Camino al baño. El semen de Sean me escurre entre las nalgas, tibio y blanco como leche. Crea un caminito que llega hasta los muslos. Mi ano está abierto, lo hicimos, o más bien, lo hizo salvaje y me penetró una y otra vez hasta llenarme de su tibio líquido. Sus dedos apretaban mis pezones y me recorrían de arriba abajo, acariciándome. Mi boca aun tiene en recuerdo de su aliento a yerbabuena y su saliva aun está mezclada con la mía. Tengo marcas de sus uñas en mi espalda, el placer que le causo es tanto que le da por marcarme, marca su propiedad, su territorio. Mis piernas tiemblan mientras camino, los suspiros de Sean se escuchan detrás de mí.
Tomo un pedazo de papel higiénico y me limpio el seme que cae por mis piernas, después todo lo que tengo entre las piernas y regreso con Sean.
-¿Te… gusto?-me pregunta, aun jadeando.
-Claro-digo, pero no sentí ningún orgasmo. No siento nada.
-Ojalá tanto como yo, amor. ¿Quieres cenar?
-No, gracias, estoy bien-respondo y me cubro con las cobijas de su cama.
-¿Seguro? Estás muy delgado, mira-su dedo recorre mis costillas que ahora sobresalen más que antes. Mi piel se oscurece entre cada hueso, pero aun así es muy pálida, un blanco sin brillo-. ¿Estás comiendo bien?
El enojo y la ira crecen en mi interior y suben de mi estómago hasta la garganta, pero evito sacarlo. La ira se atora dentro de mí y exhalo para liberar la presión, al fin y al cabo Sean es el único que se preocupa por mí, no debería enojarme por una simple pregunta.
-Sí, sólo que últimamente no he tenido apetito.
-Está bien, pero aun así creo que deberías ver a un doctor.
-Los doctores siempre encuentran algo-le digo tratando de cambiar de tema-, siempre estás enfermo para ellos. Su fuente de trabajo son los pacientes, por eso no le conviene que estés sano y como uno confía que lo que ellos dicen es realmente cierto porque temes por tu salud, solo te queda creer.
-Bueno, pues con todo y eso deberías ver a uno-lo dice de manera autoritaria y un poco enojado.
-Está bien, comeré más si eso quieres.
-No lo hagas porque yo quiero. Hazlo por ti, además no quiero que comas o no, yo quiero que estés bien, que estés feliz.
-Estoy bien-le digo en un bufido.
-No, no lo estás. Siempre estás tenso como un resorte y al mínimo movimiento, explotas. No quiero estés así, ese no es el Coby que amo.
-¿Entonces a Coby amas?-le digo con sorna.
-Al que sonreía y me besaba a cada momento. El que soñaba despierto. El que veía en la luna cosas que solo él entendía. Amo al Coby con las estrellas en los ojos. ¿Te has visto en un espejo? Tus ojos son vacíos y opacos, no estás viviendo.
-No, no vivo. De hecho estoy muerto. Tengo una bomba adentro que succiona y escupe aire.
-Respirar no es vivir.
Sean se levanta y camina de un lado a otro.
-Lo siento, estoy raro últimamente-le digo pero él sigue caminando sin mirarme-, lo digo en serio.
-¡Es que no sé qué quieres que haga!-me dice y sus ojos están al borde de las lágrimas, no sé si sean de enojo o de tristeza. Quizás ambas.
-No tienes que hacer nada. Estaré bien.
-Sí, eso dices-camina de un lado a otro más rápido-. Escúchame, sé que la muerte de Aaron te afectó mucho, lo entiendo perfectamente. ¡Tú!-me señala con un dedo-Tú eres quien no sabe lo difícil que es ver a quien más amas dejarse morir. No sabes la impotencia que me da saber que mi amor no es suficiente para ti. Hago lo mejor que puedo, pero a ti no te importa, y ¿sabes qué? Está bien, porque yo seguiré a tu lado y seguiré dando mi máximo y, aunque tenga la oportunidad, no te abandonaré-las lágrimas caen por sus mejillas rojas-. A este paso serás tú quien me abandone primero.
-No lo haré-digo con una vocecilla.
-Sí lo harás.
-No, no lo haré.
-A este paso-dice y se acerca a mí. Me mira los ojos y se sienta en la cama-, a este paso tus fuerzas cederán. Y llegará un momento en el que quieras vivir y querer ver el sol de la mañana y tu cuerpo no te dejará.
-Te amo-digo entre sollozos.
-No lo parece.
Sean le da la vuelta a la cama y apaga la luz, se mete en las cobijas dándome la espalda. Su respiración es rítmica, pero no sé si está dormido. Me tengo que meter un puño en la boca para no gritar, tengo que apretar los ojos que me duelen para que las lágrimas no salgan. No hay luna afuera, y, aunque estoy junto a Sean, él no está junto a mí.
Vuelvo a estar solo.
Y es mi culpa.

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Eres mío
Teen FictionCoby es un chico de cabello blanco acosado por el peor chico de la escuela hasta el punto que llega a ser su esclavo... sexual. Coby se debate entre la espada y la pared al conocer a un chico que lo hace sentir feliz y protegido. ¿Elegirá Coby al br...