19. NICK

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—¿SE PUEDE SABER QUÉ ESTABA PASANDO ALLÍ? —le gritó la directora dando un golpe sobre su escritorio. Nick se quedó mirando una vena de su cuello. Daba miedo...

—Estaba nervioso... —mintió él— No me salían las palabras... me atraganté.

Alex le había metido en un buen lío, la directora se le había echado encima como un lobo en cuanto lo había encontrado. Gracias a dios, mucho después de desfogar todas esas ganas que le tenía a su pequeño rubio.

Es que Alex era... era lo mejor. No tenía más palabras.

Tal vez era el amor, porque Nick nunca había amado a nadie en su vida, y tal vez eso intensificaba más sus sensaciones. Pero le parecía que el chico era algo así como un dios de sexo. Como si alguien hubiese repartido superpoderes por la ciudad y el del rubio fuese saber moverse como lo hacía.

Recordó la forma de bailar del chico y pensó que tendría que haberlo visto venir.

Y eso que él era el único que había estado en su interior.

Eso tal vez era lo que más le gustaba. Alex era suyo. Podía sonar mal, egoísta. Pero Alex le amaba a él, y solo él podía tocarle. Y Nick  también era del chico, porque nunca se había enamorado en serio. Una cosa es que le guste alguien, interesarse, incluso enrollarse... y otra cosa es... amar.

Nick iba sonriendo como un bobo por todas partes. Siempre en una nube de serotonina.

La directora dio un golpe en la mesa y volvió a la tierra de golpe. Pero claro, el rubio se divertía poniéndole cachondo en los momentos más inoportunos...

—¡No eran ruidos de atraganto lo que se escuchaban! —le gritó.

Esperaba que al chico se le ocurriese algo para salvarle el culo... porque estaba bien jodido.

La puerta se abrió lentamente. Para su alivio era Alex.

—Señora, ¿Puedo pasar? —le preguntó. Regina asintió. Nick ya sabía que el carácter de la mujer se ablandaba cuando se trataba del chico. Pensó que debía ser el instinto maternal, o la codicia por el dinero que recibía de él.

—Sí —le dijo.

Alex se acercó y apoyó las manos en la mesa, para inclinarse hacia adelante y mirarle a los ojos.

Nick pasó un momento la mirada por ese monumento que era su trasero.

—Nick no tiene la culpa —le dijo el rubio.

—Alex no te metas en esto porque.... —le dijo ella de mal humor.

—Fue culpa mía —le interrumpió él. Los otros dos le miraron. Antes de que Nick fuese a replicar el chico habló de nuevo—. Yo le pedí que lo hiciese, para hacerme feliz, y él lo hizo porque quería contentarme. No lo hacía para ofender a nadie. Como usted le dijo que debía mantenerme contento.... Le dije que si no lo hacía volvería a intentar morir, él solo quería mantenerme vivo. ¿Qué otra cosa podía hacer?

Ella frunció el ceño.

—¿Es verdad eso? —le preguntó a Nick. Dudó, porque no quería ser expulsado o castigado, pero tampoco que el chico cargase con la culpa.

BAJO LA PIELDonde viven las historias. Descúbrelo ahora