CAPITULO 3

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~Mi voz se perdía en medio del aire, había tanto viento y era tan fuerte que casi no me podía escuchar cuando cantaba, porque sí, cantaba para ellos al unísono del mar y el viento, sentada allí mientras el mar hacía su efecto en mi voz, pero allí seguía, intacta y libre, un poco perdida y a la vez melódica, pura divinidad.

Juntos éramos mas fuertes y sin saberlo nos conocimos de alguna manera, sin juzgarnos, sin mentirnos, sin herirnos, sin señalar nuestros pecados, sin lastimar nuestros corazones... podría ser capaz de decir que fue... un encuentro especial, sin segundos conciertos, no hubo hipocresía, no hubo miedo al contar quiénes eramos y quienes queríamos llegar a ser y aquello que queríamos hacer en la vida, todo aquello fue amistad verdadera, apoyo mutuo e incondicional.

Y luego sentí un abrazo: un abrazo que nunca había recibido de parte de nadie nunca en mi vida, fue un encuentro celestial, no tenía intenciones de saber qué sucedería después, todo surgió de la nada, como, si fuese planeado por algún ser divino y no por mí, un abrazo bastó para sentirme llena de vida, mi alma restablecida, radiante, al menos por un poco.

Mi piel al descubierto, el aire me tocaba, él lo hacía, la vida lo hacía, desnuda con todo mi esplendor de ser, cubriendo partes de mí, que él veía como arte, todo ocurría tras el milagro del encuentro, amado en ese preciso instante en el que, me hizo sentir libre, feliz, yo misma y tan solo eso me fue suficiente.

Ese abrazo bastó para cambiar un mundo completamente destruido y ordinario.

Pero porqué sentirse ordinario/a?, no ser común era algo que buscaba ser, cuando entendí que la decisión simplemente era mía, me dí cuenta de que me estaba ahogando con el vaso de agua en mis manos, era tan absurdo que hasta risa me causaba todo el asunto, pero necesitaba eso, un ''datsuzoku'' y logré cumplir esa meta, no se imaginan cuanta felicidad encontré después de eso.

Después de eso, después del aire, la música, el abrazo, el instante, la comida, la gente, los animales, las montañas, los árboles extraños, los ríos, las risas, las pisadas, las huellas marcadas por quienes se han ido y los que han llegado, acabé por entender que sí era un paraíso, un sueño fugaz, un destello, un instante, una hora, un momento, el silencio, en medio del aire.

Conclusión no absoluta y entera...

Un abrazo en el instante.



YO ESTUVE AHÍWhere stories live. Discover now