En cuanto la puerta hace clic, los brazos de Sean se cierran entorno mí y me carga como a una princesa. Parece que no peso nada ya que me lleva sin titubeos por las escaleras, cada escalón lo sube como un suspiro, y, antes de que me de cuanta, estamos en su cuarto con la puerta cerrada. La luz de la luna menguante se cuela por las persianas de su ventana. Por unos segundos todo tiene un aura gris, opaco, incluso... mágico, pero se esfuma cuando Sean prende la luz.
-¿Qué soy para ti?-su pregunta me toma por sorpresa porque nunca me la había planteado.
-Ehmm... eres el amor de...de mi vida-digo y él ríe, me besa la frente y me aprieta contra su pecho.
-De verdad, como no amarte. Me refería a que soy para ti: ¿Dueño? ¿Príncipe? ¿Maestro?
Pienso por un momento. En el espejo de cuerpo entero que está en una esquina de la habitación puedo ver su chupetón coloreando mi piel de morado, azul, verde y un tinte marrón pálido. Es mi dueño, pero también lo es Aaron, incluso hasta más ya que él me reclamo antes que Sean. No quiero contaminar la imagen que tengo de él comprándolo con Aaron, es totalmente diferente, mejor incluso, pero mi cariño está dividido y sé que sería inútil convencerme de lo contrario, no solo traicionaría a Sean, sino a mí mismo, a mi corazón.
No, no es mi dueño. No de todo.
Pienso durante unos segundos más y me imagino a Sean a mi lado, durante mucho tiempo, dejando que el tiempo corra a través de nuestros huesos. Puedo visualizarlo perfectamente, puedo imaginarme un futuro con él. Nunca antes lo había podido hacer... con ningún chico.
Estoy seguro de la respuesta.
-Eres mi príncipe.
Sean asiente y se muestra complacido con la respuesta. No sé que se trae entre manos pero el nerviosismo me consume. Tiemblo de pies a cabeza y no puedo estarme en paz.
Sean abre un cajón y saca una caja de madera cerrada con candado. De su bolsillo saca una llave dorada y la abre.
-Es la mejor manera de guardar los secretos-me dice guardando la llave de nuevo en su bolsillo.
Me da un manojo de tela blanca y negra. Es suave en mis manos, creo que es satín, pero no estoy seguro. Lo extiendo en el aire y encuentro la forma.
Un disfraz de criada francesa.
-Es el que más me gusta y creo que tú te verías hermoso con él-Se sienta a mi lado en la cama y me mira. Es tan raro, tiene juguetes y disfraces en cada rincón de su habitación, pero aun así sigue siendo tan masculino y caballeroso-, claro que si no quieres hacerlo no te obligaré.
Su mano se posa sobre la mía. Nos miramos un segundo y me levanto, desnudándome tan rápido como mis manos me lo permiten. Me quito el abrigo y la playera, los tenis y los pantalones. Cuando me bajo la trusa Sean se levanta y me los sube de nuevo.
-Déjatelos, el rosa te va muy bien-Me toma de las muñecas y me atrapa contra la pared. Me besa furiosamente, inundando mí alrededor con su esencia y su olor a GIVENCHY. Lo beso y cuando quiero más del sabor que sus labios expiden, él se aparta y me deja con ganas de más.
Cruel.
El ríe y me mira, sabe que lo necesito como a una droga y eso le excita. Me dejo la trusa a petición suya y tomo el disfraz. Me lo paso por encima de los brazo y lo bajo poco a poco. Me queda chico, pero creo que esa es la idea. Mi pecho lampiño queda al aire libre y el vestido apenas oculta mis muslos. Tomo el liguero que viene con el disfraz y lo subo por mi pierna derecha por encima del muslo. Tomo las medias y me las pongo delicadamente.
El espejo refleja mi imagen. Mi cabello blanco combina con los encajes del disfraz. Me veo... especial. No parezco chica, pero tampoco un muchacho. Simplemente soy yo, sin estigmas ni esas jaulas llamadas "géneros".
Soy solo Coby.
Me acomodo el vestido y lo aliso con la mano. Mi trusa rosa pálido se asoma un poco. Sean me mira y sus ojos brillan como el polvo de luna que se cuela por las persianas. Se acerca con pasos lentos y pausados.
-Solo un detalle.
Se coloca a mi espalda y me hace un moño con el listón que cuelga a la altura de mi cintura. Lo aprieta y lo deja listo. El disfraz se me entalla a la perfección y esculpe mi delgado cuerpo.
Me acuesto en la cama boca abajo y miro a mi príncipe por encima del hombro.
-¿Puedo servirle en algo, su majestad?
Le doy una mirada sexy y meneo el trasero para excitarlo más de lo que ya está.
-Sí, claro que puedes.
La tela de las medias me roza la piel y me excita la sensación que produce. Me excita ver el espejo frente a mí, reflejando lo prostituta que parezco. Una prostituta y un príncipe. Es una linda historia de amor en mi opinión.
Sean se sube encima de mí. Escucho el tintinear de su cinturón y su verga caliente se posa sobre mis muslos. Su reflejo en el espejo muestra una cara demasiado concretada que parece pérdida en el vacío.
Me jala la trusa salvajemente y me la baja hasta los tobillos. Se lame los dedos de una mano y me los pasa por la línea entre mis nalgas.
-Ahora tú me vas a complacer a mí, yo soy el que voy a disfrutar, ¿entendido?-me susurra las palabras a la oreja.
-Sí... majestad.
Su miembro recorre la línea de mis nalgas lentamente, haciéndome esperar y queriendo hacerme rogar por qué me coja. Entra lentamente, abriéndose paso y dilatando mi ano una vez más. Siento como entra pero no me duele. La sesión del cien me ayudó a estar listo.
Me la mete completa, hasta adentro, después la saca de un tirón y me embiste de nuevo. El disfraz comienza me roza todo el cuerpo, soy su criada, su puta, lo que quiera que sea, seré. Pero que me embista más fuerte por favor.
Pone su mano en mi nuca y me empuja contra la almohada. Siento como sale y entra su verga de mí, causándome un placer que los heterosexuales jamás sentirán. Veo el espejo su cara de placer, de hambre, de ganas de más.
Comienza a embestirme más y más rápido.
-Sí, nena...abre más tus piernas. MMM, soy tu príncipe y debes obedecerme, vamos abre. Eso es, ahora ronronéame-le ronroneo como una gatita en celo y eso lo prende más. Suelta un bufido y continua cogiéndome.
Me comienzo a tocar. Me masturbo al compás de sus movimientos pélvicos y juntos explotamos. Sean toma el plato con mi nombre de la repisa y, al sacar su enorme verga de mi ano recoge el semen que cae entre mis piernas. Después recoge también mi lechita tibia de mi erección y lo pone en el suelo.
-Vamos, bebe. Pero antes, limpia tu desastre-me muestra su erección que un gotea semen y la lamo, dejándola limpia, tragando toda su lechita. Después me hinco y la bebo del plato con mi nombre, de mi plato rosa.
Soy su gatita.
Me bebo la lechita y lamo mis labios para que no se me escape ningún rastro.
-Muy bien, ahora recuéstate conmigo, es una orden.
Me carga y rozamos nuestras narices. Nos acostamos en la cama, yo aun con el disfraz puesto y miramos el techo.
No hablamos por un largo rato y una duda explota en mi interior.
-¿Qué hubiera pasado si te contestaba algo diferente, que eres mí amo o mi profesor?
Sean ríe y me muestra los blancos dientes. Me abraza por la espalda nos acurrucamos, él sobre mí, protegiéndome.
-Bueno... eso tendrás que averiguarlo tú solo un día de estos.
Apaga la luz y nos tapamos bajo los edredones rellenos de plumas. Al poco rato Sean se duerme aun abrazado de mí, pero yo me mantengo despierto, mirando la luna que nos contempla desde su prisión estelar, custodiada por millones de centinelas brillantes sobre un manto negro, prohibiéndole bajar a nuestro mundo.
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Eres mío
Ficção AdolescenteCoby es un chico de cabello blanco acosado por el peor chico de la escuela hasta el punto que llega a ser su esclavo... sexual. Coby se debate entre la espada y la pared al conocer a un chico que lo hace sentir feliz y protegido. ¿Elegirá Coby al br...