IV

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Cuando Nayeon llegó a casa, Mina se había quedado encerrada en su habitación. Trató con todas sus fuerzas comerse un trozo de pastel de carne que había en el refrigerador pero su apetito se había esfumado con la llegada de su padre.

Se enterró bajo las sábanas y se quedó dormida con música relajante que encontró en YouTube. Ni siquiera se cambió de ropa y probablemente se arrepienta cuando despierte, con todas las costuras marcadas en su cuerpo.

Unos ligeros golpes en su puerta no fueron suficientes para despertarla de su profundo sueño, así que cuando al cuarto golpe no despertó, la castaña abrió la puerta lentamente para comprobar su estado.

Y lo único que encontró en la oscura habitación fue un bulto arropado completamente en el medio de la cama y el sonido de un piano. La luz del teléfono era lo único que iluminaba el lugar, de miedo si se veía desde la perspectiva de Nayeon, pues sombras algo terroríficas se creaban gracias a la luz.

Se acercó a su novia y le quitó las frazadas del rostro, notando como su flequillo estaba pegado a su frente y su mejilla hundida en la almohada. La movió levemente, sacándole un gruñido de molestia a la japonesa, quien todavía algo dormida levantó la cabeza y frotó sus ojos.

—¿Qué hora es? —preguntó con su voz ronca mientras se incorporaba en la cama. La castaña miró la pantalla del teléfono de la japonesa y volvió su mirada.

—Van a ser las ocho —contestó despacio, acercando su mano a la mejilla de su novia y acariciandola levemente. Seguía enfadada, pero con el pasar del día ese enfado fue atenuándose, no desapareciendo del todo pero disminuyendo—. ¿Comiste algo?

La japonesa asintió con la cabeza, y a pesar de que Nayeon había visto el trozo de pastel de carne casi sin comer en la heladera, se mantuvo en silencio.

Mina se iba a levantar de la cama, pero Nayeon la detuvo con su mano, mirándola a los ojos y frunciéndome levemente el ceño.

—Mina yo-

—Ayer hablé con Sana —soltó de repente la japonesa, sentándose en la cama y dejando su pijama sobre su regazo—. La verdad no fue la gran cosa porque me mandó a la mierda nuevamente, pero no quise decírtelo porque —hizo una pausa y miró los pies de la castaña, divagando—, pensé que te agobiarías si hablo demasiado de mi exnovia.

Nayeon sonrió levemente y se acercó a su lado, acariciando el cabello de la menor.

—¿Algo más? —la castaña sabía que no era lo único que estaba atormentando la mente de su novia y definitivamente no se iba a ir con las manos vacías. La contraria dudó un poco y soltando un suspiro, habló.

—Akira fue a mi trabajo —un nudo en su garganta le hizo difícil hablar y tuvo que tragar con dificultad para poder continuar. El solo hecho de haberse dado cuenta que su padre no había cambiado en nada luego de todo ese tiempo le había afectado mas de lo que ella creía—. Me trajo a casa y quiso saber como estaba, ¿lo puedes creer? —sonrió con sarcasmo—. Ni se apareció en mi graduación y ahora parece preocuparse.

La mayor torció los labios, acercándose a la pelinegra y acariciando su espalda cuando la contraria la rodeó por la cintura con sus brazos, apoyando su cabeza en su pecho y cerrando los ojos unos segundos.

—¿Quieres acompañarme para ver lo de los dormitorios? —preguntó cuando se separaron lentamente y la japonesa estiro su espalda, soltando un suspiro de alivio cuando sus músculos lograron relajarse luego de tanto tiempo encogida bajo las sabanas. Lo pensó unos segundos y luego asintió con la cabeza, dejando un corto beso sobre los labios de su novia y levantándose de la cama. Sabía que el día en que ambas tengan que entrar a la universidad iba a llegar en poco tiempo y la verdad es que no era algo que la preocupara mucho. Tampoco estarían tan lejos una de la otra.

Cuando despertó al día siguiente, había olvidado por completo que la castaña se había quedado dormida a su lado, abrazándola por la cintura y hundiendo su rostro en su cuello. Se estiró como pudo y miró el reloj sobre la mesa, alegrándose de no haberse quedado dormida.

Con cuidado, se deshizo del agarre de la castaña y se sentó en el borde de la cama, tomando su teléfono y revisando sus redes sociales antes de ir al baño.

—¿Mina? —murmuró la castaña restregándose los ojos con su puño, y soltando un bostezo largo antes de acercarse a la contraria— ¿ya te vas? —preguntó con decepción en su voz, rodeando los hombros de la pelinegra y apoyando su mejilla en su espalda.

—Ya sabes que mi turno empieza temprano —pero aunque quiso levantarse e ir al baño para no perder tiempo, dejó que los brazos de la castaña la empujen hacia atrás y caiga sobre el colcho con Nayeon aferrándose a su cuerpo con fuerza.

—Cinco minutos —murmuró contra la ropa de su pijama y la japonesa no pudo evitar reírse de su novia.

Finalmente Mina pudo zafarse de los brazos de la contraria, aún así perdiendo cinco minutos en el proceso. Se metió en la ducha y tarareando una canción que recordaba escuchar en la radio hace unos días, terminó de alistarse para ir a trabajar.

Justo antes de salir de la casa, Nayeon se acercó con una sonrisa y besó sus labios antes de alejarse.

—A las cinco iremos —le recordó, dándole un ligero toque en la punta de su nariz—. Jaebum me prestará el auto.

—¿No moriremos en el camino? —le cuestionó con una sonrisa y Nayeon frunció el ceño fingiendo estar herida ante su comentario.

—¿Estás cuestionando mis habilidades? —la japonesa se quedó en silencio, para luego revolver el cabello de la contraria y alejarse para ir al trabajo.

Se despidió rápidamente al notar la hora y abriendo la puerta para luego tomar su bicicleta, miró de reojo la figura de Nayeon todavía parada en la puerta despidiéndose con la mano.

Segundos antes de llegar a la cafetería, una cabellera pelirosa parada frente al local la hizo disminuir la velocidad. Estaba cruzada de brazos y parecía mirarla fijamente, mientras la pelinegra se acercaba con lentitud.

—¿Qué haces aquí? —preguntó bajándose de la bicicletas, para luego dejarla encadenada—. Pensé que me habías dejado claro la última vez que no quieres tener nada que ver conmigo.

Pero la contraria no rodó los ojos como lo había hecho veces anteriores, sino que ahora se acercó un poco y con la expresión de preocupación miró a la más baja.

—Es Yuta —dijo despacio, como si al decir su nombre una tercera guerra mundial se fuera a desatar—. Esta en el hospital.

Angel » MinayeonDonde viven las historias. Descúbrelo ahora