Capítulo 23 "Quédate conmigo"

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Narra Summer.

Después de salir a correr me encontré con Jace, sí, ese Jace, el Ex-Mejor Amigo de Max; la verdad, después de que me enterara de lo que había pasado con él y Max, no tenía muchas ganas de verlo, aunque conmigo se haya portado muy bien.
Pero si se meten con alguno de los imbéciles con los que vivo, se meten conmigo.
Ni siquiera los conoces bien.
Pero ya empiezo a apreciarlos.
Estuve intercambiando unas palabras con el ya mencionado Jace, hasta que me percaté de que ya estaba anocheciendo y regresé a mi casa.
Estoy recostada en mi cama con mi teléfono, entreteniéndome con cualquier cosa mientras espero a que los ebrios con los que vivo lleguen a casa sanos y salvos.
Son las 3:42am, todo está totalmente obscuro todavía; Andrew, Connor y Tyler deberían estar durmiendo en sus camas, si no es que están haciendo otras cosas en ellas.
Alrededor de diez minutos más tarde puedo escuchar como alguien azota la puerta de la entrada, seguido de unas voces arrastradas y algo torpes, pero familiares. Bajo rápidamente las escaleras del segundo piso para llegar a la primera planta, no me interesa en lo absoluto que estos estúpidos me vean en pijama, porque además de que mañana no se acordarán de ni la mitad de esto, tendrán que acostumbrarse a verme así todas las jodidas mañanas de su vida, tal vez hasta que salgamos de la escuela y nuestros padres nos obliguen a trabajar en sus empresas.
Al bajar el último escalón puedo visualizar tres siluetas atléticas y completamente negras, debido a que ninguna luz está encendida.

- ¿Max, Nathan, James?. - Pregunto caminando cuidadosamente y buscando a tientas algún interruptor de luz.
- ¡Summer, qué alegría verte por aquí!, ¿Qué te trae a: "Los Ángeles"? - Me pregunta el estúpido de mi hermano, caminando mientras extiende los brazos y le da lo que parece un fuerte y doloroso abrazo a James.
- Para empezar, estás abrazando a James y segundo, vivo contigo, imbécil. - Respondo con un tono de voz algo ronca.
- Hermano, no es por nada, pero te agradecería que me soltaras, estás lastimándome. - Dice James, arrastrando las palabras e intentando zafarse del abrazo de mi hermano.
- ¡Summer, tanto tiempo!... - Dice Max, borracho hasta el culo y caminado muy torpemente hacia a mi. - Ven, nena, dame un beso...
- ¿Un qué? - Respondió mi hermano mirando hacia la pared contraria a la que estábamos Max y yo, es sorprendente como puede estar tan ebrio y aún así entender lo qué la persona que está a unos pasos de mi, acaba de decir.
- Un... ¡hueso! - Respondí vacilante después de unos segundos.
- ¿Un hueso? - Respondieron Nathan y Max al unísono.
- Sí, un hueso, es que hace unas horas Max y yo... nos encontramos con un lindo perrito allá afuera y pues le vamos a dar un hueso. - No tengo ni puta idea de dónde acabo de sacar eso. - ¿Verdad, Max?...
- Supongo... - Dice éste.
- Yo me voy a la cama. No quiero oír la historia del estúpido hueso y su perro. - Espeta James, agarrando cualquier cosa a su alcance para no caer, desapareciendo de nuestras vistas. Nos quedamos ahí unos segundos hasta de Nathan dijo:
- Yo también quiero dormir, pero no seré capaz de subir las escaleras por mi cuenta, ¿Me ayudas, Summer? - Me pidió mi hermano. Fue inevitable no sonreír ante esa pregunta, los recuerdos de cómo lo ayudaba a subir a su habitación en Nueva York cuando llegaba ebrio hasta el culo, se hicieron presentes en mi mente.
- Claro que sí, grandulón... - Le respondo con una sonrisa en el rostro. - Max, quédate aquí, ya vuelvo por ti.
- No tardes, te lo ruego. - Musita Max, muy susurrante.
- No tardaré. - Le aseguro mientras coloco el hombro de Nathan sobre el mío y todo su peso recae sobre mí; huele excesivamente a alcohol y mientras subimos las escaleras dice algunas palabras que no logro entender. Llegando a su habitación me encuentro con James recostado en la cama de mi hermano y lo primero que pienso es que se equivocó de recámara, sin embargo, no hago ningún esfuerzo porque James se vaya de aquí, en cambio, recuesto a mi hermano al lado de él, y en pocos segundos éste último se queda profundamente dormido. Bajo rápidamente las escaleras para que la figura de Max aparezca en mis ojos, éste está en el suelo y me acerco rápidamente a él.
- ¿Estás bien?... - Es lo único que sale de mi boca.
- Ajá... - Dice un Max que en estos momentos, no reconozco.
- ¿Podrías responderme algo?...
- Claro, preciosa... - Responde casi inaudible.
- Muy bien, ¿Por qué mierda se pusieron tan ebrios?. - Mi voz suena más severa de lo que hubiera querido.
- Perdón, nena, es sólo que estábamos ahí disfrutando y se nos pasaron las cervezas, no es algo fuera de lo común. - Me sorprende su habilidad para hablar tan bien, estando en su estado.
- Está bien, pero no les pasaré otra. - Musito queriendo sonar enojada, aunque no pueda enojarme con él.
- Sí, mami. - Responde con voz de niño pequeño, a lo que yo solo solté una pequeña carcajada. - Summer... creo que...
- Oh no, por favor, Max, no arruines el momento. - Espeto no queriendo oír lo que va a decir.
- Creo que vomitaré... - Dice dando una arcada.
- Levántate, Max, ¡Rápido! - Le digo agarrándolo del brazo y guiándolo al baño de la primera planta. Él se limita a caminar sin un ritmo y desviándose, tapándose la boca con la mano que tiene libre y dando arcadas. Al llegar al baño prendo la luz y puedo ver como Max se arrodilla frente al retrete y segundos después, oigo como vacía su estómago en él.
- No debí beber tanto. - Se arrepiente.
- Pero ya lo hiciste, ahora espérame aquí, voy por algunas pastillas para eso. - Le advierto antes de salir de ahí.

Me encamino rápidamente a la cocina y con algo de cautela busco entre las alacenas hasta encontrar una estantería dedicada exclusivamente a los medicamentos.
Busco entre las medicinas algo que pueda servir para el vómito, y es aquí cuando me doy cuenta de que no tener a mis padres conmigo ha tenido algo de positivo, pues cuando me enfermaba, yo, sin la ayuda de mi padre o de mi madre, tenía que buscar que medicamento servía para lo que tenía, obligándome así a investigar los compuestos de éstos.
Al cabo de unos dos minutos, por fin encontré algo que le serviría a Max. Saqué una pastilla de la caja, serví un vaso con agua y me encaminé rápidamente hacia donde había dejado a Max unos minutos atrás.
Al abrir la puerta me encuentro con el ya mencionado Max boca arriba y profundamente dormido, me acerco para despertarlo.

- Max... - Digo moviendo un poco su hombro y tomándole la mejilla para que me mirara. - Te traje la medicina.
- ¿Te han dicho que de cerca eres aún más hermosa que de lejos?... - Dice abriendo sus hermosos ojos azules. Involuntariamente me sonrojé ante su comentario. - ¿También te han dicho que eres muy tierna cuando sonríes y te sonrojas?... - Joder, ¿Por qué es tan lindo?.
- Basta de halagos y toma tu pastilla. - Le dije todavía sonrojada y tendiéndole el vaso con agua en una mano y el medicamento en la otra.
- Gracias. - Me agradece.
- De nada. - Musito. Después de que se tomara su pastilla y se acabara el vaso con agua, me digné a decir.
- Bueno, ya va a ser de madrugada, creo que debería de irme a dormir...
- Summer, espera... - Espeta Max, deteniéndome a media puerta.
- ¿Sí?... - Espero su respuesta.
- Quédate conmigo... - Suelta.
- Max, no sé si debería... - Le contradigo.
- Por favor, hazlo por mí... - Me ruega.
- Muy bien, pero si mi hermano se llega a enterar... - Le advierto.
- No se enterará, nena, nadie tiene porque enterarse... esto queda entre tú y yo. - Me dice Max, mientras me hace un espacio a su lado.

Y es así como en esa madrugada fue la primera vez que dormí acurrucada entre los brazos de Max Millar.

Te Romperán el CorazónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora