20. ALEX

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Alex se dejó caer hasta el suelo frío de baldosas. Con la mejilla pegada al suelo sentía el sabor ácido de la bilis en la boca, agarrada a su lengua seca.

Nick se acercó lentamente y se tumbó a su lado pero separado por un ancho metro para dejar al chico sudoroso su espacio.

Frente a frente, Se quedaron mirándose durante tanto tiempo que Alex perdió la noción del tiempo y cuando Nick le tendió la mano estirando su brazo se la tomó al instante.

Nick se la apretó suavemente. Alex notaba como temblaba su mano y no le gustaba.

En realidad no le gustaba nada de lo que sentía en ese momento. Cada fibra de su cuerpo y de su consciencia, ansiaba una dosis, aunque fuese pequeñita.

Añoraba tanto ese intenso placer recorriendo su cuerpo desde la nuca hasta el resto de su cuerpo... lo ansiaba, era lo que necesitaba. Y todos sus pensamientos acababan ahí. En una dosis.

En esa enorme sensación llenando cada parte de su cuerpo.

Pero intentaría aguantar por Nick, y por él.

Se repetía a sí mismo en su cabeza que el único motivo por el que sentía esa tremenda necesidad era la adicción, que no era real, que no la necesitaba de verdad. Solo era su sistema nervioso pidiendo a gritos lo que estaba acostumbrado a recibir, nada más.

Conocía eso. Primero su cuerpo echaría de menos el éxtasis que solía consumir, que le aceleraba en una nube de optimista ficción, volviéndolo nervioso e irritable. Sintió tristeza y fatiga y un enorme dolor de cabeza. Luego, y ahí venía lo importante, tras veinticuatro horas sin consumir nada su cuerpo empezaría a preguntarse dónde cojones estaban los opiáceos que le narcotizaban regularmente, y le daría igual si era fentanilo, oxicodona, heroína o morfina; lo exigiría con fuerza.

Su sistema nervioso interpretaría esa falta de anestesia como dolor. 

Y a las cuarenta y ocho horas Alex estaría bien jodido.

Pero, si lograba superar la barrera de las setenta y dos horas, los días siguientes serían mucho más sencillos.

En la clínica lo había hecho diferente, disminuyendo las dosis poco a poco y ayudándole a soportarlo con otras sustancias.

Sabía que eso que estaban haciendo no iba a salir bien. Pero no quería ir a la clínica; No sin él, que le ayudaba a convencerse a sí mismo que podía aguantar.

Su cuerpo estaba tan loco como su cabeza.

Temblaba, igual tenía mucho frío que mucho calor. Le dolía cada parte de su cuerpo. Tenía nauseas y sentía que el corazón se le iba a salir del pecho.

Dolía, se encontraba tan mal...

Se sentía morir.

Alex hubiese matado por un triste Tramadol en aquel momento.

—Alex, ¿Estas bien? —preguntó Nick muy preocupado. Era la sexta vez que le preguntaba. Alex asintió porque le costaba hablar.

Tenía frío, mucho frío aunque sudase.

Sin poder controlarse se puso a llorar en silencio.

BAJO LA PIELDonde viven las historias. Descúbrelo ahora