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Su conversación con Sana duró más de lo que esperaba, la mayor intentando convencerla de ir al hospital para ver a Yuta y Mina negándose rotundamente, más aún luego de la conversación que tuvo con él ese día. Por lo tanto, dejó su bicicleta asegurada a uno de los postes y entró a la cafetería, la voz de la pelirosa todavía sonando a sus espaldas.

Ahora, en el lado del copiloto mientras Nayeon manejaba, se dedicó a mirar por la ventana mientras fruncía el ceño, pensativa. La castaña la miró de reojo notando lo distraída que estaba, así que con cuidado puso su mano libre sobre su pierna mientras detenía el vehículo frente a la universidad.

—Mina, ya llegamos —murmuró con ternura la mayor, captando la atención de la peliengra quien algo distraída, quitó su cinturón de seguridad y abrió la puerta.

La universidad de Corea era la única que estaba relativamente cerca de Mina y que además impartía economía entre sus carreras, razón por la que eligió esa y no la universidad de su novia, la cual no tenía entre sus opciones la que ella quería. La japonesa se sorprendió bastante cuando Nayeon le contó con entusiasmo sus planes a futuro, teniendo en cuenta que en la escuela era un caso perdido. Pero supuso que eso era lo que le pasaba a algunas personas, simplemente la escuela no era para ellos.

Nayeon dejó sus papeles en la recepción, la señora buscando rápidamente el número de su habitación mientras la castaña hablaba con su novia sobre lo que hizo en el día.

—Jihyo consiguió entrar a Yonsei para estudiar música, me llamó en el almuerzo para contármelo —sonrió ampliamente mientras la japonesa la miraba con ternura. Era la primera vez que la veía tan orgullosa y la verdad, no podía evitar sonreír junto a ella gracias a eso—. Oh, y Jeongyeon entró a trabajar en un estudio de fotografía. La verdad es que-

Pero Mina no la pudo seguir escuchando, demasiado cautivada por su manera de hablar como para prestar atención. En su cabeza, el cabello castaño de la mayor ondeaba con ligereza mientras una música divina sonaba de fondo.

Quizás si le hubiera prestado esa atención en el pasado, la japonesa no hubiera dudado en caer a sus pies.

—¿Minari, me estás escuchando? —preguntó con cuidado la contraria, sacudiendo su mano frente al rostro de la japonesa para sacarla de su breve trance.

—¿Eh? Ah, claro —sonrió con nerviosismo y desvió la mirada, la castaña mirándola con diversión mientras presionaba levemente el agarre de sus manos, la recepcionista entregándole su numero de habitación.

La habitación 345H estaba casi al final del edificio, algo que no le hizo especial gracia a la castaña.

—Supongo que tendré que traer algunas bombas de oxígeno —comentó con sarcasmo la mayor, ganándose un leve apretón en su mano por parte de su novia.

—Es linda —halagó la pelinegra con sus ojos clavados en los detalles de la habitación. Era lo suficientemente amplia como para dos personas, a cada lado una cama con su respectivo escritorio. Además el baño era espacioso y los armarios parecían ser otras habitaciones más que un guardarropas—. Con este closet podría quedarme a vivir aquí dentro —comentó con una sonrisa, mirando a la castaña sobre su hombro.

Nayeon negó con la cabeza, divertida, acercando su cuerpo al de la japonesa hasta poder abrazarla por la cintura, apoyando su mejilla sobre su hombro y cerrando los ojos unos momentos.

—Gracias —susurró despacio, sus brazos todavía rodeando el cuerpo de la peliengra, quien algo confundida, se giró hacia su novia para mirarla con detenimiento.

—¿Por qué? —preguntó, sus manos subiendo hasta las mejillas de la mayor, acariciandolas con delicadeza.

La castaña se sonrojó unos segundos, desviando la mirada y alejándose unos milímetros de la menor—. Digo, por estar conmigo.

Algo dentro de Mina se revolvió con felicidad, sacándole una sonrisa mientras sus brazos rodeaban con fuerza el torso de su novia. Apoyó su mentón sobre la cabeza de la mayor y la escuchó suspirar sobre su pecho.

Se separaron lentamente, mirándose con adoración mientras Nayeon mordía con emoción su labio inferior. Se acercó con cuidado, chocando su nariz con la de la japonesa y cerrando sus ojos, juntó sus labios de una vez por todas. Las manos Mina presionando con firmeza sus caderas mientras la mayor envolvía el cuello de la contraria con sus brazos, minimizando el mayor espacio posible mientras movía sus labios con entusiasmo.

—Tiene que ser una broma —una voz habló desde el marco de la puerta, interrumpiéndolas y causando que sus cuerpos tengan que separarse por la vergüenza. Las mejillas de ambas se tiñeron de un color carmesí y sus labios eran la prueba viviente de lo que estaban haciendo hace unos segundos.

Mina, quién aún algo aturdida acomodó su cabello como pudo y se giró hacia la figura en el umbral de la puerta, no pudo evitar abrir los ojos con sorpresa al darse cuenta de quién se trataba.

—Sana —susurró con terror, su mano instintivamente uniéndose con la de Nayeon, apretándola con firmeza.

Tenía que ser una broma, ella lo había dicho, no podía ser posible que el destino quiera con tanta insistencia que Mina se encuentre en todos lados con la pelirosa. Incluso estaba empezando a creer que la mayor estaba haciendo todo eso a propósito, como castigo por los años de tortura que debió sufrir en ese reformatorio en Japón.

—¿Sana? —preguntó Nayeon igual de confundida, sacando el aire contenido en sus pulmones cuando se dio cuenta de la situación. Iba a ser compañera de cuarto con la ex de su novia.

—¿Qué haces aquí? ¿Por qué pareciera que apareces en todos lados a los que voy? —dijo con molestia la pelinegra, frunciendo el ceño y tomando el puente de su nariz entre sus dedos, una jaqueca comenzando a molestarla.

—¿Crees que lo hago a propósito? —murmuró con altanería la más alta, posando ambas manos sobre su cintura mientras alzaba una de sus cejas. Esta bien, quizás si lo había hecho a propósito en la cafetería, pero lo que estaba pasando en este momento había sido completamente aleatorio.

Sin embargo, mientras el ambiente se volvía tensó entre las dos japonesas, Nayeon aclaró su garganta con nerviosismo y se acercó hacia Sana, tendiéndole la mano mientras sonreía con amabilidad.

—Im Nayeon —se presentó con cortesía, su mano siendo olímpicamente rechazada por la pelirosa. De todas formas, los años de escuela le había enseñado dos cosas.

Ser amable para causar una buena primera impresión.

Ser una completa imbécil si alguien le pasaba por encima. Como Sana en ese momento.

—¿Podrías dejar de ser una mierda resentida? —habló con molestia la castaña, dándose la vuelta y mirando con arrogancia a la más alta—. Si no te diste cuenta, vamos a estar en la misma habitación todo lo que dure la carrera, así que cierra bien tu boca y deja de hacer berrinches —tomó la mano de la japonesa, que aún estaba algo en shock por la situación y caminaron fuera de los dormitorios.

—No puedo creer que-

—¿Siempre fue así de molesta? —preguntó algo más calmada la castaña, sintiendo como la pelinegra se acercaba a su cuerpo y caminaban juntas hasta la recepción.

—Puede ser que yo tenga algo que ver con eso —respondió pensativa Mina, su cabeza cayendo sobre el hombro de la contraria mientras la recepcionista se despedía con amabilidad.

—¿Le fue bien? —preguntó la señora en un acto de cortesía, entregándole su tarjeta de entrada y demás cosas que necesitaría para la próxima semana.

Nayeon sonrío falsamente y asintió con la cabeza—. De maravilla.

Angel » MinayeonDonde viven las historias. Descúbrelo ahora