CAPITULO 32

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Ojalá que mañana lluevan esmeraldas y billetes... 

Robaste de a pedazos, las lágrimas no se habían detenido, había lucido aquél vestido, a ver si así se merecía algún cumplido, esperando lo incierto, el fuego, unas veces esmeralda, otras zafiro, otras negro, a ver si así pudiste haberlo notado.

Hay algo que no acepto, es volver a ese lugar, al privilegio de su presencia renuncio, te he sobrevivido tanto y sólo tanto como para pensar en ti desde lejos.

Como la soñadora que nunca aprendió a volar, como los amantes que no saben amar, quise combinar con tu matiz, que te quedaras con mis amuletos, pero estaba en algo incorrecto, porque creí que estar contigo me hacía mejor, ojalá que mañana lluevan esmeraldas y billetes... que en el cielo haya un eclipse al que mires fijamente, que me tenga sin cuidado si de algo te arrepientes.

No sabían a quién le pertenecía, aunque estuviesen equivocados, no sabían a quién le correspondía la carga positiva ni la negativa, sólo tenían claro que, lo quisieran o no, una fuerza invisible siempre terminaba separan-dolos.  

Y sólo fue un minuto, pero costó toda una historia detrás, escuchas el sonido de la lluvia, desde la cama, de noche, en el día su reflejo cambia con el sol, pero ella es pura tormenta, un tornado en llamas, diario buscando el antídoto de poder encontrar al indicado y que no sea sólo un minuto.

 Perdía las esperanzas, la herida siempre estuvo a plena vista, aunque nunca nadie la quiso ver, tuvo que pelear una batalla, se alejaba, ya no estaba, a dónde se había ido ella?


YO ESTUVE AHÍWhere stories live. Discover now