17. TODOS

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Dante se encerró en el baño como solía hacer cuando se sentía furioso, preocupado o triste. En ese momento le costaba elegir entre cual de esas tres cosas sentir.

El agua siempre le ayudaba a pensar mejor. Suspiró sintiendo el líquido delineando su cuerpo.

¿Qué tenía ese maldito Greg que él no tuviese?

Era guapo, sí.
¿Más que él?, Podía ser.
Pero Dante estaba seguro de que no podía conocer mejor a Ryan que él.

NADIE podía conocer a Ryan mejor que él.

Los celos le mataban. Por mucho que se dijese a sí mismo que él hacía cien veces lo mismo, que se acostaba con quien fuese...
Eso no le ayudaba.

Porque sabía que Ryan no era como él. Dante pensaba que si se iba a la cama con cualquiera solo sería un polvo, un pasatiempo sin importancia; pero para Ryan no era así. Ryan se enamoraba.
Ryan se acostaba con quien significase algo para él.

Si solamente fuese un polvo, a Dante le daría igual. No hubiese puesto confeti en la ventana pero podría vivir con ello.

Lo que le destrozaba era pensar que Ryan pudiese sentir algo por otra persona, irse de su lado. Dejarle solo.

Una cita. Eso solaba realmente mal...

Le pegó un puñetazo a la pared de azulejos.

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Alex entró en clase con la mirada clavada en el suelo. Malditos psicólogos...
¿Quién decidía si debía incorporarse a una vida "normal" o no sino él? Odiaba que decidiesen así con su vida.

Y que decidiesen mal, porque no estaba preparado para volver a clase. Alex quería encerrarse en su habitación de nuevo, a salvo de miradas y comentarios hirientes. Las personas eran malas con él cuando le veían débil, y en aquel momento Alex se sentía enormemente vulnerable.

"Es un yonki"
"Dicen que su madre no le quiere"
"Ha intentado matarse"

Se sentó en su asiento con treinta y dos ojos clavados en su nuca. Intentando hacer oídos sordos a las risas y los susurros.

Desde que Nick le obligaba a tomar su medicación con una precisión casi militar Alex se sentía muy distinto, mucho más presente y eso, para su desgracia, le hacía consciente de lo que pasaba a su alrededor.

Todos le miraban de manera extraña. Algunos con curiosidad, otros con pena, e incluso alguno de ellos con miedo. Permaneció allí sentado contando los segundos hasta que tocase el timbre que finalizase la clase.

Pero el tiempo pasaba tan lento que parecía que alguien hubiese puesto la cámara lenta con un gran mando a distancia.
Alex ni siguiera escuchaba lo que su profesor bajito y con gafas contaba sobre la guerra.

Nick estaría en ese momento en clase. Escuchando a su propio profesor.

Desde que había salido del hospital no se había separado de él. Y Alex estaría eternamente agradecido por eso.

El chico suspiró. Nick había sido su salvavidas después del hospital, como una cálida manta de seguridad y protección que le había mantenido con vida en sus peores días, arropándole, protegiéndolo del mundo.
Y era gracias a él que ahora se sentía mucho mejor.

Le dolía pensar que en unas semanas deberían separarse y cada uno se iría a casa a pasar las vacaciones.

Tras la clase Alex se escabulló entre la multitud de alumnos hasta llegar al armario de escobas del gimnasio. Se subió en un cubo para alcanzar el escondite de sus drogas. Tomó solo algunas y las guardó en su bolsillo rápidamente antes de que el conserje le descubriese.

BAJO LA PIELDonde viven las historias. Descúbrelo ahora