XIII

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Manos grandes tomaban su cintura para evitar que huyera, sus sollozos atorándose en su garganta al mismo tiempo en que las manos de aquel hombre rasgaban su camiseta de dormir.

—¡No! ¡Por favor! —gritó con todas sus fuerzas, un golpe seco en su cabeza causando que se quede callada por unos segundos.

Yo voy a curarte, Sana.

Se levantó casi como si de eso dependiera su vida, su respiración agitada y una capa de sudor frío cubriendo su cuerpo.

Tardó unos segundos en tranquilizarse, mirando a su alrededor para asegurarse de no haber despertado a la castaña, el cuerpo de la contraria durmiendo tranquilamente en la cama al otro lado de la habitación, con una tranquilidad que Sana envidiaba.

Encendió la luz sobre la mesa y pasó sus manos sobre su cara cansada, sentándose en el borde y colocándose unas sandalias sobre sus calcetines.

Recordó la pequeña caja de té que Mina le había recomendado y por alguna razón, tomó su teléfono y escribió por inercia.

¿Despierta?

Guardó su teléfono en su bolsillo casi maldiciéndose por lo que acababa de hacer y bajó al primer piso con una bolsita de té entre sus manos, sentándose donde siempre y sacando un poco de agua caliente para beberse el té.

Segundos después de sentarse, su teléfono vibró, las manos inquietas pero algo lentas de Sana escabulléndose entre su bolsillo para sacar con rapidez su teléfono.

Minari
Supongo que estamos igual.

Sana sabia que sacarle conversación a Mina era bastante complicado, incluso cuando eran niñas, la pelinegra prefería mantenerse en silencio para disfrutar de la compañía en lugar de hablar de algún tema sin importancia.

Y nuevamente, los dolorosos recuerdos de su adolescencia volvía a remecer su cabeza causando que le de otro sorbo al té entre sus manos.

No estaba segura en si mandarte un mensaje.
Me alegra que me hayas respondido.

Su corazón golpeó contra su pecho mientras miraba la palabra escribiendo... bajo el nombre de la menor, finalmente un mensaje apareciendo en la burbuja del chat.

Minari    
Pensé que el té serviría de algo.
Pero veo que no.

Una parte de ella quiso alegrarse de que Mina se esté preocupando por ella, pero seguía pensando que el que la pelinegra esté en su misma situación era algo deprimente.

¿Sigues en la cafetería?

Minari
Lo dejé al entrar a la universidad.

Como supuso, las respuestas seguían siendo cortantes.

Soltó un suspiro de cansancio y le dio otro sorbo a su té, notando que el contenido ya estaba casi acabado y que la bolsita ya estaba casi consumida.

¿Cine, cierto?
Recuerdo haberte escuchado decirlo
alguna vez.

La respuesta tardó unos segundos, y por un momento Sana temió haberse equivocado y que la pelinegra termine bloqueando su número, aunque no haya dicho nada malo.

Minari
Si.
No pensé que lo recordarías.

Una sonrisa triunfante broto de sus labios, mirando el mensaje en la pantalla y levantándose de su asiento. Botó el vaso desechable y subió las escaleras mientras subía hasta llegar su habitación.

Hay muchas cosas que aún recuerdo.

Abrió la puerta y dejó sus zapatos en la entrada, enterrándose en su cama y dándole una mirada de reojo a Nayeon, su respiración calmada siendo lo único que se escuchaba desde su lugar.

Me voy a dormir
Descansa.

Justo antes de cerrar sus ojos, envió el mensaje y apoyó su cabeza en la almohada, de a poco sintiendo su cuerpo relajarse hasta finalmente poder dormir.

Esa fue la primera noche en mucho tiempo, en la que realmente pudo descansar.

~~

Nayeon despertó ese día con su garganta totalmente apretada y su cabeza hirviendo de fiebre.

Miró como pudo su teléfono y maldijo para si misma al descubrir que tenía Álgebra a la primera hora. Faltar a clases no era una opción, sobre todo teniendo en cuenta que matemáticas no estaba viendo su fuerte.

La japonesa ya no se encontraba en la habitación, algo ya demasiado común como para tomarlo en cuenta siquiera.

Se levantó y rezó para que al darse una ducha, su dolor muscular fuera menos intenso para cuando salga de la habitación.

Efectivamente, sus piernas parecían reaccionar mejor para cuando terminó de ducharse, pero su pecho seguía apretado y sus ojos ardían como el infierno.

Cruzó la puerta con sus ojos entrecerrados y camino como pudo hasta los salones. Su cabeza latía cada vez que daba un paso y sus hombros estaban inclinando hacia delante.

—¡Nayeon! —una voz detrás de ella le gritó y la castaña solo frunció el ceño para evitar gritarle que se callara.

Taehyung corrió hacia ella con una sonrisa y su bolso entre sus brazos, posicionándose a su lado y saludándola con la mano. Sus ojos estaban entrecerrados cuando sonría y Nayeon realmente quiso devolverle el gesto, pero su humor y enfermedad en ese momento no la estaban ayudando mucho.

—¿Estas enferma? —pregunto en voz baja y Nayeon asintió levemente con la cabeza, incluso ese pequeño gesto logrando retumbar su cerebro—. Debiste quedarte a descansar.

—Tengo álgebra, no podía faltar —contestó débilmente, llegando hasta el salón y deteniéndose en la puerta. El más alto revisó entre su bolso, sacando una tableta de pastillas y se las pasó a la mayor.

—Ten —le tendió una botella de agua junto a las pastillas—. Como tengo lentes siempre me duele la cabeza.

—Gracias —esta vez si le sonrió levemente, entrando al salón y sentándose lo más lejos de la pizarra posible.

Trató con todas sus fuerzas de prestar atención a la clase, anotando las cosas que lograse entender cuando sus ojos lograban mantenerse abiertos. En varias ocasiones tuvo que detener su escritura porque sus mocos estaban cayendo de su nariz, tratando de sonarse sin hacer tanto ruido.

Cuando la clase terminó, sólo pudo prestar atención a la mitad de la materia, pero eso era bastante mejor que faltar y no saber nada para la clase siguiente.

Aunque las pastillas de Taehyung la ayudaron un poco, seguía pensando que tenía fiebre y que en definitiva iba a tener que faltar a las otras dos clases, por lo que como pudo, caminó hasta su habitación y se lanzó a la cama sin cambiarse de ropa siquiera.

Apenas cerró los ojos, puso el teléfono en silencio y no supo de nada más hasta horas después.

Angel » MinayeonDonde viven las historias. Descúbrelo ahora