Angel

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Vámonos.

La japonesa se quedó en su lugar, mirando los ojos de la castaña y preguntándose si realmente estaba hablando en serio, pero al no notar ningún tipo de sonrisa en su rostro, desvió la mirada con nerviosismo.

Estaba hablando muy enserio.

—¿Y a dónde? —comentó con ironía, revisando nuevamente la hora y asustándose con el solo pensamiento de su padre entrando a la escuela, tomándola de la mano y separándola para siempre de Nayeon.

—A hablar con tu padre.

—Oh, claro que no —se negó rotundamente la pelinegra, soltándose del agarre de la mayor y dando unos pasos hacia atrás. Chocó con la pared de la dirección y mirando a ambos lados tragó saliva con dureza—. Además, ¿de que va a servir?

La castaña iba a responder, pero unos pasos hacia dentro de la dirección las hicieron girar su rostro, la japonesa paralizándose en su lugar y la mayor relajando sus hombros mientras soltaba un suspiro.

Akira había cruzado el umbral de la puerta y no parecía nada contento.

—¿Se puede saber porque tardas tanto, Mina? —su ronca a voz resonó por toda la sala y un escalofrío recorrió la espalda de la pelinegra.

—Yo-

—Estaba hablando conmigo —la interrumpió la castaña, ganándose una mirada de pánico por parte de la menor y una de extrañeza por parte del padre de la japonesa—. Im Nayeon, encantada.

Le tendió la mano al mayor y éste, con el ceño fruncido, aceptó el saludo y estrechó su mano. Se separaron y un silencio incómodo reinó en la sala.

—Entonces, señorita Im, siento interrumpir pero mi hija ya se iba —tomó la mano de la menor y luego de jalarla levemente, la mano de Nayeon lo detuvo.

—Lo siento, pero no puedo dejarlo hacer eso —Akira miró la mano de la castaña por unos segundos y, molesto, quitó su mano de encima.

—¿Y tú quién crees que-

—Mina no quiere irse —lo interrumpió, y Mina sintió que podría desmayarse ahí mismo para así no ver la escena frente a sus ojos. Su padre iba a matar a Nayeon—. Pero eso supongo que ya lo sabe.

—Mientras mi hija viva bajo mi techo, deberá acatar mis órdenes —el mayor alzó la voz y dando un paso hacia al frente, se acercó a la castaña, quién no parecia para nada intimidada por el padre de Mina. Aunque en su interior un mono tocando los platillos le gritaba que dejé ahí la conversación y corra por su vida.

—Pues ya no deberá acatar sus órdenes —aseguró la más baja, tomando la mano de la japonesa y sonriéndole ampliamente—. Porque Mina vivirá conmigo ahora.

Un silencio sepulcral reino en el lugar y de no ser por los pasos de director que se acercó al lugar con unos portafolios entre sus brazos, Nayeon estaba segura que su vida hubiera acabado ahí mismo.

—¿Señor Myoui? Pensé que usted-

—Entonces, Mina —el mayor hizo caso omiso a las palabras del director y miró fijamente a su hija—. Puedes dejar de considerarte mi hija, porque yo así lo haré.

La pelinegra se levantó con brusquedad mientras su pecho subía y bajaba violentamente. Las palabras de su padre habían quedado grabadas en su memoria y aunque su novia había hablado con ella para tranquilizarla, el hecho de no haber visto a su padre en su graduación le había afectado más de lo que creyó.

Quitó las sábanas de su cuerpo y miró de reojo el reloj sobre su mesa de noche. Era bastante temprano y le daba vergüenza salir a la cocina cuando todos estaban durmiendo. Decidió tomar su teléfono y pasar las horas viendo algún video de gente construyendo piscinas con sólo un palo de madera.

Cuando su batería se acabó, le dio otro vistazo al reloj y recordó que Nayeon solía bajar a tomar desayuno antes que sus padres, así que fue al baño para darse una ducha y así terminar de despertarse. Unos golpecitos en su puerta la hicieron levantarse de la cama, y todavía con su pijama de pingüinos abrió la puerta lentamente, sacando su cabeza y encontrándose con la sonrisa de Nayeon.

—¿Tienes hambre? —preguntó en un susurró, acercándose a besar sus labios y alejándose brevemente, para luego abrazar a la más alta por la cintura y esconder su rostro en su cuello.

Antes de que la japonesa pudiera responder, el sonido de su estómago rugir contestó por ella, sacándole una sonrisa a su novia quien alejándose, tomó su mano para guiarla a la cocina.

—¿Dormiste bien? —preguntó la castaña mientras caminaba al refrigerador para sacar la leche. La pelinegra dudo unos segundos en que contestar, pero finalmente alzó sus hombros y sonrió levemente.

—Si —ayudó a la contraria con los pocillos y dejándolos sobre la mesa, echó el cereal en uno. La castaña ponía la leche antes.

—¿Cuando entras a trabajar? —dejó caer la leche sobre los cereales de la japonesa y luego la colocó en su pocillo vacío.

—Mañana, a las diez —caminaron hacia el comedor y dejando los pocillos sobre la mesa, la castaña acercó su silla a la de Mina, dejando sus codos topándose y comenzado a comer en silencio.

—¿Puedo ir a dejarte? —preguntó en un murmuró la mayor, sacándole una sonrisa a su novia. La japonesa asintió con la cabeza y besó su mejilla para luego seguir comiendo.

Mina había conseguido un trabajo de medio tiempo en una cafetería cerca de la casa de su novia, no ganaría tanto dinero pero le serviría para pagar su "renta", algo en lo que Nayeon no estaba de acuerdo pero era lo que correspondía por quedarse ahí. Además, logró ganar una beca en la Universidad de Seúl y entraría a estudiar en lo que terminaba el año.

Lo único que la preocupaba en esos momentos, era si podría arreglar las cosas con su padre.

Angel » MinayeonDonde viven las historias. Descúbrelo ahora