22. DAVID

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David miró el perfil de Max. Su nariz recta de punta suave. Sus labios medio abiertos.

Era realmente guapo. Guapo como para cogerle manía nada más verle.

Su piel blanca parecía más suave por la luz de la lámpara que iluminaba la habitación.

Y su cuerpo. Oh, dios.


La luz hacía que sus abdominales se dibujasen más. Acarició con su dedo índice la piel de alrededor del ombligo. Y como si sus dedos fuesen piernas, caminó por su torso hasta llegar casi a su cuello. Max le miró y le sonrió con cariño. Ninguno dijo nada durante mucho tiempo. David miró el reloj. Eran las cuatro de la madrugada. Y ninguno de los dos tenía sueño.


Su abuelo le había llamado sobre las doce, justo cuando David se estaba calentando viendo como Max se duchaba.

Como la hora le había extrañado lo había descolgado. Si hubiese sabido que solo era para hablar y preguntarle si los padres de Max estaban de acuerdo con que pasase las vacaciones allí no hubiese contestado la llamada. Pero lo hizo, y empezó a hablar con Max sobre eso. Se habían desvelado completamente.


Tumbados en su cama. Habían pasado casi toda la noche hablando de cosas sin importancia. Cosas como las navidades de uno y de otro... sus vacaciones, y ese tipo de recuerdos que se cuentan entre susurros con una sonrisa.


David se sintió un poco mal cuando Max le contó que en Nochebuena su familia solía cenar con un duque amigo de la familia, que invitaba a todo rico que conociese. Max debía ser educado y no dejar en evidencia a su familia delante de la flor y nata invitada.


Max le dijo que los odiaba a todos, que todo le parecía tediosamente aburrido, que eran más falsos que una moneda de chocolate. Ni siquiera podía ligar, porque sabía que si se liaba con alguna mujer o hija de alguien importante, luego tendría problemas. Y acababa cenando comida de gourmet junto a personas que no conocía pero odiaba y justo a sus padres, que sí conocía bien a los que odiaba más todavía.


David comparó su Nochebuena con la suya. La casa de sus abuelos era pequeña, pero siempre había sitio para los amigos y familia. Y si no había sitio, se hacía. Solían cenar todos juntos, por la tarde se juntaban todas las "cocineras" que iban a cenar y se adueñaban de la cocina. Hacían tanta comida que luego sobraba mucha y terminaban comiendo y cenando sobras durante los días siguientes.

Muchas veces sus vecinos se sumaban a la fiesta y el único requisito era que vinieran con su propia silla, porque en su casa no tenían suficientes para todos.


No tendría dinero, pero tenía amigos, y se lo pasaba mucho mejor.


Suspiró. No sabía que iban a decir sus amigos y familia de Max, pero se la sudaba si no les gustaba, quería pasar con él las fiestas y hacerle sonreír.


Como sonreía en esos momentos.


BAJO LA PIELDonde viven las historias. Descúbrelo ahora