almohada. Ella no quería dejar de buscarlo, era su única esperanza. Boruto. Su amigo de la infancia, su cómplice, su gran enemigo, su primer amor. Nunca lo volvería a ver.

"Por favor, no me dejes"

Te Pusiste En Mi CaminoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora