Tuyo.

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Verlo atacar a los demás jugadores me da una mezcla de emoción y envidia. Emoción porque no sólo es demasiado guapo para ser real, sino que además tiene un increíble talento en el football. Ataca  a los jugadores contrarios con mucha energía y algo de violencia, y cuando terminan en el suelo, él siempre queda arriba; lo que me lleva a sentir un poco de envidia por no ser yo quien está debajo de él.

Mis ojos están concentrados en su bello trasero delineado por las fundas negras demasiado ajustadas que lleva puestas. Ni siquiera puedo fijarme en el juego ni observar las jugadas que hacen. Él me tiene hipnotizado.

El silbato me toma por sorpresa, marcando el final del entrenamiento. Aaron se despide de todos, y cuando termina solo en el campo me mira y me dice que baje. Yo obedezco sin protestar.

-Jugaste de maravilla.-le digo dándole una botella de agua que he tomado de una hielera en la orilla de la cancha.

-Gracias, siempre debes dar el máximo en todo lo que hagas.-dice y me da su casco y sus shoulders para que los cargue.

Caminamos juntos hacia el estacionamiento sin decir nada. Aaron huele a pasto recién cortado y a sudor, como un hombre de oler. Como mi hombre debe oler. Sus tacos raspan el pavimento cuando llegamos al estacionamiento y abre la cajuela de su Dodge Charger guardando su equipo. Después se dirige a la puerta del copiloto y la abre.

-¿No vienes?-me dice apuntando la puerta abierta. Entro casi corriendo y él la cierra por mí.

Entra y enciende el motor que ruge como un tigre. Avanzamos unas cuantas calles hasta llegar a una luz roja, entonces me mira, como si estuviera pensando algo. Pasan unos segundos y me toma de la nuca, dirigiendo mi cabeza a su entrepierna.

-Veré si puedes hacerme un oral decente.-dice y pone el coche en movimiento de nuevo.

Al inicio tengo miedo de que alguien me mire o que un policía nos detenga, pero no puedo defraudar a mi hombre y menos si quiere darme leche tibia.

Comienzo como lo he hecho tantas veces. Mojando la puntita con mi saliva y haciendo círculos en toda su erección con mi lengua. No escucho que gima o diga algo, entonces no lo estoy haciendo suficientemente bien. Respiro hondo por la nariz y engullo todo su pene. Siento como me llega atrás de la garganta. Entonces noto un estremecimiento suyo.

Voy bien.

Saco toda su erección de mi boca y vuelvo a tragarla toda. La lamo toda, como si fuera una paleta. Bajo a su escroto y me lo meto a la boca. Tiene vellos púbicos como todo un hombre, me hacen un poco de cosquillas. Siento como sus testículos se mueven dentro del saco en mi boca, siento como chocan uno con otro y como él se retuerce de placer.

Me agarra del cabello y hace que me meta su erección de nuevo en la boca. Me toma de sorpresa y siento una arcada, pero la reprimo, mi macho no puede pensar que no me gusta complacerlo. Toma mi cabello blanco y me empuja hacia su erección, después me saca y me vuelve a empujar, es cuando me doy cuenta de que ya no estamos en movimiento.

-Cuando me… ahh. Cuando me venga, quiero que lo mantengas en tu boca-dice sin dejar de jalarme del cabello.

-Mh-hm-logro asentir.

Su pene es largo y caliente. Expide mucho calor y entra tanto en mí que me siento orgulloso de haber mamado tantos en el pasado porque sé que me han preparado para este momento. Ni de chiste lograría meterme toda su erección de un jalón siendo virgen.

Me empuja la cabeza a su erección y sé que se ha venido por el enorme chorro de leche calientita que me da. Logro contener las ganas de beberla y la mantengo en mi boca. Entonces me agarra de la barbilla y me dice:

-Abre.

Abro la boca y le muestro el semen con el que me ha llenado. Aaron saca su celular y me toma una foto con él. El flash me deja atontado unos segundos. Ladeo la cabeza para preguntarle:

-¿Me… lo puedo trghahar?

-Sí, perrita, es todo tuyo.

Me lo trago. Está tibio y me deja una sensación salada y pegajosa en la boca. A diferencia de los demás chicos a los que les he hecho un oral que me daban una o dos cucharadas de semen tibio, Aaron me da, fácil, cinco, sino es que seis. Él sí es un macho y debo complacerlo como tal. Debo obedecerlo si no quiero que me castigue quitándome su pene de mi vida.

-¿Qué harás con la foto?-me atrevo a preguntar. Miro a mí alrededor y veo que estamos estacionados en una calle secundaria. No hay gente pasando lo que hace que me sienta más tranquilo.

-Se la enviaré a los chicos.-dice tecleando en su celular.

-¿A los demás jugadores?

-Ajá-responde sin levantar la mirada-, quizás también necesitan una putita que los complazca después de las prácticas.

Mi estómago se contrae. No puedo creerlo. "No, no, no." Es todo lo que logro pensar. Debo decirle antes de que mande el mensaje. Debo preguntarle y atenerme al riesgo de hacerlo enojar, pero no quiero…

-No quiero… no quiero ser de ellos. Quiero ser sólo tuyo. Quiero ser tu perrita solamente. No me compartas con ellos.

Aaron me mira por un segundo, desconcertado. Después sonríe y se ríe. A pesar de que me atrae tanto como me asusta, su risa es muy linda y no puedo evitar sonreír un poco. Después me acaricia la mejilla.

-Siempre serás mi putita personal. ¿Ok? De eso no debes preocuparte. Sólo pensé que te gustaría ver a los chicos y complacerlos también. Sus novias no son ni la mitad de buenas que tú.

Imaginarme rodeado de chicos sudados y musculosos, mirando hacia arriba esperando que me den su lechita me hace sentir un escalofrío. Sería lo mejor que me haya pasado. Además, seguiría siendo la perra personal de Aaron y eso… eso es lo mejor del caso.

-Entonces sí. Lo haré si me sigues dando de tu lechita.

El me mira con una sonrisita maliciosa. Me besa repentinamente los labios y me susurra al oído:

-Cuando lleguemos a mi casa te llenaré de leche hasta que hartes, perrita.

Eres mío Donde viven las historias. Descúbrelo ahora