Mina tuvo un mal presentimiento cuando salió de su ultima clase ese día.
Sooyoung no se ofreció para ir a dejarla —raro teniendo en cuenta que lo había hecho durante toda la semana pasada—, por lo que tendría que caminar hasta el departamento sola.
Colocó sus audífonos y subió un poco el volumen de la música. Miró hacia ambos lados y cruzó con sus hombros tensos.
Por alguna razón, luego de esa cena en casa de su novia, había logrado ganar un intenso miedo a caminar sola por la calle. Siempre se aseguraba de que no haya nadie cerca y además, las posibilidades de encontrarse con su padre nuevamente eran bastante altas.
Terminó por apagar la música, necesitando escuchar lo que pasaba a su alrededor para no ponerse nerviosa.
Colocó sus manos en sus bolsillos y miró nuevamente hacia su espalda, el silencio de la calle extrañamente causándole un escalofrío y haciéndola acelerar el paso.
Por cada segundo que pasaba, estaba más segura de que alguien la seguía, sus pasos sin ser lo único que se escuchaba mientras doblaba hacia la esquina.
Una vez llegó al portal de su departamento, se giró con rapidez y miró hacia todos lados en busca de alguien, su respiración atascándose en su garganta cuando clavó su visión en la figura de un hombre en la esquina frente a su departamento.
Entro con rapidez y subió al ascensor con su corazón todavía latiendo contra su pecho. En cualquier momento tendría un ataque de ansiedad y estaba tratando de llegar lo más rápido posible a su puerta para poder desmoronarse en su hogar.
Una vez la puerta se cerró detrás de ella, se sentó en el suelo y apoyo su espalda hacia atrás, llevando sus rodillas a su pecho y sintiendo sus lágrimas escapar de sus párpados cerrados.
No quería seguir pensando en eso, pero podría jurar que ese era el rostro de Jaebum.
~~
Unos golpes en su puerta y Mina abrió los ojos con lentitud, el recuerdo rápido de lo que sucedió en la tarde invadiendo su mente.
Se incorporó en el sofá y restregó sus párpados con pereza, el sonido del timbre sonando brevemente antes de que la japonesa se pudriera levantar.
Caminó como pudo hasta la puerta y miró por el ojo de pez para ver quien era, una cabellera pelirosa apareciendo en su visión cuando aún sentía los rastros del cansancio en su rostro.
—¿Sana? —abrió la puerta con cuidado y miró con su ceño fruncido la sonrisa de la contraria, quien se hizo a un lado y dejó ver a Nayeon con sus ojos medio cerrados y un mohín en sus labios.
—Me pidió que la traiga —se excusó con sus hombros alzados—. La enfermera del campus le dio el día libre.
Mina se acercó a la castaña y al pasar su brazo por sus hombros, notó la elevada temperatura de su novia, además del notorio sudor alojado en su nuca.
—Ten —dejó una bolsita de papel en sus manos y dio un paso atrás—. Son sopas, espero que sirvan para que se mejore.
—Muchas gracias —sonrió levemente la japonesa, inclinando levemente su cabeza hacia delante antes de entrar un poco en el departamento.
—Yo-, supongo que será mejor que me vaya —la pelirosa dejó sus manos detrás de su espalda y se dió media vuelta, alzando una de sus manos para finalmente despedirse.
Los ojos de la pelinegra la siguieron hasta que desapareció de su vista y con la cabeza gacha, caminó con la mayor en su costado para dejarla sobre su cama.
—Mina —un jadeo de parte de la mayor la hizo mirarla con preocupación—. Te olvidas de algo.
Con su dedo índice, la castaña señaló sus labios y cerró los ojos esperando a que la japonesa la besara, el sonrojo en sus mejillas no solo por la fiebre.
—Tonta —sonrió brevemente la pelinegra, besando la mejilla de la mayor y ampliando su sonrisa al ver el ceño fruncido de la contraria—. Hay que sacarte eso, esta toda sudada.
—No —murmuró cruzándose de brazos, dándole la espalda y dejando a la japonesa con sus manos estiradas.
Para sorpresa de la castaña, Mina no tardó demasiado en pasar sus manos bajo las rodillas de la mayor y levantarla de la cama con su otra mano sosteniendo su nuca. Un leve chillido de sorpresa y Nayeon ya estaba sentada en el inodoro del baño con un cambio de ropa descansando en sus muslos.
—Báñate y no dejes la toalla en el suelo —ordeñó con severidad la pelinegra, su mirada clavada en la mayor sentada frente a ella—. A menos que quieras que yo lo haga.
La puerta se cerró en sus narices y el sonido del pestillo le dio a entender que Nayeon claramente no dejaría que la japonesa la viera así de vulnerable, por lo que simplemente caminó hasta la cocina y revisó las cosas que Sana había comprado.
Eran en total cinco sobres de sopas, cada una de un color distinto y con un adorable pollo en una de las esquinas.
Vacío la bolsa en la mesa —las pastillas recetadas por la enfermera acompañando a los sobres— y un papel cayó desde el fondo, la pelinegra tomándolo entre sus manos para leer de que se trataba.
Con detenimiento, leyó superficialmente lo que decía y frunció el ceño al ver el número bajo el pequeño papel.
Mina estaba segura de que los remedios no costaban tanto, pero al perecer la pelirosa optó por comprar lo más caro aún cuando no es necesario derrochar tanto dinero en algo así, existiendo alternativas más baratas que definitivamente son igual de efectivas. Le parecía inverosímil el hecho de que Sana haya gastado eso para alguien que claramente no le agradaba.
Decidió botar la boleta de compra y comenzar a preparar una de las sopas mientras escuchaba el sonido del agua correr desde el baño.
Nayeon apoyó sus codos sobre sus rodillas y leyó con amargura el mensaje en su pantalla, el sonido del agua y el vapor ahogando el gruñido de fastidio que la castaña soltó antes de bloquear el teléfono y entrar a la ducha.
Su cerebro parecía latir dentro de su craneo y sus ojos ardían con sólo mantenerlos abiertos, pero al agua fue responsable de bajar su fiebre nuevamente y despejar su pecho congestionado.
Con un pijama más grande de lo que estaba acostumbrada a usar y una toalla en su cabeza, la castaña caminó por el pasillo hasta llegar al comedor, la figura de la japonesa sentada en la mesa y un plato de sopa humeante en el asiento a su lado llamándola para acercarse.
—Esas son las pastillas —apuntó a las solitarias pastillas a un lado del vaso de agua—. Deje una alarma para cuando tengas que despertarte y tomar las otras.
La castaña asintió levemente con la cabeza y se sentó a su lado, las gotas de agua escurriendo por su cuello hasta mojar su espalda comenzando a incomodarla levemente.
De reojo, noto como las manos de la japonesa se acercaban a su rostro, finalmente agarrando la toalla sobre su cabeza y quitándosela con cuidado. Nayeon la miró unos segundos hasta que la pelinegra abandonó el comedor para dejar la toalla mojada en el cesto de ropa sucia.
Su teléfono volvió a sonar y esta vez la pantalla se iluminó mostrando la vista previa del mensaje que acababa de llegarle, su ceño levemente fruncido y sus manos inclinando su teléfono para ver mejor.
Ya sabía quien era, había leído el primer mensaje, pero aún así deseo que no fuera ella nuevamente mientras desbloqueaba el teléfono.
Número desconocido
Ya son dos favores.
Un helado de fresa quizás no esté tan mal :)
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Angel » Minayeon
Fanfiction2da Temporada de "Devil" Luego de escapar de su padre, Mina finalmente consigue graduarse. Pero ahora, su relación con Nayeon comienza a verse perjudicada por la llegada de Minatozaki Sana. "El diablo antes de ser demonio, era ángel"